CANCIÓN
A LA BELLA DISTANTE
Para
Laura
No
era mi poesía. Mis poemas no eran.
Eras
tú solamente, perfecta como un surco abierto por palomas.
Eras
tú solamente como un hoyo de lirios
o
como una manzana que se abriera el corpiño.
Eras
tú, ¡oh! ¡Distante presencia del olvido!
Clara
como la boca del cristal en el agua,
tierna
como las nubes que atraviesan el trigo por los lados de mayo.
Dulce
como los ojos dorados de la abeja;
nerviosa
como el viaje primero de la alondra.
Eras
tú y tenías delgadas de esperanza
las
manos que me huyeron.
En
tu sien, extraviadas, bullían las sortijas.
En
tus perfectos ojos abril amanecía.
Estoy
tan impregnado de tu voz siempreviva
que
hasta esta inmensa noche parece que sonríe
y
percibo el borde líquido de tu alma.
Andabas
como andan en el árbol los astros.
Rezabas
en silencio como una margarita.
¡Oh
quién te viera abriendo esos libros que amabas
con
el alma inclinada a la luz de las fábulas!
Qué
viñeta de rosas tenían tus mejillas
cuando
abrías los labios de amor de las palabras.
Y qué
resplandeciente ciudad de serafines
descubrías,
de pronto, en el cielo de estío.
Quiero
besarte íntegra como luna en el agua.
Mañana
en los delgados calendarios de ausencia
te
encontraré buscando una pedrezuela tierna
para
marcar una hora lejana que aún espero.
Recuerdo
aquella tarde cuando quise besarte.
Tenían
los cristales un fondo de mimosas
y la
antigua ventana mecía los jardines.
Las
llamas de los árboles se tornaban oscuras
y un
ángel de eucalipto se apoyaba en el muro.
Escuchamos
de pronto la carreta profunda
que
atraviesa los prados con su carga de junio.
¡Pienso
en aquella tarde y me encuentro más solo!
Las
casas recogían la luz del occidente,
los
caminos bajaban como arroyos en llamas,
la
brisa estaba fija en el borde del álamo.
Pienso
en aquella tarde y no sé por qué lloro.
César Dávila Andrade - Ecuador