MARTÍ
De
ti no puede hablarse sino a través del símbolo.
A
ti té queda estrecha toda expresión verbal.
¿Qué
voz podrá ser digna del elevado acento
que
en tu cordaje de oro vibró con el aliento inmortal?
¿Quién
puede al mismo tiempo ser áncora y ser vela
para
entender la extraña ruta de tu existir?
¡Tuviste
el ala ingrávida que libremente vuela
y
fuiste como inmóvil y profunda raíz!
Buscando
tu presencia sólo acierto a evocarte
como
una letanía de símbolos: ¡crisol
y
fragua, solitaria estrella, cumbre de angustia
muerte
cara al sol!
Hay
un cálido efluvio que nos une y hermana.
Sé
que de ti proviene, que tu virtud lo emana
para
que nos exalte con su rara bondad...
¿De
qué cantera ignota salió tu estirpe humana?,
¿De
qué fuente de luces brotó tu claridad?
Eres
el verdadero camino de la Patria,
presencia
de su vida, savia de su tesoro.
Quemaste
al hombre interno, y en su lumbre de oro
te
ofrendaste, en perenne función de humanidad...
¿Quién
como tú ha podido reunir en la cima
igualdad
con justicia, libertad con decoro,
rosas
de enero y junio de perdón y amistad?
¡Forjador
de almas libres, solitario Maestro!
(¡Cuánto
dolor hallamos en tu oración del huerto!
¡Qué
agonía en tu vida, qué esperanza en tu cruz!)
Preparaste
los surcos,
regaste
la semilla
y
abonaste con sangre tu sembrado de luz.
La
lanzada traidora tu costado mancilla
y
nos muestra el milagro de tu blanco rosal...
¡Peregrino
de América, cantor de ensueños píos,
frente
que albergó el rayo del inmortal fulgor,
Martí,
pupila insomne que descansó en Dos Ríos su dolor!
Creo
por ti en la Patria y espero en el mañana.
Confío
en el futuro y en la bondad humana,
en
el premio del bueno y en el triunfo del bien.
¡Por
ti sé que hay un crédito de amor que nos ampara
contra
la deuda torpe que la maldad creara!
¡Por
ti en los míos creo y en los otros...!
¡Amén!
Mercedes
García Tudurí