CAPITULO III
EVENTOS DRAMATICOSEN EL MINISTERIO DEL HERMANO BRANHAMDESPUES DE LA APARICION DEL ANGEL
Siguiendo los eventos narrados en el capítulo anterior; grandes señales y poderosas manifestaciones comenzaron a acompañar el ministerio del hermano Branham.
En tres meses sucedieron tantas cosas en el campo de lo sobrenatural que para poder enumerarlas todas necesitaríamos muchos libros.
Cómo este ministerio habría de extenderse tan rápidamente, todavía es algo difícil de entender. Dentro de un término de seis meses, gente escribía y venía de sitios fuera de los límites nacionales. Algunos lo veían en visión y venían a Jeffersonville preguntando si allí vivía alguien llamado por ese nombre. La gente del pueblo rápidamente los dirigía al tabernáculo; donde los que asistían a éste, con corazón alegre, les relataban la historia.
Narraremos algunos de estos eventos que tuvieron lugar durante los subsiguientes meses.
RESUCITANDO LOS MUERTOS
Durante el verano, el hermano Branham fue invitado a Jonesboro, Arkansas, al tabernáculo de la Hora Bíblica, en donde pastoreaba el Rev. Richard Reed. Allí se había congregado gente de 28 Estados y de México; y se estimó que unas 25.000 personas asistieron al servicio.
La gente visitante se acomodaron en carpas, camiones y algunos dormían en sus autos. Se dijo que todos los hoteles de toda aquella región estaban llenos, y no había acomodo para una persona más; y aún los hoteles a 50 millas de este sitio estaban copados.
En la última noche de campaña, cuando apenas el evangelista había subido a la plataforma, un conductor de una ambulancia parado a su derecha, le hacía señas para atraer su atención, y le dijo: "Hermano Branham, mi paciente ha muerto, ¿puede Ud. venir a ella? " Alguien dijo: "Es imposible, hay mucha gente parada en medio para poder llegar allá." Entonces cuatro hombres fuertes tomaron al hermano Branham y lo llevaron a la ambulancia. Era conmovedor y daba lástima ver aquella gente empujando para tocar tan siquiera la chaqueta del hermano Branham. El evangelista fue llevado al sitio donde estaban las ambulancias, y dentro de una de ellas vio a un anciano arrodillado en el piso; sus pantalones remendados; y en su puño tenía agarrado su sombrero todo estrujado, mientras con lágrimas en sus ojos hablaba al evangelista diciéndole: "Hno. Branham, mamá se fue." El hombre de Dios moviéndose hacia el lado del cadáver, la tomó por la mano. Sus ojos estaban apagados y efectivamente ya había muerto. Mientras el evangelista diagnostica su enfermedad, le dice al anciano: "Ella tenía cáncer." El anciano le contestó: "Si, es cierto"; y arrodillándose en el piso lloraba, diciendo: "Oh Señor, devuélveme a mamá." Por un momento hubo silencio en la ambulancia. Luego se oyó la voz del hermano Branham orando: "Dios Todopoderoso, Autor de la vida eterna, Dador de todo don perfecto; te suplico en el Nombre de Tu amado Hijo Jesús que devuelvas la vida a esta mujer." Repentinamente su mano apretó la del hermano Branham, su frente se arrugó y entonces se sentó con la ayuda del hermano Branham. Su esposo asombrado por lo que había visto la abrazó mientras gritaba de gozo: "Mamá, gracias a Dios que estás conmigo otra vez." El hermano Branham se escurrió por la puerta delantera de la ambulancia para regresar a la plataforma. El conductor de la ambulancia le dijo que había mucha gente recostada a la puerta y que no la podía abrir; entonces le dejó ir por otro sitio mientras él con su abrigo cubría el cristal del auto para que no lo vieran salir.
LA NIÑITA CIEGA QUE PERDIO A SU PADRE
Cuando él llegó a la carpa, estaba llena completamente; no obstante la lluvia, la gente estaba parada por dondequiera. El trataba de abrirse paso por entre la multitud, pero ninguno le prestaba atención, pues no sabían quién era, nunca lo habían visto. Día y noche se mantenía lleno el tabernáculo, nadie salía de el, a menos que fuera para comprar algo de comer o por alguna otra necesidad.
Cuando pasaba, el hermano oyó un quejido muy conmovedor: "Papá, papá" gritaba alguien. Al mirar, vio a una muchacha de color, ciega, que se movía entre la multitud. Se le había perdido su papá y aparentemente nadie le ayudaba a encontrarlo. Esto conmovió al hermano Branham, y deteniéndose en su camino, hizo que la pequeña tropezara con él. "Perdóneme señor" dijo ella, sabiendo que había tropezado con alguien: "Soy ciega y he perdido a mi papaíto, y no puedo llegar al autobús." "¿De donde eres? " Le preguntó el hermano Branham. "Soy de Menfis", contestó ella. "¿Qué haces por aquí? " Le preguntó él. "Vine a ver al sanador", contestó ella. "¿Cómo supiste de él? " Inquirió el evangelista. "Esta mañana oí hablar a algunas personas por la radio, quienes afirmaban haber sido sordomudos, y habían sido sanados. Oí de un señor que recibía una pensión por ser ciego, y él dijo que ahora podía leer la Biblia." "Señor, continuó ella, yo soy ciega desde muy niña, la catarata me cegó. El doctor dijo que me había cubierto el nervio óptico, y que si me operaba podría resultar peor. Mi única esperanza es conseguir al sanador, entonces Dios me sanará. Supe que ésta es su última noche aquí. Me dijeron que no podría acercarme a la carpa, y ahora papá se me ha perdido en la multitud. ¿Me ayudará Ud. a regresar al autobús?.
Por supuesto, la niña no sabía con quien estaba hablando, ni tampoco la gente a su alrededor; por lo tanto se preguntaban quién sería el que estaba hablando con la cieguita. Entonces el hermano Branham para probar su fe le dijo: "¿Y crees tú todas esas cosas que te han contado, especialmente hoy cuando hay tan buenos médicos?" "Si señor" -contestó ella- "los médicos no han podido hacer nada por mí. Yo creo que la historia del ángel que se le apareció al hermano Branham es cierta. Si Ud. tan sólo pudiera llevarme a donde está ese hombre, entonces de seguro que podré conseguir a mi papá."
Ya eso fue demasiado para el hermano Branham. El inclinó su rostro mientras lágrimas bajaban por sus mejillas, no pudo resistir al oír aquellas palabras que revelaban la fe tan sencilla que poseía aquella niñita. Luego levantando su rostro le dijo: "Jovencita, quizás yo sea la persona que tú buscas." Inmediatamente ella se agarró del evangelista diciéndole: "¿Es Ud. el sanador, es Ud.? Dígame por favor," gritaba ella, y con lágrimas en sus ojos le rogaba: "Señor no me deje, tenga misericordia de mí que soy ciega." Esta escena nos trae a la memoria al compositor ciego, Fanny Crosby, quien escribió: "No me pases no me olvides, tierno Salvador; muchos gozan tus mercedes, oye mi clamor."
Ella había oído de otros que habían recibido la vista, por eso había venido creyendo que si tan sólo pudiera lograr encontrar al hermano Branham, ella también recibiría la vista. "Yo no soy el Sanador, yo soy el hermano Branham; Jesucristo es tu Sanador." Entonces mandó a la niña a inclinar su rostro y orando dijo: "Señor, unos 1900 años atrás una vieja y pesada cruz marcaba las calles de Jerusalem, hundiendo las ensangrentadas pisadas del Maestro. Camino al calvario cayó su debilitado cuerpo debajo del pesado madero; entonces llegó Simón, el Cireneo, y le ayudó a cargar tan pesada cruz. Señor aquí está una de la descendencia de Simón dando tumbos en la oscuridad. Yo sé que Tú entiendes, Señor . . ." Entonces de momento la niña clamó: "Una vez estuve ciega, pero ahora veo" Los hombres que buscaban al hermano Branham ya se acercaban, entonces la multitud lo reconoció y empujándose el uno al otro, trataban de acercarse a él. Pero mientras la gente se acercaba, algo sucedió; un anciano con su pierna torcida, recostado sobre su muleta había estado observando aquel drama que se desarrolló frente a él, y también gritaba: "Hermano Branham, yo sé quien es Ud., he estado parado bajo esta lluvia por ocho horas, tenga misericordia de mí." "¿Cree Ud. que yo soy el siervo de Dios? ", Le preguntó el hermano Branham. "Lo creo", contestó el anciano. "Entonces en el Nombre de Jesús tire sus muletas, Ud. ya ha sido sanado." Inmediatamente la pierna torcida se enderezó. Sus gritos de gozo atrajeron a la multitud; y todos se empujaban para tocar al hermano Branham.
Hasta aquí, el hermano Branham había recibido muy poca remuneración. Rara vez se había recolectado una ofrenda para él en su tabernáculo. El trabajaba para sostener a su familia. La chaqueta que tenía puesta aquella noche, estaba bastante desgastada y remendada en algunos sitios. Al darse cuenta que su bolsillo estaba desgarrado, trató de arreglarlo, pero lo que pudo hacer fue muy poco. Cuando tenía que saludar algún ministro, le daba la mano izquierda, y con la derecha se tapaba el bolsillo roto. Aquella noche la gente no se dio cuenta de su bolsillo roto; por el contrario, ellos trataban de tocar aquella vestimenta toda rota y vieja para ser sanados. Esto nos hace recordar a Jesús cuando la multitud con tremenda fe tocaba su vestidura y eran sanados al instante.
RARO INCIDENTE EN CAMDEM, ARKANSAS
Unos días después de estos cultos, el hermano Branham fue a Camdem, Arkansas para celebrar unos servicios de sanidad divina en un auditorio de aquella ciudad.
Mientras él explicaba su llamamiento y ministerio a la gente, una luz entró en el auditorio y se posó sobre la cabeza del hermano Branham. Un fotógrafo que estaba allí, tomó una fotografía de este extraño suceso, ¡y he aquí la luz salió en la fotografía! De no haber sido por cientos de personas en la audiencia que vieron este fenómeno, quizás algunos hubieran creído que la foto había sido retocada. Muchos, aquella noche, recibieron sanidad y salvación.
La mañana siguiente, mientras era llevado por un grupo de hombres, del hotel a su auto, cientos de personas apiñadas trataban de tocarlo. Mientras tanto se oyó alguien gritando y pidiendo misericordia. "Tenga misericordia de mí, hombre de Dios."
Apartado en una esquina, estaba un pobre ancianito ciego y ya canoso, un hombre de color con su esposa. Tenía su sombrero en la mano en señal de reverencia. Inmediatamente el hermano Branham se detuvo y dijo: "Llévenme hacia él." Uno de los hombres que estaban con él, dijo: "Hermano Branham, no se atreva dejar a los blancos para atender a ese hombre de color recuerde que Ud. está en el Sur."
"El Espíritu me ha dicho que vaya donde él, llévenme donde está el anciano" dijo el hermano Branham. Al acercarse, todos abrieron paso. La esposa del ancianito le decía: "Cálmate que ahí viene él".
El anciano levantando sus temblorosas y arrugadas manos, le tocó el rostro al evangelista y le dijo: "¿Es Ud. el reverendo Branham?" Yo nunca había oído de Ud. hasta anoche. Yo tuve una madrecita muy buena y ya hace algunos años que la perdí. Ella era muy cristiana y nunca me dijo una mentira, reverendo. Yo he estado ciego por muchos años, y anoche me pareció haber visto a mi madrecita parada a mi lado, y me dijo: "Hijito, vete a Candem, Arkansas, y allí encontrarás al siervo de Dios, su nombre es Branham, y tú recibirás la vista." Reverendo, rápido me levanté me puse la ropa y cogí el autobús. Mi esposa y yo hemos caminado cientos de millas."
El hermano Branham escuchaba la historia. Luego levantó su rostro al cielo, mientras lágrimas bajaban por sus mejillas; entonces él dijo: "Padre, te doy gracias por Tu misericordia y por Tu amor hacia este pobre ciego", y tocando sus ojos, dijo: "Abre tus ojos, Jesús te ha sanado"; y he aquí, el ciego podía ver.
Muchas otras cosas parecidas sucedieron. Las innumerables visiones que él tuvo en relación con la sanidad de algunas personas, nunca fallaron, siempre han probado ser ciertas; en todo momento ha sucedido tal y como él lo ha visto en la visión.
En una ocasión, mientras él celebraba una campaña en Santa Rosa, California, un hombre entró al edificio buscando al hermano Branham, y cuando lo consiguió, le pidió que le deletreara su nombre. Cuando el hermano Branham lo hizo, el hombre sacó de su bolsillo un pedazo de papel amarillento y le dijo a su mamá: "Es el mismo, mamá." El hombre entonces procedió a relatar lo que había sucedido, dijo que 22 años atrás mientras él y su esposa oraban juntos, el Espíritu de Dios habló a través de él, diciendo: "Mi siervo William Branham pasará por esta costa del Oeste, trayendo un don de Sanidad Divina en los últimos días." Ellos habían creído la profecía; y cuando oyeron el nombre del hermano Branham, rebuscaron las viejas profecías, y allí estaba escrito.
Así concluimos la información que nos fue suplida por aquellos que asisten a su iglesia en Jeffersonville.
Debiéramos también añadir que durante estos primeros meses, dos jóvenes de nombres, Q. L. Jaggers, y Gayle Jackson, asistieron un número de veces a estos servicios. Recientemente, durante una conferencia en Dallas, estos dos jóvenes le preguntaron al hermano Branham si él los recordaba. El los reconoció, pero se quedó asombrado grandemente al saber que estos jóvenes quienes estaban siendo grandemente bendecidos y cuyos ministerios estaban alcanzando decenas de miles para el Señor con grandes señales y maravillas, fueran los mismos jóvenes que habían asistido a sus campañas en el comienzo de su ministerio.
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