CHAMAMECERO

 

 

Mírenlo, no importa el nombre;

puede ser Joaquín, Ernesto,

Transito, Isaco o cualquiera

de nuestros chamameceros...

 

Es el dueño de la fiesta,

su callado bastonero;

sin querer todos le entregan

las riendas del sentimiento.

 

Por eso la concurrencia

siente cosquillas adentro

y que le retoza el alma

ni bien abre el instrumento...

¡Fíjense! Vale la pena

verlo, de pie en su silencio,

destrenzando melodías

y como arrugando el viento...

 

Parece un rito sagrado;

se inclina el chamamecero,

cierra los ojos y elige

un chamamé bien de adentro

que es una víbora hermosa

que parece estar en celo

porque se enreda y se enreda

hasta clavar su veneno

en los tobillos del amo...

 

Y ya desde ese momento

el correntino va herido...

No baila, reza; sus gestos

hablan por él... mientras tanto,

mientras se va retorciendo,

se desangra por la cancha

la herida de su silencio...

 

Lleva arrastrando los pies

en sinuoso viboreo;

amaga, gira, se hamaca,

se planta en el zapateo;

y como el pavo real

va erguido, pomposo y lento,

con el porte cortesano

de un antiguo caballero.

 

De que remoto pasado,

de que sepultado imperio,

de que pueblos incendiados

¿Le viene ese sortilegio?

De donde esa fuerza lenta

¿Que se va agarrando al suelo?

De donde esa gallardía

¿Que tiene bailando el  Mencho?

 

Unos dicen que es herencia

y otros, cosas de amuleto;

la música esta en el alma

de los hijos de este suelo;

se les subió por la sangre

de los talones al pecho,

y les brota por las manos

y les florece en el viento...

 

Tal vez por eso te usamos

hermano chamamecero,

negándote ese lugar

que es tuyo y que te debemos

Te aplauden y te ponderan

pero ¿quién se tomo el tiempo

de llegarse hasta tu casa

a compartir tus desvelos...?

 

¿Que sabemos de tu vida

y que de tus pensamientos...?

Que le contás a tu vino;

¿Que pena, que amor y que sueños...?

Padre de nuestra alegría,

¡Señor del baile, Maestro!

no se te paga con plata,

¡Lo tuyo no tiene precio...!

 

Ojalá no mueras nunca,

hermano chamamecero,

y haceme el favor, sí un día

llego a morir, que no pienso,

tocame tu  "Ahapotama"

o "La Cau", y te prometo

que me voy a levantar

camino del cementerio

para quedarme a tu lado,

para ser tu guitarrero

y para cantar de oído

y a dúo como en mi pueblo,

el chamamé más sentido,

el chamamé que hace tiempo

te anda llorando en el alma

y es tu voz  ¡Chamamecero!

 

Julián Zini