La cultura se muestra como una dimensión de la vida humana donde todo el mundo está inmerso. La conciencia de esa dimensión debe llegar a todos y el Estado tiene la obligación de propiciar la construcción de esa conciencia. Los ciudadanos van perfilando su cultura política vía participación en comicios, militancia en partidos y movimientos, asociándose a colectivos sociales o incorporándose a aquellas corrientes cívicas que buscan influir en las decisiones del poder, aunque terminen algunas veces en actitudes radicales.
¿Quiénes deben participar de lo que podría ser una investigación sobre nueva cultura política en el Perú? Forzosamente politólogos y antropólogos en primer lugar, luego los equipos de investigación de los medios de comunicación social, los estudiosos sociales de la universidad peruana, todos ellos en un compromiso de búsqueda de nuevas fórmulas de convivencia, mediante el uso de una auténtica pedagogía de la democracia.
Nuestra realidad política –generosa en espacios de investigación como son: la corrupción, el autoritarismo, la dependencia de los poderes del Estado, las limitaciones intelectuales y técnicas en los niveles de gobierno, el congelamiento de las reformas, etc.-– se va mostrando cada vez más compleja y difícil de categorizar por la existencia de valorizaciones, símbolos, prácticas y estratos sociales imposibles de homogeneizar.
Las diferencias, sociales, étnicas y culturales repercuten con vigor en los comportamientos políticos. De allí porque, en el Perú, el origen de los partidos políticos se confunde con el desarrollo de la clase media y porque el destino de ambos se encuentra íntimamente entrelazado.
Queremos rescatar, en esta oportunidad, el rol a cumplir por los medios de comunicación en la difícil y suprema responsabilidad de ayudar a construir una nueva cultura política al interior de nuestra sociedad civil. Y en esta tarea, los medios se encontrarán con una sociedad que reclama, cada vez con más vigor, la afrenta que significa la falta de una democracia auténtica, el ejercicio autoritario del poder, el patrimonio intolerable, proponiendo –y en esto los medios ya empezaron su labor– nuevos valores y nuevas fórmulas de convivencia, utilizando de ser necesario en el análisis de la vida urbana lo que se ha dado en llamar ‘la geometría social’, a la manera de un reto tal vez insospechado.
Hoy es difícil poder calcular en números hasta dónde alcanzó el trabajo de los partidos, el volumen de su capacidad organizativa, los niveles de formación cívica, el aporte de la clase media y la transferencia del aprendizaje a los sectores populares.
Todo esto forma parte de este territorio inexplorado aún, que si llega nos permitiría reconstruir una cultura política con paradigmas modernizadores, acorde con la realidad del nuevo tiempo; con vocación participativa a través de canales que el propio pueblo descubra, con tendencias democratizadoras que se vayan abriendo paso a paso; con avances y retrocesos, sin importar la dificultad y construyendo coyunturas en el objetivo supremo de formar una nueva cultura política.
Los medios deben aceptar que no se puede abdicar de la historia y que son ellos, utilizando el vigor expresivo y una fuerza moral, quienes nos harán ver las rasgaduras de nuestro tejido social donde se hunden muchos de nuestros tabúes culturales. Todo ello afianzando en el convencimiento de la justicia que alienta generalmente el trabajo del periodista.
La educación, y ésta en síntesis la obligación primaria de los medios como ejes transmisores de valores y conocimientos, repercute significativamente en la cultura política. Es a través de la educación cívica que la democracia avanza y permite la constitución de una ciudadanía al alcance de todos. Es la lucha por una comunicación humana más rica y más grande lo que alienta las nuevas relaciones entre quienes formamos la sociedad.
Debemos reconocer que vivíamos en una sociedad donde todavía cientos de miles de compatriotas no terminan de salir del analfabetismo, y también una importante mayoría de peruanos maneja ideas culturales con gran dificultad. En los últimos tiempos, han sido los medios los que han permitido conocer casos de abusos de autoridad, de violaciones de orden jurídico, de violencia contra los derechos humanos, de corrupción y narcotráfico, de impunidad en las esferas próximas al Gobierno, etc.; incluso ocupando espacios en prensa conocida por sus simpatías al poder.
Ese comportamiento le ha permitido a los medios de ganar un sitial de credibilidad y respeto, que podría ser utilizado en su máxima capacidad.
Cuando señalamos el rol en la construcción de una nueva cultura política, reconocemos a los medios autoridad moral y ética, les estamos diciendo que con la verdad, por muy desagradable y terrible que sea, se puede vivir mejor que con un presentimiento difuso, y que el valor de su trabajo se define por la función que cumplen con el conjunto de relaciones sociales.
Sartre decía: “si lo que define la condición de intelectual
es la capacidad de impugnación, no se puede ser intelectual sin
poner en entredicho los valores de la sociedad establecida”.
www.oocities.org/e_velit/ velitgranda.web-page.net |