LOS
RELICARIOS DULCES
Hace
tiempo, algún alma ya borrada fue mía.
Se
nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
el
abanico de oro de su risa se abría,
o su
llanto sangraba una corriente más;
alma
que yo ondulaba, tal una cabellera
derramada
en mis manos... Flor del fuego y la cera,
murió
de una tristeza mía... Tan dúctil era,
tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás...
Delmira Agustini