Querido ahijado:

En la misa de hoy recordamos a San Pedro y San Pablo. En Chile, al igual que en España, se celebran los santos, así que me puse a recordar mis Pedros y mis Pablos. En realidad el único Pablo que tengo eres tú; pero esta vez, gracias al Internet, me puedo comunicar contigo.

Eres un tipo de suerte. Llevas el nombre de un gran santo. Yo, en cambio, el nombre de un rey, muy piadoso él, pero que dejó su reino en un absoluto caos y finalmente en manos extranjeras.

Pablo de Tarso recorrió a pie toda Asia Menor y Grecia, navegó preso hasta Roma, seguramente alcanzó a ir hasta las Españas y finalmente volvió a Roma para morir como su Maestro. No era el único: cientos de peregrinos recorrían los caminos del Imperio llevando el Mensaje, pero fue él, Pablo, el que mejor lo entendió y transmitió a nosotros los gentiles, que en la oscuridad esperábamos la llegada de la Aurora.

¿Cómo era la gente en aquellos tiempos? La gran mayoría vivía de acuerdo a aquello de: "comamos y bebamos que luego moriremos". Otros comerciaban con sus dioses improbables, ofreciéndoles sangre de animales a cambio de su salud, negocios, ambiciones, robos y adulterios. Algunos trataban de mitigar su angustia existencial iniciándose en las religiones de misterios. Por último un pequeño grupo ponía sus esperanzas en la Virtud, creyendo sin poder demostrarlo que ese es el verdadero destino del hombre.

¿Qué les trae Pablo? La buena nueva de que el hombre no está abandonado de los dioses. Que el Dios único ha enviado a su Hijo para que se haga hombre como nosotros. Que nos hable en nuestra lengua, que sufra junto a nosotros, que muera por nosotros, que resucite para mostrarnos que no es cierto que el destino del hombre sea volver al polvo del cual nació.

Pasaron 2000 años. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Nada y todo. Porque sigues viendo a tu alrededor una mayoría que sólo vive para pasarla bien. Sus dioses ahora se llaman dinero, poder, status, promoción social, sexo, belleza, ecología, droga y mil más. También algunos buscan calmar su angustia en sectas, ovnis, meditación trascendental, yoga y todas las formas de esoterismo. Y todavía encontramos en medio de todo esto gente buena, que busca la Virtud por un sentimiento de decencia que heredaron de sus padres y que no pueden explicar.

Pero ahora tenemos otra opción. Podemos creer en el Mensaje que nos trajo Pablo y esperar un destino diferente. Las cartas de Pablo se leen todos los días en todos los pueblos de Europa, junto con las palabras de su Maestro. Ayudándonos a ser menos malos, dando sentido a nuestros sufrimientos, poniendo en perspectiva nuestros éxitos y fracasos, mostrándonos un Camino hacia el infinito.

Pablo de Lovaina, tus padres eligieron tu nombre no porque fuera bonito, ni porque estuviera de moda, sino porque sabían quién fue Pablo de Tarso. Que en el día de tu Santo él te proteja y te guíe, y ojalá podamos todos llegar un día a poder decir como él lo que leímos en la misa de este Domingo:
 

"Querido hermano: Yo ya estoy para ser ofrecido en sacrificio; ya se acerca la hora de mi muerte. He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el Juez justo, me dará en aquel día. Y no me la dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan que él vuelva."


¡FELIZ SANTO!