Veamos pues como se comporta este curioso espécimen llamado Sociedad Capitalista, cuando detecta en su seno un tumor llamado pensamiento radical. Es lógico deducir que en una organización social, en la cual un hombre no percibe los frutos completos de lo que producen, porque se los queda otro, se sucedan casos de injusticia los cuales serán más patentes cuanto "mejor" funcione el sistema. Ante tal situación cabe la opción, bastante extendida, de engañar al trabajador convenciéndole de que lo que percibe es justo. Sin embargo, llega el momento en que la diferencia es tan ofensiva que no hay excusas que valgan. Es entonces cuando el hombre se rebela. Si aplicamos este razonamiento en campos diferentes la conclusión es similar: siempre unos pocos en función de criterios espurios van a percibir una ventaja respecto a los otros. Ante estas arbitrarias diferencias, a poco informado que esté el "estafado", siempre surgirá la rebelión. Una rebelión que de extenderse acabaría aniquilando al sistema desde dentro en un proceso similar al de un cáncer.
¿Cuál es por lo tanto la defensa que elabora la sociedad contra esta patología? La respuesta, según puede observarse, no es muy distinta a la que utiliza en otros casos de violencia contenida. Y si bien pienso que estos tipos de estrategias son un logro de la cultura, pues evitan muchos sufrimientos innecesarios, también pienso que no se debe perder la perspectiva de lo que representan. Es por ello que la sociedad en un primer momento permite la existencia de un incipiente pensamiento heterodoxo, alejado de lo que, en función a los mecanismos educativos, se debería pensar. A fin de cuentas lo más probable es que no pueda permitirse el lujo de la libertad de pensamiento durante mucho tiempo, ¿para qué acabar con una gripe a cañonazos? Puede parecer incluso que, en determinados momentos, esa expresión de descontento es alimentada por la sociedad. Es aquí donde comienza el terrible proceso de asimilación que convierte al sesudo inconformista en francotirador de tertulia o en estrella del pop. Y es que ante el peligro real de un pensamiento transgresor no hay nada como absorverlo para vaciarlo de contenido. Algo así como, si no puedes a tus enemigos: únelos a ti.
Es por ello que el lenguaje social poco a poco está incorporando ciertos usos que hasta hace poco eran calificados de peligrosos. Así no es difícil encontrar en la prensa que tal o cual grupo va a incendiar la ciudad (en su próximo concierto), o publicidad que incita a hacer uso de la libertad (cambiando de marca de vaqueros) o incluso refrescos presuntamente radicales que son de la Coca-Cola Company. En definitiva, que quizá mientras estoy escribiendo todas estas tonterías, y mientras tú las estas leyendo, nos tienen medianamente entretenidos y así no estamos tirando piedras contra la Moncloa.
Sin duda resulta un atractivo argumento el de que los hombres son buenos por naturaleza y son los sistemas los que los pervierten. No tengo aún, del todo, resuelta la primera parte del asunto; pero si que estoy de acuerdo en que un sistema puede convertirse en una siniestra maquinaria que, sin intervención consciente de ser humano alguno, puede acabar con todo aquello que se le ponga por medio. Quizá esta mixtificación pueda parecer algo exagerada, pero si no tuviéramos noción alguna sobre biología, no dudaríamos en considerar las agrupaciones humanas como un ser vivo y esta concepción no se haya muy alejada del método de trabajo de los sociólogos, que estudian lo que se podría denominar el Cuerpo Social.
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