EL HIJO DEL ENSUEÑO

 

 

¡Un hijo! Tu sabes, tu sientes que es eso:

ver nacer la vida del fondo de un beso

por un inefable milagro de amor.

Un beso que llene la cuna vacía

y que ingenuamente nos mire y sonría,

¡un beso hecho flor!

¡Un hijo! Un fragante, fuerte y dulce lazo.

Me parece verlo sobre tu regazo palpitando ya;

y miro conmoverse con pueril empeño

las pequeñas manos de nuestro pequeño,

como si quisieran sujetar un sueno

que llega y se va.

En el agua fresca de nuestras ternuras

mojara las alas de sus travesuras

como una paloma que aprende a volar.

y será violento, loco y peregrino,

y amará igualmente la mujer y el vino

y el cielo y el mar.

Con la sed amarga de la adolescencia

beberá en la fuente turbia de la ciencia.

¡Mi tierno cantor!

Ira por el mundo con su lira al hombro

dejando un reguero de rosas de asombro

y aun áureo fulgor.

Cruzara al galope la árida llanura

pálido de ensueño, loco de aventura

y ebrio de ideal.

Y en su desvarío de viajes remotos

volverá algún día con los remos rotos,

trayendo en los labios un sabor de sal.

Caminante absurdo, de caminos muertos

pasará su sombra sobre los desiertos

en una infinita peregrinación,

y su alucinada pupila inconforme

verá en su destino gravada

una enorme interrogación.

Pero será inútil su tenaz andanza

persiguiendo un sueno que jamás se alcanza.

Y ha de ser así, pues no hallará nunca, como yo,

la meta de todas sus ansias de hombre y poeta,

porque en las mujeres de su vida inquieta

no hallará ninguna parecida a ti.

Que tu eres la rosa de una sola vida,

la rosa que nadie verá repetida

porque al deshojarse secará el rosal.

Y como en el mundo ya no habrá esa rosa,

el ira en su búsqueda infructuosa

en pos de una igual...

 

 José Ángel Buesa