Heinz
Dieterich / Rebelión / 19 de julio del 2003
En enero de 1991, una terrible noticia epidemiológica sacudió
a América Latina. Después de cien años de no
registrarse un solo caso de cólera en el subcontinente, un
nuevo biotipo de vibrio cholerae apareció en el Perú.
Antes de que terminara el año, 396,536 personas cayeron víctimas
de la temible enfermedad, entre ellas 322,562 en el Perú
y 46, 284 en el Ecuador. Alrededor de tres mil murieron en ambos
países.
Cuando la noticia de la pandemia
latinoamericana llegó a Cuba, el presidente Fidel Castro
se presentó en el prestigioso instituto de investigación
biomédica, el Instituto Finlay. "Con los cables de la
noticia en la mano", recuerda un destacado científico
de la institución, "el presidente dijo: ¿Qué
pueden hacer ustedes para impedir que el cólera avance en
América Latina?" "Podemos desarrollar una vacuna",
contestaron los investigadores.
De esta manera, se inició
en la tierra de Martí la hazaña de desarrollar una
vacuna con eficacia y nivel de cobertura adecuada para proteger
"a los pobres de la tierra", pese a que en la misma isla
no hay incidencia de la enfermedad y que los costos de desarrollo
de una vacuna de esa complejidad son casi prohibitivos para la economía
de un pequeño país como Cuba.
En términos de una economía
de mercado, la elaboración de esa vacuna tendría un
costo de alrededor de quinientos millones de dólares y se
desarrollaría para una clientela sin poder adquisitivo considerable.
Es por eso, que las transnacionales capitalistas casi no invierten
en vacunas contra enfermedades endémicas que afectan a la
población marginal de la sociedad global, sino casi exclusivamente
en las "enfermedades rentables" del Primer Mundo, que
generan altas ganancias para los ejecutivos y accionistas del capital.
En Cuba, en cambio, ha existido
desde 1959 una alta sensibilidad por la salud pública y una
ética solidaria con los pueblos del Tercer Mundo que explica
la iniciativa de 1991 de Fidel, que ya ha avanzado tanto que, probablemente,
en unos pocos años puede salvar a decenas de millones de
seres humanos del flagelo del cólera.
Esa sensibilidad y preocupación
de la Revolución por la salud de los ciudadanos ---que constituye
una energía ética impulsora casi inagotable en la
vida de Fidel Castro--- se ha manifestado en múltiples ocasiones,
tal como sucedió, por ejemplo, en el desarrollo de la vacuna
contra la meningitis meningococcica B.
Cuando en 1984 se presentó
una epidemia de grandes dimensiones en el país, el Presidente
impulso la formación de un equipo de expertos que logró
diseñar en alrededor de doce meses una vacuna eficaz que
a partir de 1988, sirvió para proteger a la población
entera de la isla de esta epidemia.
La Escuela Latinoamericana de Medicina
(ELAM), nace también de este contexto de solidaridad práctica
y de internacionalismo. Los huracanes "George" y "Mitch"
que devastaron en 1998 las economías de los países
centroamericanos y caribeños y que causaron la pérdida
de miles de vidas, motivaron el envío inmediato de brigadas
de médicos y paramédicos que se adentraron en las
zonas más inhóspitas para ayudar a los afectados.
Dentro de esta ayuda, concebida
como Programa Integral de Salud (PIS), se trataba de remediar dos
problemas estructurales que atañen a los sistemas de salud
pública en todo el Tercer Mundo: a) una falta cuantitativa
de médicos y, b) una concentración de los escasos
médicos en las ciudades, donde hay mayores amenidades de
vida y mayores posibilidades de ingreso.
Fue en esas circunstancias que Fidel
Castro ideó la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM),
donde se educaría gratuitamente a jóvenes de los países
devastados, en ciencias médicas, para que retornaran como
expertos a fin de contribuir a la sostenibilidad de los sistemas
de salud nacionales.
Presentada la idea a la comunidad
científica cubana en uno de los Foros nacionales de Ciencia
y Técnica en 1998, se fundó la institución
un año después en el marco de la Cumbre Iberoamericana,
en las instalaciones de la antigua Academia Naval "Granma"
en el noroeste de la capital cubana, sobre un terreno de 1,2 millones
de metros cuadrados.
La primera generación (1999)
constaba de mil quinientos estudiantes. Aquellos que no dominaban
el castellano recibieron un curso de lenguaje intensivo de seis
meses. Todos los estudiantes absuelven un curso premédico
de nivelación que les ayuda a optimizar las clases del ciclo
de estudio de las Ciencias Básicas, que se imparten durante
los primeros dos años de la carrera en las instalaciones
de la ELAM.
Al concluir esta fase, los futuros
galenos realizan sus últimos cuatro años de estudios
clínicos en las veintiuna facultades de medicina, con las
cuales cuenta el país. Un internado rotatorio que finaliza
con un examen teórico-práctico nacional, corona la
carrera de los aspirantes con el título de Doctor en Medicina.
Cada año ingresan mil quinientos
alumnos a la institución. Actualmente, la ELAM tiene siete
mil estudiantes, más cuatrocientos noventa y dos en la Facultad
Caribeña de ciencias médicas de Santiago de Cuba,
que son atendidos por un claustro de alrededor de quinientos profesores,
incluyendo científicos de prestigiados centros de investigación
biomédica del Polo Científico. Dentro de dos años,
la matricula alcanzará la cifra de diez mil alumnos.
El alumnado proviene de diecinueve
países latinoamericanos, cuatro africanos y de Estados Unidos.
De El Salvador hay un contingente de 488 estudiantes; de Perú,
335; de México, 316; de Argentina, 293; de Brasil, 273 y
de Estados Unidos, 49.
Alrededor de cien étnias
se encuentran representados en este proyecto, cuyos estudiantes
tienen una edad media de 20 a 21 años y cuya distribución
por genero es igualitaria.
Los alumnos reciben gratuitamente
la enseñanza, los materiales didácticos, el alojamiento,
la alimentación, los uniformes escolares, y cien pesos cubanos
al mes, para gastos personales. Dieciséis laboratorios de
informática con videocaseteras e Internet, una biblioteca
y posibilidades de organizarse en actividades culturales como grupos
de música y de danza, entre otras, complementan el entorno
de su vida cotidiana.
El ingreso a la ELAM se realiza
a través de las misiones diplomáticas cubanas. Los
requisitos de admisión son comparables con los de las instituciones
de educación superior en tierra firme (http://www.elacm.sld.cu/).
Sin embargo, se hace especial énfasis en posibilitar a jóvenes
provenientes de familias con escasos recursos económicos,
el ingreso a la institución.
La Escuela Latinoamericana de Medicina;
el complejo de investigación biomédica, con sus enormes
avances en el desarrollo de vacunas contra el cólera, el
VIH y determinados tipos de cáncer; los cincuenta y tres
mil médicos y paramédicos internacionalistas, que
desde 1963 han servido en noventa y tres países, al igual
que los novedosos programas cubanos de alfabetización por
radio y televisión que se ofrecen gratuitamente a las naciones
del Tercer Mundo, son contribuciones a la cultura mundial de tal
importancia, que deben considerarse patrimonio de la humanidad.
Defenderlas
del proyecto neofascista de George Bush y Tony Blair es, por lo
tanto, un deber ético de los ciudadanos del mundo.
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