LAS CUARENTA

 

A Rolando Laserie

 

Letrado de un reino inútil

 que ni siquiera es reino

apenas unas familias más blancas y crueles

que otras, las del Vallano

 

Todavía niño y ya vicioso de lectura

componías versos acerca del desierto

y los hombres azules

desdeñando a la vecina que regaba

del mal augurio los portones de tu calle

Sonia desnudaba sus grandes pechos

ante su ventana y la tuya

y la vergüenza te saltaba de madre

como la primera vez con la muchacha

que el azar en el cine sentó a tu lado

Nadie rompía cadenas en los suburbios

 Inútiles las arengas de Garnica

en el gallinazal.

Hermosos adolescentes declaraban

 en público

su decisión de guerreros y profetas

aplazando sin fecha la palabra

o el derramamiento de sangre

por causa de una sonrisa

Sebastián, el viejo Max, Ramiro

 repartían su pan en una banca de piedra

y el río delante era un río completo

con agua marrón, dulce y suave

deslizándose felinamente entre las piedras

 oponiendo un manso espejo en los recodos

 a la irritada voluptuosidad de las nubes

 

Nunca tenías monedas

y con tres mil carros en Cali

fue para los asesinos fácil encontrar

ese Packard del 59

en cuya puerta quedó engarzado Elías Salazar.

Había dicho: "El mando de la brigada

 era una taberna. “A Garnica lo torturaron

hasta que gritamos todos”.

En la foto de los diarios fue para siempre

 un elefante doblado dulcemente

sobre la barrera de la muerte.

 

Carlos Jiménez – Colombia