El rostro de Glumpe
Todos ustedes han leído a Glumpe. Es obligatorio. Ningún ciudadano del fin del milenio puede haberse pasado esta última década sin haber saboreado El discurso de la identidad y La identidad del discurso, esos dos libros gemelos que expresan el pensamiento glumpeano. La editorial "Martin & Schuster" de Nueva York nos ofrece ahora una edición castellana que los compendia y que ha sido cuidada, prologada y comentada nada menos que por J. B. Adolph Ph.D, el más serio ideólogo de la posmodernidad.
No me atrevo a comentar a Glumpe toda vez que esa tarea ha sido ya realizada en 7917 páginas por una persona como Umberto Eco, y todo su análisis apenas alcanza al preámbulo del celebrado Discurso... Este Correo de Salem se limita a pasar revista de algunas novedades que nos ofrece la nueva edición, así como de algunos singulares descubrimientos de J.B.A. Ph.D. Ésta fue, además, la tesis que le permitió conseguir su doctorado en Columbia University.
De primera intención, la contraportada del libro nos ofrece una fotografía del escritor judío alemán. ¿Cómo la han conseguido? No hay un texto en interiores que lo explique, a pesar de que habría sido absolutamente necesario porque hasta ahora no se le conocía un rostro. Como se sabe, Glumpe llevó la mayor parte del tiempo una vida clandestina a salto de mata debido a su origen semítico en la Alemania de los años 30, durante el ascenso irresistible de la cruz gamada y el terror fascista. Tal es la razón por la cual nunca se nos había ofrecido una fotografía suya.
Se sabe, sin embargo, que, con nombre fingido, dictó clases de "Epistemología del Cero" en la universidad de Berlín durante el invierno de 1936, hasta que su identidad judía fue descubierta por un colega suyo que lo delató ante las temibles S.S. De vuelta a la oscura clandestinidad, Glumpe no se dará descanso hasta culminar sus dos libros, cuya publicación no alcanzó a ver, porque tuvo que escapar sin ellos hacia América, donde moriría el año 43. En 1950, los originales fueron hallados entre los escombros de un ghetto de Stutgart, y editados con tan sólo el apellido, carentes del nombre de pila y el rostro del escritor que ahora glorifica el mundo culto.
La foto que ofrece "Martin & Schuster" tan sólo es sorprendente cuando se piensa en cómo habrá sido hallada. El rostro nos ofrece el ceño fruncido, las gafas de filo dorado y los ojos cansados, normales en cualquier intelectual de la época. El teórico de la identidad se halla en medio de un grupo de caballeros estáticos de abrigo plomo y sombrero negro. Se podría suponer que es Woody Allen infiltrado en una reunión del Politburó. Es más, los dos serios profesores que tiene a sus costados se parecen infatigablemente a Lavrenti Beria y Georghi Malenkov. Los claustros helados de la universidad de Berlín hacen el fondo.
Lo extraño es la aparición en el retrato de un pequeño can, un Hush Puppie, que a los pies de Glumpe mira al hombre parecido a Malenkov. ¿Se trata acaso del célebre perro gramatical inmortalizado como una metáfora que enlaza el "discurso de la identidad" con la "identidad del discurso"?
J. B. Adolph Ph.D. Jr. lo supone así. Es más, en el comentario correspondiente, asegura que el cariñoso "Kaiser", moviendo la cola todo el tiempo, le habría sugerido a Glumpe las ideas de moción perpetua en el periplo de la identidad. En efecto, en la página 1017 de la edición citada, Glumpe se permite cosa extraña en un teórico recordar al mastín: "Su ladrido largo y penetrante me despertó una noche en que solamente se escuchaba afuera el ulular de las motos de la Gestapo. En ese momento, puedo confesarlo, formulé la teoría del de-construccionismo".
No sé si ustedes tienen ya en su poder la edición citada, pero en efecto las orejas y los ojos del perro de la foto son bastante doctorales, como ocurre en todo Hush Puppie que se respete. Me dio la impresión, además, de que variaba la vista, puesto que ahora que termino esta nota, ya está mirando al hombre parecido a Lavrenti Beria. En su identidad woodyallanesca, Glumpe parece sonreír filosóficamente.
Adolph repara en algo más extraño aún: las profecías de Glumpe. A partir de la página 7941, el de-construccionista menciona una serie de eventos e inventos que ningún hombre de su tiempo podría haber previsto. Entre ellos se encuentra la extensión de una red electrónica que comunica el discurso de los hombres de todo el mundo. ¿Se trata, acaso, del e-mail?
La página 7950 que nadie parece haber leído antes de Adolph comienza con el descenso en la Luna de "dos norteamericanos", la construcción y la "deconstrucción" del Muro de Berlín, la creación de un hombre en el laboratorio: al que llama clown, la creación de una moneda europea y, por fin, la red de chips y "máquinas de comunicarse" antes citada.
En un comentario al pie de la página 8041, Adolph se permite mostrar al mundo un diario de Glumpe recientemente descubierto por él. Aquí, algunas de sus frases:
"El año final de este milenio, el líder del país más poderoso será obligado a llevar un estigma infamante. El Senado lo condenará a portar una gigantesca letra "A" de adúltero sobre su pecho, pero aun así concluirá su mandato".
"Ese mismo año, por medio de la red cibernética se hará público un artículo periodístico que habla de mi rostro, que me inventa en el mundo, que me adjudica dos libros falsos, que carece de la imaginación suficiente para endilgarme un nombre de pila, que ha obligado a los lectores a pensar que hay libros obligatorios, y que se debe terminar de leer ciertos farragosos "Correos de Salem".