Páginas 269-272.-

¡El esfuerzo, de nada le sirvió!... Ni siquiera pudo recoger el fruto, de lo sembrado en aquella temporada...
¿Para qué cavar?... ¿Para qué la labranza?, si se paralizó la Reforma Agraria y con ella, murió la esperanza.
El aristócrata Sanjurjo, recuperó ¡eso sí!, prestigio, tierras y dinero; y mientras que los salarios agrícolas subieron y subieron siendo ministro Largo Caballero, de nuevo y a razón de cinco céntimos de peseta, por día se redujeron. ¡Aquello sí que llevaba al jornalero, al mismísimo camino del desolladero!
¡Bajando el jornal y subiendo el pan, menuda la que se fue a armar!



-¿Aumentaría y mucho la tensión social? -se atrevió la nieta a vaticinar.
¿Que si aumentó?... ¡cómo no!... Pero ya tenían preparada "su" solución.
-¿Cuál?... ¡Porque se necesita ser un artista para hacerle a ese roto un remendón sin que se le noten las aristas! -la nieta le respondió.
¡Pues más fácil no la pudieron encontrar... aumentaron el presupuesto y con él, el personal encargado de apalear!
-¡Vaya una solución... que más que desinhibir, aumentaría el follón, las insidias y el rencor! -Martín le replicó.
-¿Y lo de la religión en qué quedó? -su hija le preguntó.
¡Ah!... ésos, en que tuvieron de nuevo sus escuelas en funcionamiento; en que recuperaron sus bienes, y en que además, entre todos le pagaríamos por los siglos de los siglos un buen salario, para que ya, no tuvieran que depender de los fieles nunca más.
-Entonces... ¿se escamoteó la reforma? -la hija preguntó. Sí hija sí, y además, salieron a la luz cuantas maniobras antidemocráticas, antes las derechas pudieron elucubrar. Por otro lado, las izquierdas ya estaban en Guardia; pues en Italia y en Alemania, los fachas ya habían empezado a gobernar; y en Austria... en Austria hasta se atrevieron a cañonear los barrios obreros, para dar escarmiento contra el orden plural que los trabajadores, junto a las clases medias, se atrevieron a implantar.
-¡Pero... atacaron así y sin más ni más, las vidas y las haciendas de las gentes de aquel lugar!- exclamó Martín.
-¡Algo harían desde la calle o contra los útiles de trabajar; porque así, machacarlos sin más, parece un crimen de esa humanidad! -la nieta se atrevió a añadir.
Hacer... hacer, desde luego ni por la radio lo dijeron, ni nosotros lo alcanzamos a saber; pero lo más natural sería, que día tras día, pidiendo mejoras se atreviesen a protestar... y como el rico, lo que mejor sabe es pisotear y avasallar... quizás que las izquierdas de España se aplicaron aquel antiguo refrán que dice: ¡Cuando las barbas del vecino veas cortar, ve poniendo las tuyas a remojar!
-¡Sí, pero si nacemos todos por el mismo sitio!
-¿Por qué en unos anidó la bondad y la conformidad, y en otros lo hizo la soberbia y la maldad? -le vino su hija a cortar.
Llevas razón hija mía, y a eso, difícilmente yo te podría contestar; pero si te diré, que antes había en todos los bandos más brutalidad; y aún así, siempre, quien algo tenía, llevaba las de ganar ¡sí ya sé que ahora también es, más o menos igual!, pero si te fijas bien, podrás ver que el rico actual, aunque tenga los mismos instintos, aprecia mucho más la tranquilidad y la paz. Claro que también hay muchísimos casos, en que si se les mira con detenimiento se puede observar, cómo el potentado de ahora es también mucho más taimado y también más voraz; que acuerda bajo cuerda, que se sitúa en la sombra, y que mueve los hilos del cómo gobernar; pues así, saca adelante cuantas leyes y normas a él le interesan, sin que tenga que sufrir ningún percance; que utiliza a las personas sin importarle a quién se lleva por delante; que vicia las instituciones y, cuando le conviene, hasta quebranta y destroza... se sale... se sale con la suya, y a otra cosa.
Eso... eso hicieron allí con la ley de cultivos, la que daba el derecho de compra a los arrendatarios y a los rabassaires altivos, aquellos que durante más de catorce años trabajaron las tierras y las limpiaron de piedras y de leños, cosa que antes, jamás quisieron hacer sus legítimos dueños.
Eso... eso acertaron a urdir aquellos déspotas-cabezones que utilizaron hasta al Tribunal de Garantías Constitucionales para que declarara tener un exceso de atribuciones, y sin escrúpulos ni contemplaciones ¡rácano que racaneas!, hacer que tal iniciativa legal se perdiese en ese enjambre de ventanillas, despachos y cajones. Pero no contentos con defenestrar las pocas normas, con mil esfuerzos ya establecidas, llegó un tal Salazar; a la sazón Ministro de la Gobernación, y enfatizó su cometido de tal manera que logró reducir a la impotencia a los alcaldes y concejales izquierdistas. Su grupo político adujo para esta ocasión, que peligraba ¡y mucho!, la seguridad nacional. Así cobraron dos pájaros de un solo tiro; pues de un lado, mermaron la fuerza reivindicativa del campo; y del otro, dejaron a campesinos y peones, en manos de los caciques, y bajo la furia de sus matones.
-¡Pero abuelo!... Y las fuerzas del orden... Es que ante los desmanes... ¿se negaba a actuar? -le cortó la nieta.
No mi cielo, no... pero aconteció que en aquella época ¡la del bienio negro!, ni a ellas, les dejaban los gobernantes bien actuar, ni éstas ¡por la dureza exigida!, dejaban al pueblo resollar. Fíjate cómo sería que al menor asomo de manifestación ya fuese ésta pacífica -como lo fue la de la FNTT-UGT que tuvo como fin, obligar al gobierno derechista a negociar ciertas garantías de paz y de trabajo para todo un año- o de protesta, para alargar los períodos en que el obrero pudiera trabajar -sin tener que circunscribirse a la siembra, a la siega o el período aceitunero- ellos, los mandos, siempre entendieron que se trataba de una nueva estratagema para que se les unieran los revolucionarios anarquistas, y en vez de cavilar "el cómo se podría dialogar para que la protesta pacífica resultase funcional" escondían la cabeza bajo el ala, y... ¡hala!, a cargar contra los menesterosos, haciéndoles las mayores "judiás". ¡Querían ver si era verdad que entre los palos, el piojo verde y las exigencias del tajo, los sufridos obreros terminaban por reventar!, y eso... cuando no salía el loco de turno, y a la menor excusa -sin más miramientos ni pretextos- sobre sus famélicas barrigas se ponía a disparar.
-¡Pero abuelo... eso no podía ser verdad! -le dice la nieta llena de incredulidad.
¡¿Que no?... pues revisa con tu catedrático los archivos, y verás cómo la cosa, es mucho más grave de lo que te cuento yo!
Con deciros que raro era el día, en que -a punta de bayoneta- no se cargaba una camioneta de campesinos harapientos para llevarlos a otras localidades muy distantes, sin otro objeto ni acicate, que el de hacerles volver con sus pies desnudos, después de haberles destrozado sus ya de por sí raídos alpargates; y que otras veces, les hacían presenciar -impávidos porque no podían reaccionar- el derrumbe de sus casas rurales ¡chozas más que otra cosa!, las mismas que con tantos esfuerzos, ellos habían terminado por levantar.
¡Ése... ése era el pago por su apoyo a Pablo Iglesias... aquel abuelo socialista que quiso levantar un régimen de paz, de progreso y de libertad!
¡Ésa... ésa era la táctica derechista... provocar una rebelión anticipada, para así poder aplastarla, cuándo y cómo, les viniese en gana!