LA
CIUDAD SIN LAURA
En
la ciudad callada y sola mi voz despierta una
profunda
resonancia.
Mientras
la noche va creciendo pronuncio un
nombre
y este nombre me acompaña.
La
soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz
enamorada.
No
puede haber nada tan fuerte como una voz
cuando
esa voz es la del alma.
En
el sonido con que suena siento el sonido de
una
música lejana.
Y en
la energía remota que la mueve siento el calor de
una
remota llamarada.
Porque
mi voz es una chispa de aquella hoguera
que
eterniza lo que abrasa.
Para
poblar este desierto me basta y sobra con
decir
una palabra.
El
dulce nombre que pronuncio para poblar este
desierto
es el de Laura.
Francisco Luis Bernárdez