SON DIURNO

 

 

Ahora que ya tu calidad es ardiente y dura,

como el órgano que se rodea de un fuego

húmedo y redondo hasta el amanecer

y hasta un ancho volumen de fuego

respetado. Ahora que tu voz no es la importuna caricia

que presume o desordena la fijeza de un estío

reclinado en la hoja breve y difícil

o en un sueño que la memoria feliz

combaba exactamente en sus recuerdos,

en sus últimas, playas desoídas.

¿Dónde está lo que tu mano prevenía

y tu respiración aconsejaba?

Huida en sus desdenes calcinados

son ya otra concha,

otra palabra de difícil sombra.

Una oscuridad suave pervierte

aquella luna prolongada en sesgo

de la gaviota y de la línea errante.

Ya en tus oídos y en sus golpes duros

golpea de nuevo una larga playa

que va a sus recuerdos y a la feliz

cita de Apolo y la memoria mustia.

Una memoria que enconaba el fuego

y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas

el discurso del fuego acariciado.

 

 José Lezama Lima