Las reclamaciones de la comunidad universitaria y de algunos sectores
de la sociedad para que termine el mandato de las Comisiones Reorganizadoras
de las Universidades, se hacen cada vez más insistentes y dramáticas.
Si el nombramiento de las referidas Comisiones fue necesario o no,
se demostrara cuando las circunstancias garanticen un enjuiciamiento sereno
y honesto de la labor que cumplieron. Cuando se pueda hacer un balance
desapasionado de cómo era la Universidad cuando esas Comisiones
llegaron y como está al momento de su retiro. Allí sabremos
si las reformas administrativas, expulsión de alumnos y docentes
incluida, se justificaban y si el aspecto académico curricular se
benefició ó, como parece, continúa igual que quiere
decir peor que antes.
El retiro de los pelotones militares que ocupaban el campus universitario,
fue un logro importante pero ello no hace menos incierto el destino de
la institución.
El mundo de la Universidad, aquí y en muchos lugares, como que
reproduce el nivel de progreso alcanzado por las instituciones académicas
y culturales del país. Por ello, la situación de crisis en
que desenvuelve su vida institucional, la indiferencia con que la observa
el Estado y la Sociedad, su aislamiento y
soledad, llegan a poner en duda la razón de su existir y de
su misión en el país.
También en este campo entramos desarmados al milenio. El futuro
universitario inmediato no le quita ni un minuto de sueño a los
responsables de él.
Pocos se han preocupado de la necesidad de replantearnos el concepto
de la Universidad que el Perú reclama, del espacio cultural que
debe ocupar, de hasta donde las universidades privadas, muchas de
ellas de dudosa calidad académica, son capaces de reemplazar a las
públicas en la competencia brutal que engendra el mercado, y hasta
cuando debemos continuar con un modelo empírico de universidad que
lo padece principalmente una juventud procedente de los estratos sociales
medios y populares, abandonados a su suerte y sin que el Estado sea capaz
de generar políticas explícitas acordes con la misión
social de la institución.
La sociedad, en su mayor parte y en sus sectores más representativos,
ignora que es por el camino de la universidad que se llega a la creación,
a la difusión y al uso del conocimiento. En pocas palabras al desarrollo
y fortalecimiento de la cultura nacional.
No son solamente las universidades nacionales las que están
en crisis, es todo el sistema universitario del país que necesita
ser modernizado y adecuado a nuestra realidad, obligado a responder para
qué se enseña y que debe enseñarse, porque de lo contrario
estamos ignorando el país que queremos construir, precisamente cuando
mas necesario se hace descubrir lo común y también
la diversidad en una sociedad tan heterogénea y plural como la nuestra.
La crisis del sistema universitario en el Perú, termina siendo
un problema sociológico porque afecta a todo el cuerpo social en
su conjunto. No admite decisiones intuitivas porque es el mundo del conocimiento
y la cultura el que está en juego. Es el rol del Estado en este
aspecto el que está por definir y es también el de la Universidad
frente a la Sociedad el que no ha sido aún suficientemente esclarecido.
La Universidad pública hace tiempo que dejó de ser
promotora de cultura. La Universidad privada no lo fue nunca.
Mientras exista ese vínculo perverso que permite al Estado decidir
los estatutos, las leyes, las autoridades, los recursos, etc. de la Universidad
Nacional, seguirán distorsionándose sus objetivos propios
y seguirá perdiéndose su responsabilidad frente a la
Nación.
El Estado, el Gobierno en este caso, aplica conceptos económicos
y financieros al mundo de la universidad. Cree que por allí va la
solución a la crisis. Desconoce que el sistema universitario ha
originado en nuestro país una sociedad partida en dos y no percibe
la pobreza científica y cultural de las universidades estatales
que no les permite formar personal calificado a la altura de lo que reclaman
las nuevas realidades sociales.
Urge construir una Universidad Democrática
que sea dueña de su rol y de su destino, de su misión al
interior del tejido social, económico y político del país,
capaz de replantearse lo que son sus propósitos y sus metas, sin
asedios económicos ni políticos que pervierten su papel
en la cultura, en el conocimiento, en la integración nacional y
en la estabilización social.
Llegará el momento, ojalá no tarde, en que tendremos
que abrir el gran debate sobre la Universidad en el Perú, sobre
la urgencia de dejar que sea ella misma quien defina su presente y su futuro,
sin conductas verticales y autocráticas impuestas desde fuera, buscando
legitimarze en un diálogo que confronte tesis, ideologías
y principios, sin discursos que confundan y aprovechando la lección
de los fracasos.
Las Comisiones Reorganizadoras deben retirarse a fin de que
la Universidad recobre su normalidad y vuelva a ser como antes recinto
de conocimiento y libertad.
Ya expió suficiente con tanto trance doloroso.