MUERTE
DE AMOR
A
Margarita Manso
¿Qué
es aquello que reluce
por
los altos corredores?
-Cierra
la puerta, hijo mío:
acaban
de dar las once.
-En
mis ojos, sin querer,
relumbran
cuatro faroles.
-Será
que la gente aquella
estará
fregando el cobre.
Ajo
de agónica plata
la
luna menguante, pone
cabelleras
amarillas
a
las amarillas torres.
La
noche llama temblando
al
cristal de los balcones,
perseguida
por los mil
perros
que no la conocen,
y un
olor de vino y ámbar
viene
de los corredores.
Brisas
de caña mojada
y
rumor de viejas voces
resonaban
por el arco
roto
de la medianoche.
Bueyes
y rosas dormían.
Sólo
por los corredores
las
cuatro luces clamaban
con
el furor de San Jorge.
Tristes
mujeres del valle
bajaban
su sangre de hombre,
tranquila
de flor cortada
y
amarga de muslo joven.
Viejas
mujeres del río
lloraban
al pie del monte
un
minuto intransitable
de
cabelleras y nombres.
Fachadas
de cal ponían
cuadrada
y blanca la noche.
Serafines
y gitanos
tocaban
acordeones.
-Madre,
cuando yo me muera
que
se enteren los señores.
Pon
telegramas azules
que
vayan del Sur al Norte.
Siete
gritos, siete sangres,
siete
adormideras dobles,
quebraron
opacas lunas
en
los oscuros salones.
Lleno
de manos cortadas
y
coronitas de flores,
el
mar de los juramentos
resonaba,
no sé dónde.
Y el
cielo daba portazos
al
brusco rumor del bosque,
mientras
clamaban las luces
en
los altos corredores.
Federico García Lorca