Y decimos incertidumbre porque es ese el sentimiento que vive hoy día la sociedad peruana, ante la indefinición del corto plazo y ante el confuso enfrentamiento entre un Gobierno mediocre e irreflexivo y una oposición sin norte que insiste en repetir un discurso como si en este país no hubiera sucedido nada importante en los últimos 20 años.
No es necesario un análisis profundo para darnos cuenta que las posibilidades de mejora social, de participación ciudadana, de justicia igualitaria, en resumen, de moral y ética en las relaciones humanas no pasa de ser una vieja aspiración que ninguna de las fuerzas políticas hoy día en pugna ofrece responder en la forma que exige la dignidad de las personas.
Vistas las cosas así, es fácil identificar la existencia de una contradicción en todos los niveles sociales que conlleva la pérdida del rigor y de la honestidad en la vida cotidiana y que nos muestra que las categorías morales con que toda sociedad se protege entre nosotros han colapsado y han terminado por legitimar la mentira, la corrupción, el crimen impune y el abuso como estilo de gobierno y ejercicio del poder.
Y muchos de estos excesos y aberraciones se cometen al amparo de una Constitución expresamente diseñada para la burla criolla, para la interpretación fangosa, para provocar conflictos sobre lo que ella dice y lo que quiere decir. La forma antojadiza de entender la Constitución permite a quienes gobiernan imponer obligaciones represivas y alienantes, que a manera del odioso rostro del abuso y el autoritarismo terminan por convencer a la sociedad, a nuestra sociedad, que cualquier forma que exista para sacudirse de ese peso aplastante que provoca humillación es válida, aunque ella pase por reactualizar lo que alguna vez se llamó “lucha de clases “.
Si se renuncia al derecho de una vida digna, con sus códigos propios, a la cercanía moral que permite la convivencia, al nivel ético que regula las relaciones humanas, quiere decir que estamos abandonando a su suerte todo aquello que garantiza los derechos del hombre y del ciudadano y que estamos desconociendo que no hay nivel más respetable ni mas elevado que el de la dignidad de la persona humana.
Una Constitución que soporta grietas a través de las cuales quienes ejercen el poder filtran normas que transgreden, distorsionan, desplazan las reglas sociales, es una Constitución que debe ser reformada si queremos terminan con el ejercicio de una moral caricatural defendida solo por quienes gustan mostrarse como cruzados de la virtud.
Así, la original interpretación del mundo de las leyes y reglamentos, precisamente por quienes están obligados a defender esos valores, ha provocado en la sociedad una equivocada comprensión de lo que significa categorías nacionales, relación entre gobernantes y gobernados, responsabilidad colectiva ante el destino de la Patria, relaciones solidarias, etc. lo cual debe obligarnos a emitir un grito de alarma contra toda agresión que nos impida ejercer nuestros derechos de libertad para construir un país que responda a exigencias mas humanizantes y haga menos penoso el tránsito de nuestros hombres sobre la Tierra.
Sin dejar de reconocer que este Gobierno tiene el derecho de anotar en su activo importantes logros, la violencia irracional e inexplicable emprendida por él contra el Estado de Derecho y el ejercicio democrático, nos hacen ver cuantas realidades se encuentran amenazadas por las peculiares prácticas políticas del Gobierno y sus segundones. Entre ellas destacan decisiones inmediatas sobre asuntos trascendentales sin respetar el consenso, ejercicio de un liberalismo a ultranza que desconoce que el derecho de las mayorías y de las minorías tienen que ordenarse respetando una jerarquía de valores, y por si fuera poco la práctica de la política como espectáculo donde la amistad personal es factor decisivo para lo que significa reparto del poder.
Podríamos resumir diciendo que lo que está amenazado entre nosotros es la opción de construir una sociedad democrática, de utilizar la ética como instrumento de la vida política, de posibilitar el pacto social que toda Constitución debe respetar, reemplazándolo todo ello por un Estado que ignora sus obligaciones con los mas débiles, que simplifica lo que es trascendente y que termina poniendo en tela de juicio la libertad del hombre y de la sociedad.
Sobre estos temas cabe una reflexión si se pretende reformar el Estado en todas sus dimensiones. Los líderes políticos que ocupan el escenario nacional, de uno y otro lado, tendrán que plantearse si lo que estamos enfrentando hoy día como desafío, mas que reformar una Constitución y modificar la estructura del Estado es crear una NUEVA REPUBLICA desde sus cimientos sociales y jurídicos como quien reconstruye después de una catástrofe, que en el caso nuestro algo parecido ya lleva algunas décadas, con una visión humanista de milenio, con el reconocimiento de que el pueblo no es una realidad aparte, con un sentido de solidaridad que atraviese la Sociedad y el Estado, que rescate una tradición cultural sin integrismos y que lleve estos criterios, y muchos mas, a una mesa de acuerdos que haga factible su puesta en práctica.
Construir una Nueva República, verdaderamente es un desafío que sobrepasa con exceso los alcances del discurso político tradicional y que relega las confrontaciones de grupo en beneficio de un compromiso histórico que no reconoce banderas ni consignas. Es una tarea demasiado grande para ser asumida solo por quienes militan en grupos o colectivos políticos, porque ella trasciende a las ideologías y sus entusiastas. La convocatoria debería llegar a todos los sectores sociales y económicos, además de los políticos y académicos, sin aceptar exclusiones. Particularmente a los intelectuales, que parecen sumidos en un año sabático que no tiene cuando terminar y que no los deja aplicar su independencia y su forma reflexiva de medir las cosas, su noción ponderadora que los convierte en verdaderos puntos de referencia.
Mas de la mitad de la población del Perú se encuentra
atrapada en una pobreza miserable, nuestros índices de enfermedad
y muerte son los mismos que el mundo desarrollado tenía hace mas
de un siglo, no podemos seguir viviendo en una economía de sobrevivencia
a las puertas de un nuevo milenio.
No basta existir si el valor de la existencia disminuye cada día
mas.