Sergio Vodanovic, abogado de profesión, destacado y prolífico dramaturgo, profesor universitario y también periodista-- escribió su primera pieza teatral, EL Príncipe Azul (1947), antes de cumplir los veinte años. Desde entonces ha escrito, producido, y ocasionalmente, dirigido una serie de obras de contenido social, caracterizadas por una gran preocupación ética y por un alto sentido crítico. Sirviendose de una mayor o menor dosis de humor, ironía y sátira, el teatro de Vodanovic refleja el contexto social sicológico de un rico panorama humano, expone los conflictos entre las generaciones y entre las clases sociales, descubre la hipocresía predominante a todo nivel y la gran distancia que existe entre los sueños y la realidad, denuncia la corrupción pública y privada, y en general cuestiona constantemente los valores tradicionales y las instituciones sociales.
Clave
social: En la mayoría
de los países de
Hispanoamérica los grupos sociales están divididos estrictamente en
estratos sociales.
En muchos casos, las clases altas llevan vidas de lujo y
despreocupación.
Aunque estas clases existen en todos los países del mundo, en
algunos países de Hispanoamérica, por
falta de una clase media amplia, las clases ricas resaltan más.
Haciendo esto muy obio. Esta mal
distribución de riqueza hace que los de la clase alta y hasta los de
clase media
tengan servidumbre, algunas veces varios, y estos sirvientes, la
mayoria de las partes rurales lejanas a las grandes ciudades,
para identificarse
como tal, llevan
uniformes para satiscacer el ego de los ricos.
Clave literaria: La fotonovela es un género paraliterario muy popular en Hispanoamérica, sobre todo entre las clases proletaria. Son como los “comics” pero traen fotos y texto en vez de dibujos. Como las telenovelas, estas revistas suelen pintar situaciones inverosímiles, a veces se basan en novelas famosas, adaptadas a las necesidades de una sociedad. Una situación muy común, tanto en las fotonovelas como en las telenovelas, es el caso de una muchacha pobre que se enamora de un hombre rico, o una persona humilde que descubre que es el hijo o hija natural de gente rica, etc. En todo caso, casi siempre se presenta la posibilidad a los pobres de escaparse de su pobreza, pero de un modo falso e idealizado.
EL DELANTAL BLANCO
Personajes
La playa. Al fondo,
una carpa. Prente a ella,
sentadas a su sombra, LA SEÑORA y LA EMPLEADA. LA SEÑORA está en traje
de baño
y, sobre él, usa un blusón de toalla blanca
que le cubre hasta las caderas. Su tez está tostada por un largo
veraneo. LA
EMPLEADA viste su uniforme blanco. LA SEÑORA es una mujer de treinta
años, pelo
claro, rostro atrayente aunque algo duro. LA EMPLEADA tiene veinte
años, tez
blanca, pelo negro, rostro plácido y agradable.
LA
SEÑORA: (Gritando
hacia su pequeño hijo, a
quien no ve y que se supone está a la orilla del mar,
justamente, al borde del escenario.) ¡Alvarito!
¡Alvarito! ¡No
le tire arena a la niñita! ¡Métase al agua! Está rica ... ¡Alvarito,
no! ¡No le
deshaga el castillo a la niñita! Juegue con ella ... Sí, mi hijito ...
juegue.
LA EMPLEADA: Es tan
peleador ...
LA
SEÑORA: Salió al
padre ... Es inútil corregirlo.
Tiene una personalidad dominante que le viene de su padre, de su
abuelo, de su
abuela ... ¡sobre todo de su abuela!
LA EMPLEADA: ¿Vendrá el
caballero mañana?
LA
SEÑORA: (Se encoge de hombros con desgano)
¡No sé! Ya estamos en marzo, todas mis amigas han regresado y Álvaro me
tiene
todavía aburriéndome en la playa. Él dice que quiere que el niño
aproveche las
vacaciones, pero para mí que es él quien está aprovechando. (Se saca el
blusón y se tiende a tomar sol) ¡Sol! ¡Sol! Tres meses
tomando sol. Estoy
intoxicada de sol. (Mirando
inspectivamente a LA EMPLEADA.) ¿Qué haces
tú para no quemarte?
LA EMPLEADA: He salido tan
poco de la casa...
LA
SEÑORA: ¿Y qué querías? Viniste a
trabajar, no a
veranear. Estás recibiendo sueldo, ¿no?
LA EMPLEADA: Sí, señora. Yo
sólo contestaba su
pregunta...
LA
SEÑORA permanece tendida
recibiendo el Sol. LA
EMPLEADA saca de una bolsa De género una revista de historietas
fotografiadas y
principia a leer.
LA SEÑORA:
¿Qué haces?
LA EMPLEADA: Leo esta
revista.
LA
SEÑORA: ¿La compraste tú?
LA EMPLEADA: Sí, señora.
LA
SEÑORA: No se te paga tan mal, entonces,
si
puedes comprarte tus revistas, ¿eh?
LA EMPLEADA no contesta
y vuelve a mirar la
revista.
LA SEÑORA: ¡Claro! Tú leyendo y que
Alvarito
reviente, que se ahogue...
LA EMPLEADA: Pero si está
jugando con la niñita ...
LA SEÑORA: Si te traje a la playa es
para que
vigilaras a Alvarito y no para que te pusieras a leer.
LA EMPLEADA deja la
revista y se incorpora para ir
donde está Alvarito.
LA SEÑORA: ¡No! Lo puedes vigilar desde
aquí.
Quédate a mi lado, pero observa al niño. ¿Sabes? Me gusta venir contigo
a la
playa.
LA EMPLEADA:
¿Por qué?
LA SEÑORA: Bueno... no sé... Será por
lo mismo que
me gusta venir en el auto, aunque la casa esté a dos cuadras. Me gusta
que vean
el auto. Todos los días, hay alguien que se para al lado de él y lo
mira y
comenta. No cualquiera tiene un auto como el de
nosotros... Claro, tú no te das cuenta de la
diferencia. Estás demasiado acostumbrada a lo bueno... Dime... ¿Cómo es
tu
casa?
LA EMPLEADA: Yo no tengo
casa.
LA SEÑORA: No habrás nacido empleada,
supongo.
Tienes que haberte criado en alguna parte, debes haber tenido padres...
¿Eres del campo?
LA EMPLEADA: Sí.
LA SEÑORA: Y tuviste
ganas de conocer la ciudad,
¿ah?
LA EMPLEADA: No.
Me gustaba allá.
LA SEÑORA: ¿Por qué te
viniste, entonces?
LA EMPLEADA: Tenía que
trabajar.
LA SEÑORA: No me vengas con ese cuento.
Conozco la
vida de los inquilinos en el campo. Lo pasan bien. Les regalan una
cuadra para
que cultiven. Tienen alimentos gratis y hasta les sobra para vender.
Algunos
tienen hasta sus vaquitas... ¿Tus padres tenían vacas?
LA EMPLEADA: Sí, señora.
Una.
LA SEÑORA: ¿Ves? ¿Qué más
quieren? ¡Alvarito! ¡No
se meta tan allá que puede venir una ola! ¿Qué edad tienes?
LA EMPLEADA: ¿Yo?
LA SEÑORA: A ti te estoy
hablando. No estoy loca
para hablar sola.
LA EMPLEADA: Ando en los
veintiuno...
LA SEÑORA: ¡Veintiuno! A
los veintiuno yo me casé.
¿No has pensado en casarte?
LA EMPLEADA baja la
vista y no contesta.
LA SEÑORA: ¡Las cosas que
se me ocurre preguntar!
¿Para qué querrías casarte? En la casa tienes de todo: comida, una
buena pieza,
delantales limpios... Y si te casaras... ¿Qué es lo que tendrías? Te
llenarías
de chiquillos, no más.
LA EMPLEADA: (Como para sí.) Me gustaría
casarme...
LA SEÑORA: ¡Tonterías!
Cosas que se te ocurren por
leer historia de amor en las revistas baratas... Acuérdate de esto: Los
príncipes azules ya no existen. No es el color lo que importa, sino el
bolsillo.
Cuando mis padres no me aceptaban un pololo porque no tenían plata . Yo
me
indignaba, pero llegó Alvaro con sus industrias y sus fondos y no
quedaron
contentos hasta que lo casaron conmigo. A mí no me gustaba porque era
gordo y
tenía la costumbre de sorberse los mocos, pero después en el
matrimonio, uno se
acostumbra a todo. Y llega a la conclusión que todo da lo mismo, salvo la plata. Sin la plata no somos nada.
Yo tengo
plata, tú no tienes. Ésa es toda la diferencia entre nosotras. ¿No te
parece?
LA EMPLEADA: Si, pero - - -
LA SEÑORA: ¡Ah! Lo crees ¿eh? Pero es
mentira. Hay
algo que es más importante que la plata: la clase. Eso
no se compra. Se tiene o no se tiene. Alvaro no
tiene clase. Yo sí la tengo. Y podría vivir en una pocilga y todos se
darían
cuenta de que soy alguien. No una cualquiera. Alguien. Te das cuenta
¿verdad?
LA EMPLEADA: Sí, señora.
LA SEÑORA: A ver... Pásame esa revista. (LA
EMPLEADA lo hace. LA SEÑORA la hojea. Mira algo y lanza una carcajada.)
¿Y
esto lees tú?
LA EMPLEADA: Me entretengo,
señora.
LA SEÑORA: ¡Qué ridículo!
¡Qué ridículo! Mira a
este roto vestido de smoking. Cualquiera se da cuenta que está tan
incómodo en
él como un hipopótamo
con faja... (Vuelve
a mirar en la revista.) ¡Y es el conde de Lamarquina! ¡El
conde de
Lamarquina! A ver... ¿Qué es lo que dice el conde? (Leyendo.) “Hija mía,
no permitiré jamás que te cases con Roberto. Él es un plebeyo. Recuerda
que por
nuestras venas corre sangre azul.” ¿Y ésta es la hija del conde?
LA EMPLEADA: Sí. Se llama
María. Es una niña
sencilla y buena. Está enamorada de Roberto, que es el jardinero del
castillo.
El conde no lo permite. Pero... ¿sabe? Yo creo que todo va a terminar
bien.
Porque en el número anterior Roberto le dijo a María que no había
conocido a
sus padres y cuando no se conoce a los padres, es seguro que ellos son
gente
rica y aristócrata que perdieron al niño de chico o lo
secuestraron...
LA SEÑORA: ¡Y tú crees todo eso?
LA EMPLEADA: Es bonito,
señora.
LA SEÑORA: ¿Qué es tan
bonito?
LA EMPLEADA: Que lleguen a
pasar cosas así. Que un
día cualquiera, uno sepa que es otra persona, que en vez de ser pobre,
se es
rica; que en vez de ser nadie se es alguien, así como dice Ud... LA
SEÑORA: Pero no te das cuenta que no
puede ser... Mira a la hija... ¿Me has visto a mi alguna vez usando
unos aros
así? ¿Has visto a alguna de mis amigas con una cosa tan espantosa? ¿Y
el
peinado? Es detestable. ¿No te das cuenta que una mujer así no puede
ser
aristócrata?... ¿A ver? Sale fotografiado
aquí el
jardinero...
LA EMPLEADA: Sí. En los
cuadros del final. (Le muestra en
la revista. LA SEÑORA ríe encantada.)
LA SEÑORA: ¿Y éste crees
tú que puede ser un hijo
de aristócrata? ¿Con esa nariz? ¿Con ese pelo? Mira... Imagínate que
mañana me
rapten a Alvarito. ¿Crees tú que va a dejar por eso de tener su aire de
distinción?
LA EMPLEADA: ¡Mire, señora!
Alvarito le botó el
castillo de arena a la niñita de una patada.
LA SEÑORA: ¿Ves? Tiene
cuatro años y ya sabe lo que
es mandar, lo que es no importarle los demás. Eso no se aprende. Viene
en la
sangre.
LA EMPLEADA: (Incorporándose.) Voy a ir a buscarlo.
LA SEÑORA: Déjalo. Se
está divirtiendo.
LA EMPLEADA se desabrocha
el primer botón de su
delantal y hace un gesto en el que muestra estar acalorada.
LA SEÑORA: ¿Tienes calor?
LA EMPLEADA: El sol está
picando fuerte.
LA SEÑORA: ¿No tienes
traje de baño?
LA EMPLEADA: No.
LA SEÑORA: ¿No te has
puesto nunca traje de baño?
LA EMPLEADA: ¡Ah, sí!
LA SEÑORA: ¿Cuándo?
LA EMPLEADA: Antes de
emplearme. A veces, los
domingos, hacíamos excursiones a la playa en el camión del tío de una
amiga.
LA SEÑORA: ¿Y se bañaban?
LA EMPLEADA: En la playa
grande de Cartagena. Arrendábamos
trajes de
baño y pasábamos todo el día en la playa. Llevábamos de comer y...
LA SEÑORA: (Divertida.) ¿Arrendaban trajes
de baño?
LA EMPLEADA: Si. Hay una
señora que arrienda en la
misma playa.
LA SEÑORA: Una vez con
Alvaro, nos detuvimos en Cartagena a echar bencina
al auto y
miramos a la playa. ¡Era tan gracioso! ¡Y esos trajes de baño
arrendados! Unos
eran tan grandes que hacían bolsas por todos los lados y otros quedaban
tan
chicos que las mujeres andaban con el traste afuera. ¿De cuáles
arrendabas tú?
¿De los grandes o de los chicos?
La EMPLEADA mira al suelo taimada.
LA SEÑORA: Debe ser
curioso... Mirar el mundo desde
un traje de baño arrendado o envuelta en un vestido barato... o con
uniforme de
empleada como el que usas
tú... Algo
parecido le debe suceder a esta gente que se fotografía para estas
historietas:
se ponen smoking o un traje de baile y debe ser diferente la forma como miran a los
demás, como se sienten
ellos mismos...
Cuando yo me puse mi primer par de medias, el mundo entero cambió para
mí. Los
demás eran diferentes; yo era diferente y el único cambio efectivo era
que
tenía puesto un par de medias... Dime... ¿Cómo se ve el mundo cuando se
está
vestida con un delantal blanco?
LA EMPLEADA: (Tímidamente.) Igual... La
arena tiene el mismo color... las nubes son iguales... Supongo.
LA SEÑORA: Pero no... Es
diferente. Mira. Yo con
este traje de baño, con este blusón de toalla, tendida sobre la arena,
sé que
estoy en “mi lugar,” que esto me pertenece... En cambio tú, vestida como empleada sabes
que la
playa no es tu lugar, que eres diferente... Y eso, eso te debe hacer
ver todo
distinto.
LA EMPLEADA: No sé.
LA SEÑORA: Mira. Se me ha
ocurrido algo. Préstame
tu delantal.
LA EMPLEADA: ¿Cómo?
LA SEÑORA: Préstame tu
delantal.
LA EMPLEADA: Pero... ¿Para
qué?
LA SEÑORA: Quiero ver
cómo se ve el mundo, qué
apariencia tiene la playa cuando se la ve encerrada en un delantal de
empleada.
LA EMPLEADA ¿Ahora?
LA SEÑORA: Sí, ahora.
LA EMPLEADA: Pero es que...
No tengo un vestido
debajo.
LA SEÑORA: (Tirándole el blusón.) Toma...
Ponte esto.
LA EMPLEADA: Voy a quedar
en calzones ...
LA SEÑORA: Es lo
suficientemente largo como para cubrirte.
Y en todo
caso vas a mostrar menos que lo que mostrabas con los trajes de baño
que
arrendabas en Cartagena. (Se levanta y obliga a
levantarse a LA EMPLEADA.) Ya. Métete en la carpa y
cámbiate. (Prácticamente
obliga a LA EMPLEADA a entrar a la carpa y luego lanza al interior de
ella el
blusón de toalla. Se dirige al primer plano y le habla a su hijo.)
LA SEÑORA: No. Adelante
no. Una empleada en la
playa se sienta siempre un poco más atrás que su patrona. (Se sienta sobre
sus pantorrillas y mira, divertida, en todas direcciones.)
LA EMPLEADA cambia de
postura con displicencia. LA
SEÑORA toma la revista de LA EMPLEADA y principia a leerla. Al
principio, hay
una sonrisa irónica en sus labios que desaparece luego al interesarse
por la
lectura. Al leer mueve los labios. LA EMPLEADA, con naturalidad, toma
de la
bolsa de playa de LA SEÑORA un frasco de aceite bronceador y principia
a
extenderlo con lentitud por sus piernas. LA SEÑORA la ve. Intenta una
reacción
reprobatoria, pero queda desconcertada.
LA SEÑORA: ¿Qué haces?
LA EMPLEADA no contesta. La SEÑORA opta por
seguir
la lectura. Vigilando de vez en vez con la vista Io que hace LA
EMPLEADA. Ésta
ahora se ha sentado y se mira detenidamente las uñas.
LA SEÑORA: ¿Por qué te
miras las uñas?
LA EMPLEADA: Tengo que
arreglármelas.
LA SEÑORA: Nunca te había
visto antes mirarte las
uñas.
LA EMPLEADA: No se me había
ocurrido.
LA SEÑORA: Este delantal
acalora.
LA EMPLEADA: Son los
mejores y los más durables.
LA SEÑORA: Lo sé. Yo los
compré.
LA EMPLEADA: Le queda bien.
LA SEÑORA: (Divertida.) Y tú no te ves nada
de mal con esa tenida.. (Se ríe.)
Cualquiera se equivocaría. Más de un
jovencito te podría hacer la corte ... ¡Sería como para contarlo!
LA EMPLEADA: Alvarito se
está metiendo muy adentro.
Vaya a vigilarlo.
LA SEÑORA: (Se levanta inmediatamente y se
adelanta.) ¡Alvarito! ¡Alvarito! No se vaya tan adentro...
Puede venir una
ola. (Recapacita de pronto y se
vuelve desconcertada hacia LA EMPLEADA.)
¿Por qué no fuiste?
LA EMPLEADA: ¿Adónde?
LA SEÑORA: ¿Por qué me
dijiste que yo fuera a
vigilar a Alvarito?
LA EMPLEADA: (Con naturalidad.) Ud. lleva el
delantal blanco.
LA SEÑORA: Te gusta el
juego, ¿ah?
Una pelota de goma,
impulsada por un niño que juega
cerca, ha caído a los pies de LA EMPLEADA. Ella la mira y no hace
ningún
movimiento. Luego mira a LA SEÑORA. Ésta, instintivamente, se dirige a
la
pelota y la tira en la dirección en que vino. La EMPLEADA busca en la
bolsa de
playa de LA SEÑORA y se pone sus anteojos para el sol.
LA SEÑORA: (Molesta) ¿Quién te ha
autorizado para que uses mis anteojos?
LA EMPLEADA: ¿Cómo se ve la
playa vestida con un
delantal blanco?
LA SEÑORA: Es gracioso.
¿Y tú? ¿Cómo ves la playa
ahora?
LA EMPLEADA: Es gracioso.
LA SEÑORA: (Molesta.)
¿Dónde está la gracia?
LA EMPLEADA: En que no hay
diferencia.
LA SEÑORA: ¿Cómo?
LA EMPLEADA: Ud. con el
delantal blanco es la
empleada, yo con este blusón y los anteojos oscuros soy la señora.
LA SEÑORA: ¿Cómo?...
¿Cómo te atreves a decir eso?
LA EMPLEADA ¿Se habría
molestado en recoger la
pelota si no estuviese vestida de empleada?
LA SEÑORA: Estamos
jugando.
LA EMPLEADA: ¿Cuándo?
LA SEÑORA: Ahora.
LA EMPLEADA: ¿Y antes?
LA SEÑORA: ¿Antes?
LA EMPLEADA: Si. Cuando yo
estaba vestida de
empleada...
LA SEÑORA: Eso no es
juego. Es la realidad.
LA EMPLEADA: ¿Por qué?
LA SEÑORA: Porque sí.
LA EMPLEADA: Un juego... un
juego más largo... como el
“paco-ladrón”. A unos
les corresponde ser “pacos”, a otros “ladrones.”
LA SEÑORA: (Indignada.) ¡Ud. se está
insolentando!
LA EMPLEADA: ¡No me grites!
¡La insolente eres tú!
LA SEÑORA: ¿Qué significa
eso? ¿Ud. me está
tuteando?
LA EMPLEADA: ¿Y acaso tú no
me tratas de tú?
LA SEÑORA: ¿Yo?
LA EMPLEADA: Sí.
LA SEÑORA: ¡Basta ya! ¡Se
acabó este juego!
LA EMPLEADA: ¡A mí me gusta!
LA SEÑORA: ¡Se acabó! (Se acerca violentamente a
LA EMPLEADA.)
LA EMPLEADA: (Firme.) ¡Retírese!
LA SEÑORA se detiene
sorprendida.
LA SEÑORA: ¿Te has vuelto
loca?
LA EMPLEADA: ¡Me he vuelto
señora!
LA SEÑORA: Te puedo
despedir en cualquier momento.
LA EMPLEADA: (Explota en grandes carcajadas, como si lo que hubiera oído
fuera el chiste mas gracioso que jamás ha escuchado.)
LA SEÑORA: ¿Pero de qué
te ríes?
LA EMPLEADA: (Sin dejar de reír.) ¡Es tan
ridículo!
LA SEÑORA: ¿Qué? ¿Qué es
tan ridículo?
LA EMPLEADA: Que me
despida... ¡vestida así! ¿Dónde
se ha visto a una empleada despedir a su patrona?
LA SEÑORA: ¡Sácate esos
anteojos! ¡Sácate el
blusón! ¡Son míos!
LA EMPLEADA: ¡Vaya a ver al
niño!
LA SEÑORA: Se acabó el
juego, te he dicho. 0 me
devuelves mis cosas o te las saco.
LA EMPLEADA: ¡Cuidado! No
estamos solas en la
playa.
LA SEÑORA: ¡Y qué hay con
eso? ¿Crees que por estar
vestida con un uniforme blanco no van a reconocer quien es la empleada
y quién
la señora?
LA EMPLEADA: (Serena.) No me levante la voz.
LA SEÑORA exasperada se
lanza sobre LA EMPLEADA y
trata de sacarle el blusón a viva fuerza.
LA SEÑORA: (Mientras forcejea) ¡China! ¡Ya
te voy a enseñar quién soy! ¿Qué te has creído? ¡Te voy a meter presa!
Un grupo de bañistas ha
acudido a ver la riña. Dos
JÓVENES, una MUCHACHA y un SEÑOR de edad madura y de apariencia muy
distinguida. Antes que puedan intervenir la EMPLEADA ya ha dominado la
situación manteniendo bien sujeta a LA SEÑORA contra la arena. Ésta
sigue
gritando ad libitum expresiones como: “rota cochina”....”¿ya te la vas
a ver
con mi marido” ... “te voy a mandar presa”... “esto es el colmo," etc.,
etc .
UN JOVEN:
¿Qué sucede?
EL OTRO JOVEN: ¿Es un ataque?
LA JOVENCITA:
Se volvió loca.
UN JOVEN: Puede que sea
efecto de una insolación.
EL OTRO JOVEN:
¿Podemos ayudarla?
LA EMPLEADA: Sí. Por favor.
Llévensela. Hay una
posta por aquí cerca...
EL OTRO JOVEN: Yo soy
estudiante de Medicina. Le
pondremos una inyección para que se duerma por un buen tiempo.
LA SEÑORA: ¡Imbéciles!
¡Yo soy la patrona! Me llamo
Patricia Hurtado, mi marido es Alvaro Jiménez, el político...
LA JOVENCITA: (Riéndose.) Cree ser la
señora.
UN JOVEN:: Está loca.
EL OTRO JOVEN: Un ataque de
histeria.
UN JOVEN:: Llevémosla.
LA EMPLEADA: Yo no los
acompaño... Tengo que cuidar
a mi hijito... Está ahí, bañándose...
LA SEÑORA: ¡Es una
mentirosa! ¡Nos cambiamos de
vestido sólo por jugar! ¡Ni siquiera tiene traje de baño! ¡Debajo del blusón está en
calzones!
¡Mírenla!
EL OTRO JOVEN: (Haciéndole un gesto al JOVEN.)
¡Vamos! Tú la tomas por los pies y yo por los brazos.
LA JOVENCITA: ¡Qué risa!
¡Dice que está en
calzones!
Los dos JÓVENES toman a
LA SEÑORA y se la llevan,
mientras ésta se resiste y sigue gritando.
LA SEÑORA: ¡Suéltenme!
¡Yo no estoy loca! ¡Es ella!
¡Llamen a Alvarito! ¡Él me reconocerá!
Mutis de los dos JÓVENES llevando en peso a LA
SEÑORA. LA EMPLEADA se tiende sobre la arena, como si nada hubiera
sucedido, aprontándose
para un prolongado baño del sol.
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: ¿Está Ud.
bien, señora?
¿Puedo serle útil en algo?
LA EMPLEADA: (Mira inspectivamente al SEÑOR
DISTINGUIDO y sonríe con amabilidad.) Gracias. Estoy bien.
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: Es el símbolo
de nuestro
tiempo. Nadie parece darse cuenta, pero a cada rato, en cada momento
sucede
algo así.
LA EMPLEADA: ¿Qué?
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: La subversión del orden
establecido. Los
viejos quieren ser jóvenes; los jóvenes quieren ser viejos; los pobres
quieren
ser ricos y los ricos quieren ser pobres. Sí, señora. Asómbrese Ud.
También hay
ricos que quieren ser pobres. ¿Mi nuera? Va todas tardes a tejer con
mujeres de
poblaciones callampas. ¡Y le gusta hacerlo! (Transición.) ¿Hace mucho
tiempo que está con Ud.?
LA EMPLEADA: ¿Quién?
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: (Haciendo un gesto
hacia la dirección en que se llevaron a LA SEÑORA.) Su
empleada.
LA EMPLEADA: (Dudando. Haciendo memoria.)
Poco más de un año.
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: Y así le paga
a usted.
¡Queriéndose pasar por una señora! ¡Como si no se reconociera a primera
vista
quién es quién! ¿Sabe Ud. por qué suceden estas cosas?
LA EMPLEADA: ¿Por qué?
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: (Con aire misterioso.)
El comunismo...
LA EMPLEADA: ¡Ah!
EL CABALLERO
DISTINGUIDO: (Tranquilizado.)
Pero no nos inquietemos. El orden está establecido. Al final, siempre
el orden
se establece... Es un hecho... Sobre eso no hay discusión...(Transición.)
Ahora con permiso señora. Voy a hacer mi footing diario. Es muy
conveniente a
mi edad. Para la circulación
¿sabe? Y
Ud. Quede tranquila. El sol es el mejor sedante. (Ceremoniosamente.) A
sus órdenes, señora. (Inicia el
mutis. Se vuelve.) Y no sea muy dura con
su empleada, después que se haya tranquilizado... Después de todo...
Tal vez
tengamos algo de culpa nosotros mismos... ¿Quién puede decirlo? (El
CABALLERO DISTINGUIDO hace mutis.)
LA EMPLEADA
cambia de posición. Se tiende de
espaldas para recibir el sol en la cara. De pronto se acuerda de
Alvarito. Mira
hacia donde él está.)
LA EMPLEADA: ¡Alvarito! ¡Cuidado con sentarse en esa roca! Se puede hacer una nana en el pie... Eso es, corra por la arenita... Eso es, mi hijito... (Y mientras LA EMPLEADA mira con ternura y delectación maternal cómo Alvarito juega a la orilla del mar se cierra lentamente el Telón.)