LUGAR EQUIVOCADO

 

 

Todavía era de noche cuando el hombre se levantó. Con el automatismo de lo que se ha hecho miles de veces, tomó la caña, la linterna y la pipa, y se dirigió a la laguna.

Una vez allí, preparó con destreza los enseres de pesca, lanzó el anzuelo, encendió la pipa y esperó.

Acertaba a pasar por allí un joven provisto de un equipo de pesca.

-¿Qué tal, buena pesca?

-Nada, no.

-¿Hace mucho que está?

-Hoy, desde el amanecer. Pero hace diez años que vengo todas las mañanas.

-¿Y suele obtener buenas piezas?

-No, nunca.

-Pero, ¿qué carnada usa?

-Ninguna, hijo. No vale la pena.

-¿Cómo?

-Esta laguna no tiene peces, porque no tiene ni una gota de agua.

-Y ¿para qué viene?

-Porque no sabría adónde más ir, ni qué otra cosa hacer. Cuando esta laguna tenía agua, toda mi familia se alimentó de ella. No aprendí otra forma de vivir.

 

Elena Espinal