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El pequeño asustado, tiene los ojos grandes como platos. ¡No es para menos! A su lado está la madre, llorando para desahogarse. En aquella época de furia, todos perdieron algo además de la libertad, pero ella... ella por culpa de aquella catástrofe de la guerra, perdería a su madre, su ser más querido, además de su hogar.
Martín calla emocionado, jamás antes oyó contar la verdad, tan desnuda y tan imparcial. ¡Sí, todos fueron culpables, por que en vez de dialogar, se quisieron exterminar!
Los novios-estudiantes, guardaban un silencio obligado; eran muchas notas las que tomar, y ambos, embobados por lo que acababan de escuchar, se habían quedado muy, ¡pero que muy atrás!
Sólo el viejo, aunque entristecido por lo que se había visto obligado a revivir, se atrevía a gimotear; sus lágrimas caían por las arrugas de su cara sin cesar; y el pequeño, cuando en su cabecita rebotaban, protestaba porque no se quería mojar. Él lo dejaba ir; pero el ángel del niño se lo impedía, ¡en esos trances, el abuelo, sin las caricias del nieto no se podía quedar!
Pasaron largos minutos sin que nadie lograra sobreponerse y, en medio del silencio y de la llantina, el viejo hace un enorme esfuerzo para acabar con aquella historia tan dañina.
¡Quiere callarse!... ¡Quiere ocultarla! pero algo en su interior le dice ¡qué no!, que es mejor airearla para que los descendientes de todos, puedan bien catalogarla.
Entonces, intenta dar seguridad a su voz; mas ésta ya no está por la labor, y como en un susurro, se ve impelido a continuar:
¡Se alzaron los anti-republicanos!
¡Su odio interior les puso armas en las manos!
Y...
¡Estalló la guerra civil!
En... en Madrid -dice, viviéndolo en presente- las cosas... las cosas están salidas de madre; los gobiernos nacen por la mañana y caen por la tarde.
¡Todo son discusiones bizantinas!...
¡Todo son desplantes!...
¡Todo ya es un avispero!
¡Todos se culpan por no haber puesto los remedios antes!
En Sevilla... en Sevilla, la Plaza Nueva se llena de cadáveres... en Sevilla, los "pacos" del somatén disparan sobre hijos, padres y madres... y lo mismo ocurre en Zaragoza y en Valladolid, donde ya corre a borbotones la sangre.
Todos escuchan... se les ve a las claras que sufren; y el que relata, enmudece lleno de dolor, de impotencia y de rabia.
¡Descarriló el tren de la vida!
¡El pueblo está maltrecho!
¡Las almas intranquilas!
¡Mueren los hijos!...
¡Lloran las madres!
¡La Patria... La Patria está que arde!
¡¡Oh Dios!!... ¡¡Dónde estabas!!...
¡¡Dónde estabas que se nos hizo tan tarde!!