Radio La hermana Clarisa

JAVIER KRAHE: A LA AGUDEZA POR EL HAMBRE

Por:ELORRIETA
Como si de unas hemorroides se tratara, he sufrido en silencio mi pleitesía hacía Javier Krahe sin hacerla pública. El motivo de este mutismo es que, las pocas veces que he defendido al personaje en cuestión, he recibido tal aluvión de descalificaciones e insultos que una mente como la mía, joven e influenciable, ha preferido callar que exponerse de nuevo a semejante linchamiento. Así pues, decidí no volver a mentar el sonoro apellido y, siguiendo la ocurrencia de nuestro jovial presidente, escuchar sus discos en la intimidad.
Probablemente en un universo paralelo yo jamás empuñase la pluma para pergeñar este panegírico. Pero habitar un mundo donde, en un mismo panfleto, comparten espacio Will Eisner y Pantera supone un acicate definitivo para reiterarme en mi error.MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA.
De lírica hay que hablar cuando uno se refiere a Javier Krahe. Ya lo dice una de sus canciones: "Y hoy que pensaba, describiendo algún enredo,/ ir con mis letras tras la gloria de Cervantes,/ héteme aquí tras la Glorieta de Quevedo." En Francia se enorgullecen de haber concedido el Gran Premio de Poesía de la Academia a Brassens y Bob Dylan tuvo su candidatura al Nobel. Sin embargo, en la piel de toro estamos a años luz de que nombres como Javier Krahe opten a cualquier tipo de reconocimiento oficial. El arte de Krahe entronca directamente con la más florida poesía satírica de nuestras letras. Es digno sucesor del Arcipreste de Hita o de Quevedo. Pero es sabido que la oficialidad es reticente a acercarse a los cafés y demás tugurios, donde Javier desgrana sus versos. Así, uno de los tipos más desprejuiciados de cuantos caminan por la vía pública, sufre en sus carnes los prejuicios de aquellos que, en su cortedad de miras, no han sido capaces de descubrir al autor. Y no sólo prejuicios literarios; también musicales, políticos, morales... en fin, a qué seguir. ¿No me creen? Sigan leyendo.

SI LO LLEGA A SABER.
Hablar de Javier supone hablar del tipo que, permanentemente, está en el lugar inadecuado, en el momento menos oportuno. Quizá una excepción a esta regla sea su nacimiento: Vio la luz en el seno de una familia del madrileño barrio de Salamanca. Llegarían a ser siete hermanos, aunque cuando llegó Javier contaban sólo cuatro. Pese a las muchas bocas que alimentar, sus padres le inscribieron en el Pilar (mítico/místico colegio que de tantos políticos ha provisto a este país). Y como quiera que una educación normalizada no le decía nada al joven Javier, este empezó a despuntar en fuga hacía billares, cines y otros lugares de mayor enjundia educativa. Y así, continuó estudiando hasta segundo de Económicas, en que tiró la toalla. Antes de sostener la guitarra, se quitaría la espina de su vocación cinematográfica: fue ayudante de cámara de un tío suyo que filmaba cine industrial para empresas ( saltos de agua, despiece de pollos y demás lindezas). No voy a referirme al jugoso anecdotario que dejó su paso por el ejército porque siempre me han espantado las batallitas y no estoy dispuesto a superar mi pánico ni por Krahe (al lector ávido de emociones le recomiendo el libro que sobre el autor escribió Angel Vivas, donde hay un capitulo entero dedicado al asunto. Se pueden encontrar ejemplares, a patadas, entre las ofertas de la Casa del Libro). Al poco de jurar bandera Javier conoce a Annick: una estudiante canadiense que, en las postrimerías de los sesenta, andaba por estos lares. Tras un breve romance, efectivamente, acaba convirtiéndose en su esposa. Viajan juntos a Canadá y puesto que el propio Javier se ha tomado la molestia de escribir una canción al respecto, no voy a cometer la fanfarronería de enmendarle la plana: "Valga como testimonio/ mi cama de matrimonio,/ donde a diario me enrollo,/ de que el Quinto Centenario/ lo celebro yo a diario./Cierta América es un chollo."("Canadá, Canadá")

VIDA DE ARTISTA
Ya antes de su expedición a Canadá, Javier había realizado sus pinitos en el mundo de la canción. A dúo con su hermano Jorge, compusieron sus primeros temas, que recibieron la denominación de "canciones insulto" (por aquello de desmarcarse, desde el principio, de la canción protesta, tan plúmbea y doctrinaria). Sin embargo, debido a su patológica timidez, los escenarios se le resistieron hasta que, de la mano de su amigo Chicho Sánchez Ferlosio, debuta en La Aurora (con Teresa Cano completando el trío). Aquel aterrador día la secuencia de hechos fue, sucintamente, la siguiente: Javier se levanta preso de un ataque de nervios, ingiere valium, siguen los nervios, más valium y como quiera que no se animaba sin unas copitas, alcohol. Aguantó cuatro canciones en el escenario. Todo un récord pues en siguientes actuaciones cantó tres o dos. No obstante parecía que cuanto más sufría el artista, mejor lo pasaba el público. Respaldado por Chicho y Teresa siguió adelante. Dos de sus primeros escenarios fueron Vitoria y Cádiz (donde censuraron el cartel del concierto; diseño del propio Javier).

LA OVEJA NEGRA.
Por aquellos días, entra en contacto con el trío un tipo barbudo y de acento malagueño que se les une durante algunas actuaciones. Este no era otro que un incipiente Joaquín Sabina, que empezaba a meter la cabeza en un negocio al que habría de sacarle su máximo rendimiento. Al poco Joaquín ya se movía como pez en el show-business, entra en contacto con la sala La Mandrágora y se instala allí. Seducido por el ambiente del local y por ese magnífico contable que ha sido siempre Joaquín, Krahe se va con él. Fruto de aquellos días de vino y barbas en crecimiento, es el disco "La Mandrágora" (junto a Alberto Pérez) que recoge perfectamente el tono informal y "progre" de aquellas actuaciones.
El tiempo pasa, Joaquín se afeita y como una suerte de Bowie celtibérico (dios me perdone), comienza la mutación. En solitario, con una banda respaldando su pésimo arte, organiza un recital, con sus amigotes, para grabar un doble en directo (Joaquín Sabina y Viceversa). Como fetiche, recuerdo de aquellos locos años en que su cabeza aún no era una caja registradora, Sabina invita al Krahe que se descuelga con la ingeniosa "Cuervo Ingenuo" (dedicada a aquellos descamisados que, tras negar tres veces, nos arrojaron de cabeza a la O.T.A.N. y a sus batallas posteriores). El P.S.O.E. no da crédito a sus oídos y, en un alarde de talante democrático, las cámaras de R.T.V.E. pararon de trasmitir el simpático evento. Javier Krahe queda estigmatizado per se.
Mientras para otros artistoides los ochenta fueron años dorados (mayormente por el oro embolsado a golpe de pregón y cierre de campaña), el incidente del "Cuervo Ingenuo" se saldó con la eliminación de Krahe, tanto en medios oficiales como oficialistas (recordamos al joven lector que eran tiempos en que la oferta televisiva se reducía a las dos cadenas del ente público). Una honrosa excepción fue el caso de José Luís Balbín (que ya le había invitado a alguna de sus Claves); que hizo de la canción bandera y la difundía cada vez que era menester (desgraciadamente, la última vez fue en su propio programa de radio, cuando el grupo P.R.I.S.A. decidió terminar con la competencia, Antena 3 Radio, por el expeditivo método de comprar la emisora y convertirla en ese pastiche insulso llamado Sinfo Radio). Pese a todo Javier conseguiría superar un boicot que hubiera acabado con cualquiera de sus compañeros de la época. Su único gesto de cabreo se tradujo en una canción, "Me internarán", y tampoco es de las que más ha cantado. Haciendo gala de un estoicismo a prueba de bombas, regresa a las pequeñas salas de las que, por otra parte, nunca llegó a salir, para llenar el hueco dejado por aquellos que habían partido en pos de estadios y plazas de toros. No fue sencillo y hubo momentos en que las bocas que alimentar, casi le fuerzan a buscar trabajo de oficinista (el fastuoso `92 fue especialmente aciago). Suerte que la cordura de unos pocos le permitió seguir a lo suyo y, ahora, llena de nuevo la sala Galileo cada vez que pasea sus ripios por allí.
EN BUSCA DE UN VERSO.
Hay tres influencias que Krahe reconoce abiertamente. No es ningún secreto que ha tratado siempre de trasladar, a nuestro particular tiempo y geografía, las enseñanzas de Brassens. Las concomitancias en temas, carácter o, incluso, en lo precario de la voz, son evidencias insoslayables de la impronta del francés. Por detrás de Brassens y por ello menos identificables, se hallan Buñuel y Borges. El primero de ellos tiene canción ("Once años antes") y al segundo se le cita en "... Y todo es vanidad".
Tanto su métrica como su rima, en ocasiones osada (cisne/ show-business; Jesús/ repelús), son incuestionables. Como aquel pintor que retocaba sus cuadros hasta el día de su muerte, Krahe, modifica también sus canciones con el tiempo. Dos ejemplos: Una estrofa de "El Cromosoma", que en tiempos de la Mandrágora afirmaba "La muerte no me llena de tristeza..." pasó, años después, a ser "La muerte, aunque me llena de tristeza,..." O el final del "Burdo rumor" por el que han pasado desde el Doctor López Ibor, hasta el padre Apeles. La temática que aborda es también muy diversa: desde el humor grueso de sus comienzos ("Villatripas", "Don Andrés octogenario"); las fábulas ("El Topo", "El Lirón", "La oveja negra"); sátiras religiosas ("Los caminos del Señor", "El vicio en el hospicio"); canciones de enredo al más puro estilo de Jardiel Poncela o de Renoir en "Laregla del juego" ("Y empeñe mi virtud", "Sabanas de seda", "El son de Adela"); hasta las tribulaciones e inquietudes de un individualista forzado a serlo ("Encefalogramas", "Sr. Juez", "Huevos de corral"). Toda la obra de Krahe es un canto hedonista a las circunstancias adversas. Un post-it que nos invita a disfrutar de la vida, olvidando reglas que, si algún día lo tuvieron, ya no tienen ningún sentido. Como él dice: "Un cierto residuo, tengo de individuo, que en vez de ir a la cola de ir a votar, me lleva al bar."

DISCOGRAFÍA:
- Valle de lágrimas.
- La Mandrágora.
- Aparejo de fortuna.
- Corral de cuernos.
- Haz lo que quieras.
- Elígeme.
- Sacrificio de Dama.
- Versos de Tornillo.
- Once canciones y una broma

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