El Gobierno, después de una serie de marchas y contramarchas manifestada en leyes y decretos que se contradicen entre sí, concluyó privatizando los servicios de salud que atienden a los sectores mayoritarios del país, particularmente los más débiles y vulnerables,'profundizando - aunque pretenda negarlo - el abismo entre el derecho a la salud de los que tienen posibilidades de ejercerlo y el de aquellos a los que no sólo no les alcanzan los supuestos beneficios de esta mal llamada "Reforma "sino les hace perder los escasos privilegios que les respetaba la legislación anterior.
Los médicos no participaron del debate que mediocremente se generó
en torno al tema. No fuimos invitados a hacerlo y no supimos hacernos respetar
en el derecho natural que nos asistía como guardianes de la salud
de la población. ¿Qué fue lo que nos mantuvo al margen
de este debate que se anunció tiempo atrás como proyecto
impostergable del Gobierno?.
En mi opinión jugaron varios factores para que el autoritarismo
nos quitara de la responsabilidad que como profesionales de la salud nos
asistía.
Por ejemplo, presentábamos un frente fracturado en su unidad, hasta heterogéneo en sus demandas, aparentemente miope ante el peligro que se avecinaba, más preocupado por fortalecer sus liderazgos al interior de sus propias organizaciones que lúcido ante la agresión dirigida al corazón mismo de los sectores populares.
También parecía ignorarse que se tenía al frente a un gobierno cuya docilidad ante las presiones de los organismos financieros internacionales alcanzaba el límite de la humillación más servil que recuerda la historia.
Hemos visto, con la impotencia producto de nuestra debilidad, como se entregaba la salud de la población a la voracidad de un mercado fundamentalista que no reconoce más reglas que las que impone el juego de los precios y de los costos.
La privatización de la salud la manejaron los lobees camuflados en las EPS pero visibles en los círculos del poder, con sus hombres claves en los niveles de decisión del Gobierno, algunos de ellos cumplida su misión hoy ocupan posiciones destacadas en el mismo sector privado con el que negociaban como burócratas, para concluir golpeando a lo que representaba el último bastión de la defensa social del trabajador: el Instituto Peruano de Seguridad Social IPSS.
Todos sabíamos desde hacía mucho tiempo, que el IPSS estaba en la línea de mira de las privatizaciones. Sabíamos también lo que se pretendía hacer y no supimos defenderlo como se merecía. Fue bandera de luchas fragmentadas de un gremio que no supo aglutinarse alrededor de él y cercarlo para impedir que fuera profanado. Hoy día, condenado a morir lentamente, disfrazado con un rejuvenecimiento artificial que durará hasta que las EPS se consoliden, sobrevive porque el sacrificio de sus profesionales médicos lo permiten y es dirigido por una burocracia adoctrinada que no tolera la participación de los médicos organizados y que cree que llenando los diarios con avisos cotidianos de licitaciones está mostrando capacidad de acción.
Mientras este atropello se consumaba, la unidad de los médicos se resquebrajaba inexorable. Ni siquiera el peligro común fue capaz de unificarnos. Teníamos conciencia de la gravedad de lo que se venía, pero ello no impedía confrontaciones públicas, absurdas, entre organizaciones de la misma profesión.
No hay inocentes en esta responsabilidad. A todos nos alcanza, por acción o por omisión. Y no se diga que esto es derrotismo, podemos ser pesimistas porque así trascendemos nuestra duda y postulamos la crítica que nos permite emerger rebeldes con la tarea de hablar por los que no tienen voz.
Los hospitales del Ministerio de Salud donde se atendían aquellos que no tenían la cobertura del IPSS, hoy día exigen pago previo a cualquier atención. En este país de desocupados y de subempleados, la atención gratuita a la salud de los más pobres no existe. El acceso de la población a los hospitales ha disminuido significativamente, el costo de los medicamentos hace inútil la consulta médica, ambos son inalcanzables.
Los médicos, a pesar de todo, tenemos frente a nosotros un reto que nos obliga a dar respuesta a esa sed de sentido y de dignidad que define nuestra identificación con el pueblo. Antes que cualquier voluntad de liderazgo está el desafío de ayudar a conciliar la libertad y la justicia que el país reclama. No se trata de jerarquías espirituales, ni de libres pensadores y menos de líderes políticos. El enemigo es el pragmatismo que frustra, la riqueza que sólo busca complacencia, la pobreza que abre heridas en los más.
Esta responsabilidad sólo la podemos asumir con la fortaleza de nuestra UNIDAD. La Federación Médica Peruana, el Colegio Médico, la Asociación de Médicos del Seguro, tienen una historia de lucha que los obliga a ocupar la misma trinchera. Sus banderas son las mismas. Sus objetivos los hermanan. Defender la salud de la población, especialmente de los más pobres, convoca a nuestras organizaciones médicas a desplegar lo mejor de su unidad por una causa que nos dignifica.
Que el debate sea interno y la crítica sea respetada,al igual que las opiniones diferentes,como lo enseñaba J.C.Mariátegui.
En el Perú la marginación crece y la justicia social es
una utopía abandonada.La Democracia se desnaturaliza aún
en su precariedad. La situación exige, con carácter de urgencia,
una convocatoria que debe nacer de nuestro Colegio Médico
para definir una estrategia de lucha sin tregua y hasta el final.
De no ser así sólo quedan los hornos crematorios.