ISAAC: EL MOLDE ORIGINAL
(Bautizo del libro Tap Dance y Otras Piezas de Isaac Chocrón/Monte Avila)
Gustavo Ott.
Hace un año exacto que un barco en medio del pacífico lanzó lo que sería el ultimo mensaje en clave morse, ese sistema de puntos y rayas que por casi doscientos años no solo salvó vidas sino que comunicó desde las noticias más importantes de la humanidad hasta mensajes personales e intrascendentes. En morse se hizo también matemática , física, mucho arte y hasta poesía, que estuvo de moda. La clave morse, esa forma de comunicarnos tan sencilla y universal, fue abandonada un 15 de Noviembre por un barco francés, encargado de su despedida. Y lo hizo con tristes pero hermosas palabras. El ultimo mensaje en morse lanzado al espacio decía: "Adiós viejo amigo/ no te voy a olvidar/ Porque seguro volverás/ después de este tu ultimo grito/ y antes del silencio."
La comunicación electrónica por satélite ya había desplazado a la vieja y buena clave morse para siempre pero, no sin melancolía, se le agradecía a la clave y a su inventor su contribución al desarrollo de la omunicación . Y si nos despedimos de morse con esas palabras tan sentidas, se debió a que esa clave
fue el original, ese molde primario en el que se calcaron casi todos los intentos de hacer comunicación en alta mar desde hace 160 años.
Eso es lo que sucede con los modelos originales, esos clásicos que son los primeros, los más importantes. Y si comienzo en esta presentación hablando de la idea del modelo original, es precisamente porque la obra de Isaac Chocrón es para nosotros ese molde primario, ese clásico, ese que es el más importante y en el que también hemos comenzado a moldear lo mejor de nuestras obras.
Quiero decir que fue el y su obra lo que nos encontramos cuando llegamos. Nada menos.
Hace apenas unas semanas discutía sobre este tema con uno de los narradores jóvenes argentinos más irreverentes y vendidos de hoy, uno de esos buenos y mejores que pertenecen al llamado "Crac". Decia él que escribir bien en Buenos Aires significaba vivir, convivir y asumir el modelo original. "No es cosa de talento o promoción,-decia- tiene que ver con la tradición de la narrativa argentina en el siglo XX. Si te inicias, llevas tallado en la espalda la forma de Cortazar, el estilo de Quiroga, la tecnica de Sabato y , sobre todo, la poetica de Borges. Es decir, el modelo originalŠ" El autor argentino lo decía con melancolía y entusiasmo a la vez. Proclamaba su suerte y al mismo tiempo su reto, su parámetro, más bien su escuela. De no poder con ella, pasará y gritará su impotencia.
Entre nosotros, para las letras venezolanas, nada como la literatura dramática, es decir, nada como lo que nos reúne hoy aquí, nada como Isaac. Isaac es de los autores que quiero ser, que uno debería ser, que recomiendo ser. De obra universal y abundante, siempre vigente, autor comprometido, escritor de esos pocos que tiene escuela más que discípulos.
Ha sido mi maestro tanto como de aquellos que sí fueron sus alumnos. Y es que un autor que no deja escuela, es siempre sospechoso. Isaac entrega hoy, como lo ha hecho en los últimos 30 años, no solo alumnos que, la verdad, es lo de menos, sino una forma de decir, un estilo de referencia, una manera venezolana y universal de decir que nos coloca el peso de su obra sobre las espaldas de varias generaciones. Nos entrega hoy Isaac parte de ese modelo original que le convierte en uno de los poquisimos clásicos de nuestra cultura.
Isaac el clásico, pero a la manera de Stainer, es decir, un clásico que habla.
Un Clásico como forma significante que nos lee, que le escuchamos, que le percibimos. Un clásico que nos pregunta: "has comprendido? "has re-imaginado con seriedad? Has visto palabras buscando palabras?. Isaac es un clásico porque sus obras, desde esta Animales Feroces de 1963 a Clipper de 1987 y Tric Trac de 1967 y Okey la primera obra de Teatro que vi en mi vida- y La Revolución del 71 y Asia y el lejano oriente y Simón, es decir, todo el siglo XX- , hasta este TAP DANCE de 1999 que hoy, no sin asombro, presentamos tambien- nos interroga finalmente esa obra Chocroniana con el gran tema de toda gran obra: me refiero, claro esta, al tema de Dios.
Dios: ese incomodo monosílabo.
De Dios que se reduce al país y del país que no es otra cosa que una proyección de la familia, y la familia que termina siendo el individuo solo.
Uno mismo y todos. Cuatro temas que son uno, como la idea de la Santísima trinidad, -que ahora, según el papa Juan Pablo ya no son tres existencias de Dios sino cuatro, agregando la madre, la mujer y lo femenino-, en fin, esa trinidad de cuatro, esas cuatro cosas que son una y cuatro a la vez -y que, en el caso de Dios, hemos decidido creer con toda nuestra pasión, vaya usted a saber por qué.
Mientras pensaba en estas palabras, aglunos allegados, mas bien asomados, se sorprendían que fuera yo uno de los presentadores del libro y de lo bien que nos llevamos los autores dramáticos en este país.
La verdad es que los autores de Teatro mantenemos una relación especial, que, cuando la he sacado a relucir en encuentros internacionales o simples noches de copas en Buenos Aires, Madrid o Ciudad de México, no me la creen. Porque, en algún lado y de alguna manera, hay grandeza.
Una grandeza que permite una relación con la generación anterior y la anterior a la anterior y que esa relación sea cordial. Esa relación cordial, a veces admirada y siempre pedagogica, permite que el nuevo Teatro pueda escribir mejores páginas sobre si misma y sobre sus antecesores. Nos permite vivir convivir y asumir sus influencias sin rubor. Le da espacio y peso literario a los que ya tienen su trayectoria porque al final de todas las cuentas, no hay figuras literaria que no posea escuela, que no deje otros escritores, que no se dimensione en su relevo.
Y es en esta escuela, la que Isaac nos ha entregado a todos en este país, lo que permite que nuestra obra tenga más opciones tanto en la academia como en la escena internacional. El éxito de Isaac permite que mi obra sea leída. La escuela de Chocrón enseña no solo sus obras, sino las de todos los que escribimos aqui. La existencia de los clásicos de mi país me abre las puertas como se la abren los miembros del boom Argentino, Mexicano o Chileno de los 60 a todos esos nuevos y buenos autores de lo que hoy conocemos.
Esta relación cordial, -y en casi todos los casos, el intercambio de opiniones sobre la obra- permite que, al contrario del país, pase el tiempo y seamos mejores. Sin la relación cordial, en el enfrentamiento, simplemente sustituiríamos a Santana, Rengifo o Chalbaud por algún francés, que son los que menos de moda están.
Invalidaríamos a Caballero, no nos emocionaría Elisa Lerner, ni Mariela Romero, no respetaríamos al maestro Rial ni la leyenda de José Ignacio, no temblaríamos ante lo mejor de Isaac Chocrón, no nos temblaría la mano hoy al leer estas palabras porque lo tengo enfrente. No me lo creería mi hija, cuando se lo cuente, no tendría la escala para medir mi obra ni un espejo para entenderme a mi mismo o a mi país, que ya es bastante.
Esta relación permite que nos acerquemos al molde original, que nos comuniquemos en morse, dejando a un lado los gritos y ese carácter efímero de la novedad.
Hace tres años un grupo de ciegos visitó el museo del Espacio en Washington.
Para que pudieran tener una experiencia real, bajaron la replica perfecta del avión que utilizó Lindberg para cruzar el Atlántico. Y les preguntaron;
-Tener contacto físico con ese avión , esta replica perfecta que ustedes no pueden ver, żles acerca al hecho de ver?Y los ciegos respondieron;
-Si, pero solo cuando, sobre esta replica real que estamos tocando, se mantenga El original perfecto que nosotros imaginamos allí, sobre la copia.
Así, en un país que goza tanto de las copias, -formado academicamente por fotocopias y no por libros- en una nación con tan pocos originales perfectos, pareciera que la única alternativa que nos queda es acercar la copia para tener la sensación de trascendencia. Pero es también aquí, en el país que carece de originales, donde estamos nosotros , con Isaac en original. Isaac no solo el que vemos sino el que no podemos ver, pero que imaginamos perfecto, colgando sobre El mismo, siendo mas de lo que podemos tocar. Isaac, ese otro que es el y que responde a todo lo que ha escrito en su vida, sin distorsiones, sin vergüenzas, sin defender lo indefendible o mas bien, sin defender otra cosa que no sea la literatura.
Y son pocos los que se dan cuenta, quizás porque en este país es poco lo que conocemos y respetamos a los escritores. Y es que las sociedades que desprecian
a sus creadores están condenados al fracaso.
Por eso, se me ocurre que la presencia de Isaac, ese modelo original en esta isla medieval, es como la de Guillermo de Bakersville, aquel héroe de EL Nombre de la rosa, que se convierte en portador de la verdad no solo por su presencia ética y por la fidelidad a sus principios, sino porque sabe, porque ha sido entrenado para saber, que los acontecimientos políticos de su época serán olvidados mientras que ese libro escondido de ARISTOTELES tendrá una influencia definitiva en el pensamiento de la humanidad. Mientras se quema su época, el Héroe de Eco salvará sólo un libro, aquel que representa no solo lo mejor de si mismo, sino también lo triste y lo terrible de su tiempo, de los hombres que tuvo que conocer y hasta del fuego que fue su destrucción.
Así, nuestro Isaac de Bakersville nos entrega hoy una trilogía salvada de las llamas, de esas que solo las sociedades cultas y de gran tradición gozan. Hoy, nosotros y aquí, estos pocos que somos nosotros y que casi no representamos a otros que no seamos nosotros mismos, sabemos que aunque sea en cofradía , casi logia, casi grupo de Teatro, estamos en presencia de ese libro escondido dentro de la peste medieval, haciendo todo lo que la vida nos permita para evitar que se nos quemen las bibliotecas.
Me gustaría creer que este libro que hoy nos presenta Monte Avila no es solo un libro para un día, sino para toda una época. Porque tenemos obras magnificas y cada año escribimos más. Tenemos montajes en el extranjero, tenemos conferencias y secretos admiradores. Porque tenemos también rechazos, antesalas y tenemos la mejor de las sonrisas para ofrecerles a funcionarios y gerentes.
Tenemos una danza que sustituye una escena, tenemos títulos de obras que no hemos escrito y que sin embargo ya nos piden, como esa de Isaac que hoy se ve en Ciudad de México, Madrid, Copenhague o Nueva York. Tenemos pensamiento, reflexión, tenemos ética y dignidad y si no hablamos de política, como lo hace todo El mundo ,, no es por miedo -como se ha dicho- sino por desprecio.
Porque tenemos también la memoria y los ojos abiertos cuando se muestran cerrados, viéndolo todo. Tenemos las palabras, quiero decir que tenemos cartas escondidas en la manga.
De Isaac los autores dramáticos hemos aprendido que tenemos también a Dios, que la muerte la tenemos también desde que nacemos y que es la muerte la que nos da fuerza para seguir viviendo.
La semana pasada, encargados de la marina noruega confesaron que, de los restos hundidos del submarino ruso Kuts, llegaron mensajes continuos por casi tres horas. Mensajes que en principio no eran mas que golpes a lo lejos detectados con facilidad por los sonares modernos.Hoy, con las transcripciones en mano, sabemos que se trataba de gritos de auxilio y esperanza. Y que esos gritos tenian una forma original, es decir, fueron en clave morse. La desaparecida morse sirvió a esos 21 sobrevientes del submarino Ruso para poder comunicar la idea mas importante que tenían mientras esperaban la muerte: decian en morse:
"ayúdennos" "auxilio" "aun quedamos vivos". Esa clave morse, desde lo mas profundo del océano, me hace pensar que eso mismo hago yo aquí esta noche con el libro de Isaac en mis manos: envío señales desesperadas en códigos obsoletos.
Señales desde esta cultura venezolana que yace hundida en el fondo del mar desde hace 100 años y que recurre, en su ultimo suspiro, al modelo original, a las claves universales y eternas. A sus clásicos Y el mensaje es el mismo, Isaac: "Ayúdame, auxilio , aun quedamos vivos"
Isaac, un original perfecto que vemos como ven los ciegos, imaginándolo con nosotros, maestro, ético, literatura. En esta Venezuela pletórica de fracasos y sin síntomas evidentes de enmendar esa tendencia se me ocurre que la esperanza esta en los signos. Esos signos que son también puntos y rayas encerrados en la clave original. Esos signos que hoy componen este libro y que resumen toda una época en esta pequeña nación.
Después de todo, la esperanza, finalmente, no es más que gramática.
Como este libro de Isaac, mi amigo , el clásico, que hoy nos presenta TAP DANCE Y OTRAS PIEZAS, editado por Monte Avila, la FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACION DE LA UCV y la FUNDACION CULTURAL CHACAO.
Y nosotros estamos aqui
Que milgro. Y que suerte tenemosŠ No les parece?
Gracias
Gustavo Ott.