PUNTERO
IZQUIERDO
De
“Montevideanos”
Vos
sabés las que se arman en cualquier cancha más allá de Propios. Y si no
acordate del campito del Astral, donde mataron a la vieja Ulpiana. Los años que
estuvo hinchándola desde el alambrado y, la fatalidad, justo esa tarde, no pudo
disparar por la uña encarnada. Y si no acordate de aquella canchita de mala
muerte, creo que la del Torricelli, donde le movieron el esqueleto al pobre
Cabeza, un negro de mano armada, puro espamento, que ese día le dio la loca de
escupir cuando ellos pasaban con la bandera. Y si no acordate de los menores de
Cuchilla Grande, que mandaron al nosocomio al back del Catamarca, y todo porque
le habían hecho al capitán de ellos la mejor jugada recia de la tarde. No es
que me arrepienta, ¿sabés? de estar aquí en el hospital, se lo podés decir
con todas las letras a la barra del Wilson. Pero para poder jugar más allá de
Propios hay que tenerlas bien puestas. ¿O qué te parece haber ganado aquella
final contra el Corrales, jugando nada menos que nueve contra once? Hace ya dos
años y me parece ver al Pampa, que todavía no había cometido el afane pero lo
estaba germinando, correrse por la punta y escupir el centro, justo a los
cuarenta y cuatro de la segunda etapa, y yo que la veo venir y la coloco tan al
ángulo que el golerito no la pudo ni pellizcar y ahí quedó despatarrado, mandándose
la parte porque los de Progreso le habían echado el ojo. ¿O qué te parece
haber aguantado hasta el final en la cancha del Deportivo Yi, donde ellos tenían
el juez, los línea y una hinchada piojosa que te escupía hasta en los minutos
adicionados por suspensiones de juego, y eso cuando no entraban al fiel y te
gritaban: ¡Yi! ¡Y¡! ¡Yi! como si estuvieran llorando, ¿pero refregándole
de paso el puño por la trompa? Y uno haciéndose él etcétera porque si no te
tapaban. Lo que yo digo es que así no podemos seguir. O somos amateur o somos
profesional. Y si somos profesional que vengan los fasules. Aquí no es el
Estadio, con protección policial y con esos mamitas que se revuelcan en el área
sin que nadie los toque.
Aquí
si te hacen un penal no te despertás hasta el jueves a más tardar. Lo que está
bien. Pero no podés pretender que te maten y después ni se acuerden de vos. Yo
sé que para todos estuve horrible y no preciso que me pongas esa cara de
Rosigna y Moretti. Pero ni vos ni don Amílcar entienden ni entenderán nunca lo
que pasa. Claro, para ustedes es fácil ver la cosa desde el alambrado. Pero hay
que estar sobre el pastito, allí té olvidás de todo, de las instrucciones del
entrenador y de lo que té paga algún mafioso. Te viene una cosa de adentro y
tenés que llevar la redonda. Lo ves venir al calva con su carita de rompe hueso
y sin embargo no podés dejársela. Tenés que pasarlo, tenés que pasarlo
siempre, como si te estuvieran dirigiendo por control remoto. Si te digo que yo
sabía que esto no iba a resultar, pero don Amílcar que empieza a inflar y
todos los días a buscarme a la fábrica. Que yo era un puntero izquierdo de
condiciones, que era una lástima que ganara tan poco, y que cuando perdiéramos
la final él me iba arreglar el pase para el Everton. Ahora vos calculá lo que
representa un pase para el Everton, donde además de don Amílcar que después
de todo no es más que un cafisho de putas pobres, está nada menos que el
doctor Urrutia, que ése sí es Director de Ente Autónomo y ya colocó en
Talleres al entretela de ellos. Especialmente por la vieja, sabés, otra
seguridad, porque en la fábrica ya estoy viendo que en la próxima huelga me
dejan con dos manos atrás y una adelante. Y era pensando en esto que fui al café
Industria a hablar con don Amílcar. Te aseguro que me habló como un padre,
pensando, claro, que yo no iba a aceptar. A mí me daba risa tanta delicadeza.
Que si ganábamos nosotros iba a ascender un club demasiado díscolo, te juro
que dijo díscolo, y eso no convenía a los sagrados intereses del deporte
nacional. Que en cambio el Everton hacía dos años que ganaba el premio a la
corrección deportiva y era justo que ascendiera otro escalón. En la duda,
atenti, pensé para mi entretela. Entonces le dije el asunto es grave y el coso
supo con quien trataba. Me miró que parecía una lupa y yo le aguanté a pie
firme y le repetí que el asunto es grave. Ahí no tuvo más remedio que reírse
y me hizo una bruta guiñada y que era una barbaridad que una inteligencia como
yo trabajase a lo bestia en esa fábrica. Yo pensé te clavaste la foja y le
hice una entradita sobre Urrutia y el Ente Autónomo. Después, para ponerlo
nervioso, le dije que uno también tiene su condición social. Pero el hombre se
dio cuenta que yo estaba blando y desembuchó las cifras. Graso error. Allí no
más le saqué sesenta. El reglamento era éste: todos sabían que yo era el
hombre gol, así que los pases vendrían a mí como un solo hombre. Yo tenía
que eludir a dos o tres y tirar apenas desviado o pegar en la tierra y mandarme
la parte de la bronca. El coso decía que nadie se iba a dar cuenta que yo corría
pa' los italianos. Dijo que también iban a tocar a Murias, porque era un tipo
macanudo y no lo tomaba a mal. Le pregunté solapadamente si también Murias iba
a entrar en Talleres y me contestó que no, que ese puesto era diametralmente mío.
Pero después en la cancha lo de Murias fue una vergüenza. El pardo no disimuló
ni medio: se tiraba como una mula y siempre lo dejaban en el suelo. A los
veintiocho minutos ya lo habían expulsado porque en un escrimaye le dio al
entretela de ellos un codazo en el hígado. Yo veía de lejos tirándose de palo
a palo al meyado Valverde que es de esos idiotas que rechazan muy pitucos
cualquier oferta como la gente, y te juro por la vieja que es un amateur de órdago,
porque hasta la mujer, que es una milonguita, le mete los cuernos en todo
sector. Pero la cosa es que el meyado se rompía y se le tiraba a los pies nada
menos que a Bademian, ese armenio con patada de burro que hace tres años casi
mata de un tiro libre al golero del Cardona. Y pasa que te contagias y sentís
algo dentro y empezás a eludir y seguís haciendo dribles en la línea del
corner como cualquier mandrake y no puede ser que con dos hombres menos (porque
al Tito también lo echaron, pero por bruto) nos perdiéramos el ascenso. Dos o
tres veces me la dejé quitar, pero, ¿sabés?, me daba un dolor bárbaro porque
el jalva que me marcaba era más malo que tomar agua sudando y los otros iban a
pensar que yo había disminuido mi estándar de juego, allí el entrenador me
ordenó que jugara atrasado para ayudar a la defensa y yo pensé que eso me venía
al toque porque jugando atrás ya no era el hombre-gol y no se notaría tanto si
tiraba como la mona. Así y todo me mandé dos boleos que pasaron arañando el
palo y estaba quedando bien con todos.
Pero
cuando me corrí y se la pasé al ñato Silveira para que entrara él y ese
tarado me la pasó de nuevo, a mí que estaba solo, no tuve más remedio que
pegar en la tierra porque si no iba a ser muy bravo no meter el gol. Entonces
mientras yo hacía que me arreglaba los zapatos el entrenador me gritó a lo Tiíta
Rufo: «¿Qué tenés en la cabeza? ¿Moco?» Esto, te juro, me tocó aquí
adentro, porque yo no tengo moco y si no preguntale a don Amílcar, él siempre
dijo que soy un puntero inteligente porque juego con la cabeza levantada.
Entonces ya no vi más, se me subió la calabresa y le quise demostrar al coso
ése que cuando quiero sé mover la guinda y me saqué de encima a cuatro o
cinco y cuando estuve solo frente al golero le mandé un zapatillazo que te lo
vogliodire y el tipo quedó haciendo sapitos pero exclusivamente a cuatro patas.
Miré hacia el entrenador y lo encontré sonriente como aviso y recién entonces
me di cuenta que me había enterrado hasta el ovario. Los otros me abrazaban y
gritaban: «¡Pa' los contras! », y yo no quería dirigir la visual hacia donde
estaba don Amílcar con el doctor Urrutia, o sea justo en la banderita de mi
corner, pero en seguida empezó a ¡legarme un kilo de puteadas, en las que
reconocí el tono mezzosoprano del delegado y la ronquera con bíter de mi
fuente de recursos. Allí el partido se volvió de trámite intenso porque entró
la hinchada de ellos y le llenaron la cara de dedos a más de cuatro. A mí no
me tocaron porque me reservaban de postre. Después quise recuperar puntos y pasé
a colaborar con la defensa, pero no marcaba a nadie y me pasaban otro.
Difícil,
dijo Cañete. La, enfermera que me trata como al rey Farú y que tiene como ya
lo habrás jalviado, su bruta plataforma electoral, dice que tengo para un
semestre. Por ahora no está mal, porque ella me sube aúpa para lavarme ciertas
ocasiones y yo voy disfrutando con vistas al futuro. Pero la cosa va a ser después;
el período de pases ya se acaba, sintetizando, que estoy colgado. En la fábrica
ya le dijeron a la vieja que ni sueñe que me vayan a esperar. Así que no tendré
más remedio que bajar el cogote y apersonarme con ese chitrulo de Urrutia, a
ver si me da el puesto en Talleres como me había prometido.
Mario Benedetti