También surgen contradicciones, igualmente inevitables y producto de creaciones y rupturas, frente a las cuales las clases políticas están obligadas a usar la ética con prudencia y creatividad, seguros de que política y ética no pueden desvincularse porque caeríamos en la aberración de justificar los medios por los fines.
Entre nosotros, la política giró preferentemente en
torno a la práctica de normas en ejercicio de las élites
políticas y de los liderazgos gremiales. Tal vez por ello, la Democracia
y la Justicia Social no fueron valores que influyeron esos comportamientos.
El debate de ideas que genera la comunidad cuando busca tomar decisiones
colectivas, jamás puede ser inútil. la Democracia lo entiende
así, por ello propicia la mayor participación de ciudadanos
y nos enseña que el hombre como ser político no ha agotado
todas sus posibilidades de creación. Nuevos valores, nuevas éticas,
nuevos espacios, para civilizar la Tierra y fraternizar la Humanidad, nos
enseñan el arte de saber pasar de las promesas a las
realizaciones y cuándo terminar con aquello que Edgard Morín
llama "la espera trágica".
En el Perú, donde la Historia muchas veces no pasa de ser un frío relato de hechos y acontecimientos, hemos olvidado descubrir que pasó en la forma de relación de los hombres, cuál es el mundo de sus creencias, a qué obedecen sus adhesiones y lealtades. Si no respondemos estas interrogantes estamos indefensos ante el futuro inmediato, no llegaremos a entender por qué pasó lo que nos pasó, y seguiremos como críticos inveterados de una sociedad a la que no ofrecemos soluciones.
La fuente de los valores morales y sociales, se encuentra en nuestros hombres y mujeres que se interrogan como lograr la legitimidad política, que les permita defender sus derechos ante la falta de interlocutores. Exigen que la relación entre gobernantes y gobernados no sea un simple ritual ideológico, sino que se sepa consolidar de lo ganado, que se reconozcan nuevas prácticas, nuevos agentes, nuevos moldes, si se pretenden rescatar liderazgos en vez de usurparlos.
Así, la socialización será vista como un método democrático que facilite la igualdad de, oportunidades y las élites sabrán jerarquizarse social y políticamente.
Urge construir democracias al interior de las organizaciones, pero también urge inventor soluciones y estrategias. No debemos continuar confrontando el modelo de izquierda contra el de derecho, como si no existieron otros. Si queremos desarrollar como sociedad moderna, es indispensable dotarnos de una clase política más diversificado en su composición cultural, creativa, que nos ayude a superar una situación que aparenta ser cada vez más paradójica. Una clase política que eduque en lo que significa libertad, sin fundamentalismos ni idolatrías, sino en las justas exigencias M orden público y de los derechos del bien común y de las terceras personas.
Hay que fortalecer la Democracia, pero desde una perspectiva humana,
sin violencias ni pragmatismos que fabrican desencantos y dando vida a
las ideas que dan sentido a la sed de dignidad que viven hombres y mujeres
en el Perú.
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