1. "¡Oh Roma felix!" –
"¡Oh Roma feliz!"Con esta exclamación, a través de
los siglos, multitudes innumerables de peregrinos, antes que
vosotros, queridos jóvenes, convocados para la quinceava Jornada
Mundial de la Juventud, se encaminaron hacia la ciudad de Roma para
arrodillarse en las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo. "¡Oh Roma feliz!". Feliz
porque consagrada por el testimonio y por la sangre de los Apóstoles
Pedro y Pablo, que todavía hoy, como dos "olivos
reverdecientes", y como dos "lámparas encendidas",
nos muestran, junto con todos los demás Santos y Mártires, a Aquel
que aquí vamos a celebrar: el Verbo que "se hizo carne y puso
su morada entre nosotros" (Jn 1,14), Jesucristo, el Hijo
de Dios, testimonio vivo del amor eterno del Padre por nosotros. "¡Oh Roma feliz!". Feliz
porque también hoy, este testimonio que conserváis, está vivo y
es ofrecido al mundo, particularmente al mundo de las nuevas
generaciones. 2. Los saludo a todos con afecto, jóvenes,
pertenecientes a la diócesis de Roma y a las Iglesias de Italia.
Saludo al Cardenal Camillo Ruini, Vicario de Roma y presidente de la
Conferencia Episcopal Italiana, y le agradezco por las palabras que
me ha dirigido. Agradezco también a los dos jóvenes romanos que -a
nombre de todos vosotros- me han saludado. Estoy contento de veros tan
numerosos y felicito a cuantos de vosotros han colaborado para que
también jóvenes de otros países puedan participar de este
excepcional encuentro. Sé cuánto han trabajado los jóvenes de las
diócesis italianas para preparar este momento de "intercambio
de felicidad". En esta ciudad, que custodia las tumbas y la
memoria de aquellos que han testimoniado del Salvador del mundo,
pueda cada día, cada joven, encontrar a Jesús, Aquel que conoce el
secreto de la verdadera felicidad, y lo ha prometido a sus amigos
con estas palabras: "Os he dicho esto, para que mi gozo esté
en vosotros, y vuestro gozo sea colmado" (Jn 15,11). Queridos, en este momento tan
esperado y significativo me resulta espontáneo volver con la
memoria al primer encuentro mundial de la juventud, que se realizó
justamente aquí, frente a la Catedral de Roma. De aquí partimos
también hoy para vivir una nueva experiencia a nivel mundial: es el
encuentro de inicio de un nuevo siglo y de un nuevo milenio. El
deseo es que este consienta al corazón de todos vosotros encontrar
a Cristo viviente en la eternidad. 3. Jóvenes romanos, fieles de la
Iglesia que tiene por Obispo al Sucesor de Pedro y que, como escribió
San Ignacio de Antioquía, es llamada a "presidir en la
caridad" (Ad Romanos, Introd.), siéntanse comprometidos
también en estos días en la acogida de los demás jóvenes
convocados de todas las regiones del mundo. Entablad con ellos una
cordial amistad. Hagan que su estadía en Roma sea gozosa,
compitiendo en el espíritu de servicio, en la acogida amigable, según
el estilo de los amigos de Jesús –Lázaro, Marta y María– que
frecuentemente lo hospedaban en sus casas. Junto con los jóvenes de
las diócesis confinantes con Roma, abrid las puertas de sus casas a
los peregrinos de esta Jornada Mundial de la Juventud, tornándose
ciudad hospital, casa amiga, para que aquí, hoy, se realice un
encuentro entre amigos: entre nosotros todos y el gran Amigo, ¡Jesús! 4. Vivan intensamente, queridos jóvenes
peregrinos del tercer milenio, esta Jornada Mundial. A través del
contacto con tantos coetáneos que como vosotros quieren seguir a
Cristo, atesorad las palabras que les serán dirigidas por los
obispos, acogiendo la voz del Señor para revigorizar su fe y
testimoniarla sin miedo, siendo concientes de ser herederos de un
gran pasado. Al inaugurar vuestro Jubileo,
queridos jóvenes, deseo repetir las palabras con las cuales inicié
mi ministerio de Obispo de Roma y de Pastor de la Iglesia Universal;
quisiera que ellas guiasen sus días romanos: "¡No tengáis
miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!" Abrid
vuestros corazones, vuestras vidas, dudas, vuestras dificultades,
alegrías y afectos a su fuerza salvífica y dejad que Él entre en
vuestros corazones. "¡No tengáis miedo! ¡Cristo sabe lo que
hay dentro del hombre! ¡Solo Él lo sabe!". Lo decía el 22 de
octubre de 1978. Lo repito con la misma fuerza hoy, viendo
resplandecer en vuestros ojos la esperanza de la Iglesia y del
mundo. Sí, dejen que Cristo reine en vuestras jóvenes existencias,
servidlo con amor. ¡Servir a Cristo es ser libres! 5. Abramos estas jornadas bajo la
mirada de María Santísima, que hoy contemplamos Asunta en el
Cielo: el ejemplo de la Virgen de Nazaret los ayude a decir "sí"
al Señor que toca a vuestras puertas y quiere entrar y hacer morada
en vosotros. Mientras en estos días se ofrecen mutua acogida,
sienten su cercanía materna, déjense conducir por ella para acoger
a Cristo, Aquel que ya el Antiguo Testamento presenta como ¡"Padre
por siempre, Príncipe de la paz" (Is 9, 5)! Y ahora, queridos jóvenes romanos
e italianos, os pido transportarse virtualmente conmigo a la Tumba
del Apóstol Pedro, donde voy a dar la bienvenida, también a nombre
vuestro, a cuantos han llegado a Roma de todas partes del mundo para
celebrar y vivir el Jubileo de los jóvenes. ¡Sobre vosotros y sobre todos
invoco la bendición del Señor! |