LA TORRE ABIERTA

 

 

¡Quién pudiera

mover, de pronto, el mundo en sueños;

impulsarlo,

desde el punto radiante de sus sueños,

hacia una nueva vida!

 

(La tierra giraría

por su orbita, inefable,

llevando en sí toda la dicha,

como una yegua joven que se goza,

redonda, libre, entera

por la pradera azul de primavera,

en su galope blanco.)

 

¡Divino dinamismo,

por la ruta perenne

del libre afán dormido,

del desnudo deseo enamorado;

amor, amor!

 

Juan Ramón Jiménez