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¡El
esfuerzo, de nada le sirvió!... Ni siquiera pudo recoger el fruto,
de lo sembrado en aquella temporada...
¿Para qué cavar?... ¿Para qué la labranza?, si se paralizó la Reforma
Agraria y con ella, murió la esperanza.
El aristócrata Sanjurjo, recuperó ¡eso sí!, prestigio, tierras y dinero;
y mientras que los salarios agrícolas subieron y subieron siendo ministro
Largo Caballero, de nuevo y a razón de cinco céntimos de peseta, por
día se redujeron. ¡Aquello sí que llevaba al jornalero, al mismísimo
camino del desolladero!
¡Bajando el jornal y subiendo el pan, menuda la que se fue a armar!

-¿Aumentaría y mucho la tensión social? -se atrevió la nieta a vaticinar.
¿Que si aumentó?... ¡cómo no!... Pero ya tenían preparada "su" solución.
-¿Cuál?... ¡Porque se necesita ser un artista para hacerle a ese roto
un remendón sin que se le noten las aristas! -la nieta le respondió.
¡Pues más fácil no la pudieron encontrar... aumentaron el presupuesto
y con él, el personal encargado de apalear!
-¡Vaya una solución... que más que desinhibir, aumentaría el follón,
las insidias y el rencor! -Martín le replicó.
-¿Y lo de la religión en qué quedó? -su hija le preguntó.
¡Ah!... ésos, en que tuvieron de nuevo sus escuelas en funcionamiento;
en que recuperaron sus bienes, y en que además, entre todos le pagaríamos
por los siglos de los siglos un buen salario, para que ya, no tuvieran
que depender de los fieles nunca más.
-Entonces... ¿se escamoteó la reforma? -la hija preguntó. Sí hija
sí, y además, salieron a la luz cuantas maniobras antidemocráticas,
antes las derechas pudieron elucubrar. Por otro lado, las izquierdas
ya estaban en Guardia; pues en Italia y en Alemania, los fachas ya
habían empezado a gobernar; y en Austria... en Austria hasta se atrevieron
a cañonear los barrios obreros, para dar escarmiento contra el orden
plural que los trabajadores, junto a las clases medias, se atrevieron
a implantar.
-¡Pero... atacaron así y sin más ni más, las vidas y las haciendas
de las gentes de aquel lugar!- exclamó Martín.
-¡Algo harían desde la calle o contra los útiles de trabajar; porque
así, machacarlos sin más, parece un crimen de esa humanidad! -la nieta
se atrevió a añadir.
Hacer... hacer, desde luego ni por la radio lo dijeron, ni nosotros
lo alcanzamos a saber; pero lo más natural sería, que día tras día,
pidiendo mejoras se atreviesen a protestar... y como el rico, lo que
mejor sabe es pisotear y avasallar... quizás que las izquierdas de
España se aplicaron aquel antiguo refrán que dice: ¡Cuando las barbas
del vecino veas cortar, ve poniendo las tuyas a remojar!
-¡Sí, pero si nacemos todos por el mismo sitio!
-¿Por qué en unos anidó la bondad y la conformidad, y en otros lo
hizo la soberbia y la maldad? -le vino su hija a cortar.
Llevas razón hija mía, y a eso, difícilmente yo te podría contestar;
pero si te diré, que antes había en todos los bandos más brutalidad;
y aún así, siempre, quien algo tenía, llevaba las de ganar ¡sí ya
sé que ahora también es, más o menos igual!, pero si te fijas bien,
podrás ver que el rico actual, aunque tenga los mismos instintos,
aprecia mucho más la tranquilidad y la paz. Claro que también hay
muchísimos casos, en que si se les mira con detenimiento se puede
observar, cómo el potentado de ahora es también mucho más taimado
y también más voraz; que acuerda bajo cuerda, que se sitúa en la sombra,
y que mueve los hilos del cómo gobernar; pues así, saca adelante cuantas
leyes y normas a él le interesan, sin que tenga que sufrir ningún
percance; que utiliza a las personas sin importarle a quién se lleva
por delante; que vicia las instituciones y, cuando le conviene, hasta
quebranta y destroza... se sale... se sale con la suya, y a otra cosa.
Eso... eso hicieron allí con la ley de cultivos, la que daba el derecho
de compra a los arrendatarios y a los rabassaires altivos, aquellos
que durante más de catorce años trabajaron las tierras y las limpiaron
de piedras y de leños, cosa que antes, jamás quisieron hacer sus legítimos
dueños.
Eso... eso acertaron a urdir aquellos déspotas-cabezones que utilizaron
hasta al Tribunal de Garantías Constitucionales para que declarara
tener un exceso de atribuciones, y sin escrúpulos ni contemplaciones
¡rácano que racaneas!, hacer que tal iniciativa legal se perdiese
en ese enjambre de ventanillas, despachos y cajones. Pero no contentos
con defenestrar las pocas normas, con mil esfuerzos ya establecidas,
llegó un tal Salazar; a la sazón Ministro de la Gobernación, y enfatizó
su cometido de tal manera que logró reducir a la impotencia a los
alcaldes y concejales izquierdistas. Su grupo político adujo para
esta ocasión, que peligraba ¡y mucho!, la seguridad nacional. Así
cobraron dos pájaros de un solo tiro; pues de un lado, mermaron la
fuerza reivindicativa del campo; y del otro, dejaron a campesinos
y peones, en manos de los caciques, y bajo la furia de sus matones.
-¡Pero abuelo!... Y las fuerzas del orden... Es que ante los desmanes...
¿se negaba a actuar? -le cortó la nieta.
No mi cielo, no... pero aconteció que en aquella época ¡la del bienio
negro!, ni a ellas, les dejaban los gobernantes bien actuar, ni éstas
¡por la dureza exigida!, dejaban al pueblo resollar. Fíjate cómo sería
que al menor asomo de manifestación ya fuese ésta pacífica -como lo
fue la de la FNTT-UGT que tuvo como fin, obligar al gobierno derechista
a negociar ciertas garantías de paz y de trabajo para todo un año-
o de protesta, para alargar los períodos en que el obrero pudiera
trabajar -sin tener que circunscribirse a la siembra, a la siega o
el período aceitunero- ellos, los mandos, siempre entendieron que
se trataba de una nueva estratagema para que se les unieran los revolucionarios
anarquistas, y en vez de cavilar "el cómo se podría dialogar para
que la protesta pacífica resultase funcional" escondían la cabeza
bajo el ala, y... ¡hala!, a cargar contra los menesterosos, haciéndoles
las mayores "judiás". ¡Querían ver si era verdad que entre los palos,
el piojo verde y las exigencias del tajo, los sufridos obreros terminaban
por reventar!, y eso... cuando no salía el loco de turno, y a la menor
excusa -sin más miramientos ni pretextos- sobre sus famélicas barrigas
se ponía a disparar.
-¡Pero abuelo... eso no podía ser verdad! -le dice la nieta llena
de incredulidad.
¡¿Que no?... pues revisa con tu catedrático los archivos, y verás
cómo la cosa, es mucho más grave de lo que te cuento yo!
Con deciros que raro era el día, en que -a punta de bayoneta- no se
cargaba una camioneta de campesinos harapientos para llevarlos a otras
localidades muy distantes, sin otro objeto ni acicate, que el de hacerles
volver con sus pies desnudos, después de haberles destrozado sus ya
de por sí raídos alpargates; y que otras veces, les hacían presenciar
-impávidos porque no podían reaccionar- el derrumbe de sus casas rurales
¡chozas más que otra cosa!, las mismas que con tantos esfuerzos, ellos
habían terminado por levantar.
¡Ése... ése era el pago por su apoyo a Pablo Iglesias... aquel abuelo
socialista que quiso levantar un régimen de paz, de progreso y de
libertad!
¡Ésa... ésa era la táctica derechista... provocar una rebelión anticipada,
para así poder aplastarla, cuándo y cómo, les viniese en gana!