¿Cómo explicar esta actitud del Gobierno de los Estados Unidos después de la exhortación hecha por Clinton en La Haya, en mayo último, a la Unión Europea de no escatimar esfuerzos ni gastos en expandirse hacia el centro y este de Europa? ¿Significa el veto en referencia una reacción algo tardía a lo declarado por el presidente Boris Yelstin al firmar en París, en mayo, el Acta Fundacional con la OTAN, en el sentido de que una expansión de la OTAN a lo que fue dominio soviético sería interpretada como declaración de guerra?
El diario Washington Post decía, recientemente y a propósito del tema, que los EE.UU. y Moscú se mueven hacia unos compromisos indeterminados y de doble sentido en las cuestiones de la guerra y la paz. "Las esperanzas de una gran transacción clara y comprensible, que habría puesto el final a la Guerra Fría y significaría el comienzo de un compañerismo estratégico, han caído definitivamente en el olvido", sostiene Jim Hogler, comentarista político del citado diario.
Los representantes de las partes contratantes del Acta Fundacional han concluido un convenio que, al parecer, tiene más de una lectura. El asunto de la posible instalación de misiles nucleares en la frontera con Rusia no ha quedado claramente establecido. Y aunque Yeltsin sostiene que está descartada, la DUMA, bajo control del Partido Comunista, insiste en que el peligro será permanente y que, en consecuencia, debe revisarse el convenio.
Clinton, Kohl y Yeltsin han asumido un paquete de mutuos compromisos que responden más a sus intereses políticos del momento que a seguridades estratégicas, y el veto norteamericano al ingreso a la OTAN de Rumania, Ucrania, Eslovenia, Repúblicas Bálticas es respeto a la palabra empeñada, aunque la protesta europea ocupe hoy día los principales titulares de la prensa del Viejo Continente.
En la estrategia global de los EE.UU., la OTAN se ha convertido en el
elemento clave para la política del Pentágono en África
y Oriente Medio y, en consecuencia, en un peligro para la Unión
Europea, ya que el liderazgo norteamericano no permite la integración
y consolidación de la UE y no llegará a perfilarse como un
competidor de los EE.UU., en la medida en que el sueño de los Estados
Unidos de Europa jamás será una realidad.
Pero existen respetables comentaristas políticos que advierten
sobre lo que ellos llaman "las amenazas de la OTAN" y que los lleva a sostener
que como estructura de defensa colectiva debe desaparecer. Así,
Michael Mandelbaum, internacionalista de la Universidad John Hopkins, escribe
que "la ampliación de la OTAN no es inevitable y no tiene nada que
ver con las necesidades militares, estratégicas o políticas
de Occidente". Dice también que "es una afirmación dudosa
de que esta acción de ampliación va a favorecer el reforzamiento
de la democracia en Europa Central y Oriental, ya que nada la amenaza en
esos países". "Rusia no representa y no va a representar, por muchos
años, una amenaza a nadie, excepto a sí misma. Los rusos
no tienen genes de guerreros, pero este paso de Occidente los podría
empujar por caminos políticos equivocados".
Los franceses quieren ver en la Alianza a Rumania, los italianos a Eslovenia, los alemanes a Hungría y Polonia. De otro lado, los países de Europa Oriental, sin excepción, buscan persuadir a los norteamericanos y europeos de que les permitan ingresar a la Alianza, aduciendo que les conviene por razones de seguridad. El veto de EE.UU. trae por tierra muchas ilusiones alimentadas por ofrecimientos prematuros. Y como lógico corolario de esta pugna, la industria militar del Oeste ya empezó su expansión a los mercados orientales y los consorcios aeromilitares norteamericanos visitan periódicamente a los futuros socios de la OTAN.
Si esto no significa una amenaza a la paz mundial, a partir de las ambiciones expansionistas de la OTAN y de sus países miembros, entonces de qué estamos hablando. El Congreso de los EE.UU. dice contar con 125 mil millones de dólares para financiar lo que costaría la ampliación a Europa Oriental. Pero la OTAN exige que el 40 por ciento de ese presupuesto sea cubierto por los países ingresantes, los que ya se adelantaron a manifestar no tener capacidad económica para hacerlo y no estar dispuestos a sacrificar el bienestar de sus propios pueblos, excepto que Occidente se compromete a hacerlo en su totalidad.
Creemos que la Alianza del Atlántico Norte no es sólo
una amenaza ala creación de la Europa Unida e indivisible, sino
una barrera a la cooperación europea con los países en vías
de desarrollo, al destinar a la compra de armas recursos que podrían
servir para la lucha contra la pobreza, defensa de la ecología,
educación, salud, etc., de los países tercermundistas por
los que Europa mostró siempre profunda y sincera adhesión.
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