LA
CASA
Allí,
en el anaquel, entre el libro de cocina
y
"Los cien mejores poemas de amor", guardas la foto
del
que no retornó.
El
mago que se hizo a la mar en una colcha de retazos,
aferrado
a su oración contra todo conjuro.
Sobre
el polvo de los muebles está la huella de su mano.
El
indicio de su partida y el vacío
que
no pudieron llenar tus fiestas de libélulas
y
alcaravanes.
En
el silencio de la casa,
tus
pasos de suprema dictadora de la ternura
anuncian
la llegada de un nuevo verano.
Fuego
fatuo. Brillo de luz entre dos oscuridades,
me
digo, y la madera acepta en su canto
la
absoluta levedad
de
tu mirada, que en el último instante
sabe
que los niños que juegan en el patio
son
el árbol y el viento que lo cubre, las flores
de
la abuela y los nietos que despides con el beso
anterior
al naufragio. Es áspero el salitre y los adioses
que nunca fueron del agrado del pañuelo.
Omar Ortiz Forero – Colombia