Después de las experiencias vivídas en las últimas décadas, el Perú no podrá seguir siendo como antes. Las tendencias hacia la democratización se van abriendo paso con dificultad, con avances y con retrocesos. Tenemos en contra el factor negativo que representan las graves deficiencias de la educación que dificultan el desarrollo escolarizado de una cultura cívica y, como consecuencia de ello, grandes e importantes sectores son segregados, excluidos de un quehacer político propio.
Por ello, estimular la participación ciudadana es buscar terminar con las exclusiones, es tratar de construir una ciudadanía alcanzable que se oponga a la existencia de matrices ideológicas autoritarias, en una palabra es la seguridad de que se va educando a través de la misma participación.
Con lo precario que resulta la vida en democracia en nuestro país, la soberanía popular y su expresión por medio del voto deben remitirnos necesariamente a discutir todos los dias la problemática democrática entre nosotros y con ello la crítica al poder desde la base ciudadana para de esa manera entrar de lleno a la cultura política.
La relación entre gobernantes y gobernados, entre elites y masas, no es solo política sino también cultural. Solamente así podemos concebir a la democracia como un modelo de convivencia y por ese camino llegar al conocimiento de la cambiante sociedad que se pretende dirigir.
Creo que por allí viene la explicación de la manera como el autoritarismo es diariamente enfrentado por una ciudadanía decidida a no continuar soportando la falta de democracia, a luchar contra la corrupción que se ha convertido en preocupación básica de grandes sectores de la sociedad, a no tolerar las infantiles explicaciones del Gobierno cuando de informar sobre el manejo de los dineros públicos se trata.
La convulsión política ya empezó a vivirse entre nosotros alentada, principalmente, por la desinstitucionalización, el desgobierno, la mediocridad en la administración del Estado y los afeites modernizadores que nos quieren vender como reformas, todo lo cual ha devenido intolerable para la gran mayoría de los ciudadanos.
Por ello los valores centrales de la participación, focalizados en la educación cívica, deben concretarse en ese amplio espectro representado en la sociedad peruana.
La proximidad de las elecciones ha estimulado la aparición de movimientos urbano-populares, que coinciden en torno a sus demandas democráticas. La real dimensión organizativa de estos movimientos no es fácil medirla a través de los votos, dado que se muestra formación política mas entre los cuadros que en las bases.Sin embargo, la exigencia porque se respete el voto es ya una consigna entre las clases media y popular, de allí la cada vez más creciente participación en las luchas electorales de estos sectores sociales de la comunidad.
Todo anuncia que próximamente asistiremos a un voto masivo de protesta, portador de una carga expresiva fuerte y con una voluntad declarada de ser escuchado por las autoridades gubernamentales y de incidir en los objetivos políticos con intenciones concretas. Y como muestra de que la voluntad popular sabe labrarse sus propios espacios, vemos en los últimos meses como la clase trabajadora ha recuperado la calle de las principales ciudades del país como escenario de su protesta contra la injusticia y el desgobierno. En desigual enfrentamiento con la represión policial, que para estas ocasiones usa una violencia digna de mejor causa, ha hecho pública su vocación democrática, sus demandas salariales, su oposición al crecimiento de la pobreza y el desempleo y su respeto a las normas que dicta la Constitución. Al mismo tiempo, su esperanza de que las próximas elecciones sean el referéndum donde exprese, con el testimonio de su voto, su voluntad de poner atajo a esta creciente descomposición institucional que aflige al país.
Pese a las dificultades, a las censuras, a las impunidades y a las inevitables
ambiciones y debilidades humanas, se ha logrado organizar un frente opositor
cuya relativa precariedad no le quita ser depositario de la confianza de
un importante y decisivo sector de la sociedad. A ese sentimiento de espera
y exigencia nacional es a quien nos debemos quienes de una u otra manera
contribuimos a devolverle a nuestros compatriotas la seguridad de que no
todo está perdido, que recuperar para ellos las condiciones de dignidad
que se merecen es tarea suprema que ya comenzó a ejecutarse, que
en esta empresa moral y éticamente histórica todos tienen
un lugar que ocupar y una labor que cumplir, y que la historia patria
registra muchas experiencias de noches negras que más temprano que
tarde fueron reemplazadas por auroras que el pueblo supo rescatar con los
medios que la Patria pone a su alcance.