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¡Qué
va!... ¡La cosa ya se había pasado de castaño a oscuro! Si unos sólo
querían amedrentar y pacificar, los empecinados andaban duro que duro;
y en vista de ello, se hubo de acudir a Yagüe con sus tropas "moras"
¡que eran sanguinarias como ellas solas!, éstas tras sufrir un duro
calvario, por fin pudieron reducir aquel bastión revolucionario.
-¿Quedarían escarmentados? -sugirió la nieta.

¡Pues al parecer no!, porque devuelto Yagüe a su nido africano, hubieron
de autorizar al general Doval a que "purgara" el principado; y éste
con sus huestes, inició tal represión que hasta el perro y el gato
-entiéndase izquierdistas y católicos- salieran trasquilados. ¡Ah!
y si no fue a más, no fue por Gil-Robles y su CEDA, ni tampoco, por
la mal disimulada ambigüedad de Lerroux que actuaba entonces de caporal;
si no que fue gracias a Don Niceto que logró imponer su criterio de
clemencia pacificadora, frente a aquellas derechas que deseaban ver
correr ¡y a borbotones!, la sangre vengadora.
-En casos así, las consecuencias deben de ser tremendas, ¿no le parece
a usted? -le dijo su yerno Martín.
¡Ya lo creo que sí!, porque a partir de ahí, comenzó la presión para
desgastar la fidelidad de los mandos militares, hacia aquel republicanismo
que tan honradamente habían asumido algunos generales. Ejemplo de
estos llegaron a ser: Escobar, Rojo, Ochoa y Batet. También osaron
detener a Azaña; y no conformes con ello, quebrantaron a los socialistas
y a su fuerza parlamentaria. Luego, apareció con fuerza la censura.
¡Querían acallar las voces que denunciaban tanto odio y tanta locura!
Y tentaron otra vez al ejército, para que Franco, Fanjul o Godet,
se hiciesen con el poder.
-¿Y los anarquistas? ¿Y los comunistas? -le preguntó Daniel. Pues
los primeros, siguieron con su sinrazón de abstenerse de cooperar
cuando los necesitaban las izquierdas; y de sufrir callados los abusos
de las derechas, salvo, cuando se les hinchaban las narices, y tal
como pasa con el sarampión, ellos iban y encendían los focos del follón.
Los segundos, apenas tenían importancia ¡sólo eran unos grupúsculos!,
pero eso sí, estaban bien aleccionados y sobre la obediencia, mejor
organizados. Por eso decidieron "apechugar" con el San Benito de lo
de Asturias; porque reivindicándolo como propio, se adjudicaban una
notable acción, la cual, aderezada convenientemente, les podía abrir
un camino político algo más expedito y convincente.
-¡Entonces qué pasaba!... ¿Que su río llevaba menos agua de la que
sonaba? -le cortó su hija.
¡Tú lo has dicho! Porque aquel "desliz" de la reivindicación fue aprovechado
por la propaganda derechista, la cual dio lugar a un conocimiento
general, de que era Moscú y su commiten internacional, quienes gestaban
los caminos por los que la República Española debía de transitar.
-¡Pero eso no era faltar a la verdad! -le dijo Daniel.
¡Sí, pero dio el resultado esperado!... una división más profunda
entre los españoles de uno y otro lado que al unísono, vieron sus
ganas y su patriotismo exacerbado. Y, dado que también, algunos líderes
socialistas fueron injustamente encarcelados, el fervor popular por
éstos y el apoyo hacia Azaña, se vieron multiplicados.
¡Aquello, aquello fue lo que daría lugar, a que se sentasen firmes
las bases, para la formación de un frente popular!
¡Aquello, aquello sirvió como aviso a las derechas, para que despertasen
de su ceguera y cerrazón!
¡Aquello, aquello fue la señal, para que dejasen de imposibilitar
la evolución de la República, hacia un camino más afín al laisser-faire
que era, lo que por entonces requería el capital!
-¿Y lo lograron? -preguntó Martín.
Las izquierdas sí, porque al fin, hicieron ver a los anarquistas que
sin su participación, esos gobiernos de "pega y postín" terminarían
por destruir la obra reformista, que con tanto esfuerzo se puso en
pie durante el periodo azañista, y que abarcó a todos los sectores,
que por entonces necesitaba el país.
Las derechas no, porque siguieron creyéndose el ombligo del mundo,
ignoraron como siempre las necesidades básicas del obrero, tanto las
de casa como las del trabajo; y también olvidaron que sin participación,
el capital no encuentra ni la salida ni el atajo.
-Entonces... ¿se consolidaron las divergencias? -preguntó la nieta.
¡Y tanto que sí!, porque a partir de ahí, la desconfianza político-social
fue increscendo; en las reglas del juego político se empezó a perder
el debido respeto, y ni siquiera la cordura de Don Niceto, ni de Azaña,
ni de Marcelino Domingo, ni la de Indalecio Prieto, fueron suficientes
para contener la dialéctica de la provocación; y mucho menos lo logró
Martínez Barrios, que siempre que pudo, intercedió para que no se
hiciese efectivo el enfrentamiento, ¡¡a tiros!!, entre socialistas
y falangistas, en casi todos los barrios.
-¡Qué pena de gentes... con la tragedia a cuestas y el odio encerrado
en sus mentes! -exclamó su hija.
Pues sí, y como colofón, Calvo Sotelo que desde su Bloque Nacional,
alentaba la solución de un Estado Totalitario... ¡como en Rusia...
pero al contrario!, y en base a ello, se enfrentaba tanto a la CEDA
como al centro, o a las izquierdas, para las que proclamaba que jamás
obtendrían su perdón. Aquel efecto carambola o dominó, fue el que
pasado algún tiempo, aceleró el proceso de la tan cruel guerra civil
que a nosotros, los desdichados, nos tocó sufrir.