JORGE
Y DOLORES
No
es que pasara hace poco, pero desde entonces las niñas no dejan de cantar.
Era
la época en que el Invierno se mezcla con los aires de Febrero, y la tierra
seca vuelve todo de color sepia y de un sabor como a sal. Los ríos de polvo que
tenemos por caminos se salen de su cauce, y el sol cómplice del frío nos quema
los pellejos como el hielo del infierno. Era la época del año en que se oyen
voces en los vientos.
Y
parece que esas voces fueron las que obedeció Jorge; o tal vez fue esa escarcha
bochornosa la que lo sedujo. Lo recuerdo muy bien - váyase pronto pa’ que no
lo agarre la candelilla - ese granizo que se pega al cuerpo y nunca se derrite,
como si uno se llenara de babas para siempre.
Ese
día hubo muchas culebras en el cielo; el mismo día que Jorge huyó con
Doloritas.
Ella
se iba a casar con él, y ya faltaba retepoco para el casorio cuando Jorge se
empezó a notar extraño; por eso dicen que fue cosa del Diablo, porque él la
quería reteharto. Dicen que mi abuelo Pánfilo fue el último que le vio, que
andaba como muerto con los ojos bien pelones caminando por ahí - ¿Cómo estas
Jorge, listo pa’ la boda? - Y que no’más no le contestó, como si no lo
hubiera oído.
Ese
fue el día de las culebras, el mismo día del casorio, el día que ella enfermó
de tristeza.
-
¿Cómo no va a estar? si yo apenas lo vi ayer, andaba como muerto con los ojos
bien pelones. - Y ya estaba la Iglesia bien repleta, pero esos dos nada que no
llegaban; ni Jorge ni Dolores, y pues como quien dice, pus no hubo boda, ni modo
que se celebrara sin novio y sin madrina.
Entonces
fue cuando Lucrecia dijo con una voz como de hombre, muy recia - Vámonos para
la casa. Estos no vendrán. - Y ahí en su cuarto se encerró, y desde fueras se
ollía no’más como sollozaba; no le abrió la puerta ni a su madre.
Y
ahí estuvimos, yo retechico apenas, con los ojos bien abiertos no’más viendo
y oyendo, un tiempo muy largo; hasta que ya no se oyó el llanto. Don Facundo
tiró la puerta, y ahí estaba acostada en su colchón, dormida con su velo en
la cara, y un gran charco de lágrimas en el piso, como sí lo hubieran recién
fregado. - Jálate a buscar al cura, y dile que doblen a moribundo que Lucrecita
se nos va. - Y eso es todo lo que recuerdo, el sonido grave y triste de las
campanas que rebotaba en todo el pueblo; y a Doña Petra, que mientras rezaba no
sé que cosas, salió corriendo y haciendo cruces con un cuchillo, que de tan
gorda que estaba la culebra parecía que se nos caía el cielo.
Hace tiempo una culebra se llevó dos vacas.
Yo
ya tengo la misma edad que tenía mi abuelo cuando la tragedia, pero me acuerdo
rebién. La enterraron con su vestido de novia.
Por
eso ahora las niñas cantan cuando juegan, y por eso también es que en los días
de casorio se ve a Jorge caminar por el pueblo, y se oye el llanto de Lucrecita.
Y
si viene Jorge a verme,
después
de muerta,
Madre,
no lo dejes que entre,
cierra
la puerta.
Porque
él no me quiso a mí,
quiso
a Dolores;
el
consuelo que me queda:
que
tú me llores.
Y
todas mis amiguitas,
menos
Dolores,
entraran
a mi casita
a
traerme flores.
Aquí
abajo de mí cama,
aúlla
un perro;
a
las doce de la noche,
Mamá
me muero.
Armando López