AL
CAER LA NIEVE
Cuando
la nieve en copos descendía
tendiendo
en la pradera su albo manto,
sentí
que el corazón se me oprimía
y
que brotaba a mi pupila el llanto.
Hijo
de tierra que, en verdor eterno,
con
torrentes de luz el sol inunda,
el pálido
fantasma del invierno
vierte
en mi seno postración profunda.
Yo
no puedo vivir en donde el hielo
aprisiona
el arroyo en sus cristales,
y el
plúmbeo tinte del nublado cielo
no
traspasan los rayos siderales.
Yo
no puedo vivir, ni encuentra el alma
encanto
alguno a la natura hermosa,
sin
oír el murmullo de la palma,
y el
doliente plañir de la tojosa.
Sin
contemplar nadando en la cañada,
cual
góndolas ligeras, los huyuyos;
y en
la noche la ceiba, salpicada
de
estrellas fulgurantes, de cocuyos.
¡Cuando
a ver tornaré, de gozo lleno,
el
arco verde que en la azul llanura,
del
Anáhuac en el profundo seno,
traza
de Cuba la gentil figura!
¡Virgen
que duerme en lecho de zafiros,
en
su túnica envuelta de esmeraldas,
y la
arrullan las brisas con suspiros,
y
juegan las espumas en sus faldas!
¡Tierra
cubana, con estrecho abrazo,
guarda
el polvo mortal de mis mayores,
dormidos
de la madre en el regazo,
bajo
el fresco follaje de sus flores!
¡Cielo
cubano contemplé en mi cuna,
el
mismo que mis hijos contemplaron,
y a
amar la patria sobre cosa alguna
los
paternales labios me enseñaron!
¡Cómo
no he de anhelar en la honda entraña
del
suelo amado reposar un día,
sin
que cave mi fosa mano extraña
ni
cubra mi sepulcro nieve fría!
Triste
presentimiento que me asalta
y en
nostálgico mar me precipita . . .
¡Toda
esperanza al corazón le falta,
y en
convulsivo horror mi ser agita!
Se
me antoja pensar que en invernales
noches,
la nieve, con helados besos,
empapará
los lienzos funerales,
y en
su sepulcro gemirán mis huesos . . .
¡Quiero
morir oyendo del solivio
el
alegre piar en la yagruma,
y
sintiendo en la frente el rayo tibio
del
sol que rasga matutina bruma!
¡En
la margen florida de Almendrares,
que
nunca agosta el aterido invierno,
el
inefable son de los palmares...
allí
anhelo dormir mi sueño eterno!
¡Allí
dormir! .., dormir hasta el instante
en
que irradie en el cielo el primer lampo
del
sol de libertad, que fulgurante
seque
la sangre que matiza el campo.
Puedan
entonces en el mármol yerto
golpear
mis hijos con tremendas manos,
y
clamar cual si oyera el padre muerto:
¡Ya
es libre Cuba, y libres tus hermanos!
No
podrá ser que el padre le responda,
pero
acaso, de gozo enardecidos,
en
lo profundo de la cripta honda
se
agitarán mis huesos carcomidos...
El pálido
fantasma del invierno...
Yo
evoco a Cuba, ante ella me prosterno,
y
dejo que en silencio corra el llanto...
Alfredo Zayas