El Camino Neocatecumenal
es una de la realidades apostólicas más fértiles de la Iglesia. Desde su "puesta
en marcha" allá por el año 1964, se ha extendido rápidamente por todo el
mundo, impulsado por el Espíritu. Este hecho ha sido reconocido por la iglesia, con una
carta de Juan Pablo II, en la que entre otras cosas dice: "...reconozco el Camino Neocatecumenal como un
itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para los tiempos de
hoy." Eran
los años de la primavera de Juan XXIII, y Pablo VI, del
aire fresco en la Iglesia, de la eclosión del concilio Vaticano II, del
cambio del agiornamento y la ilusión. No puede olvidarse esta coyuntura en el nacimiento
de las primeras Comunidades Neocatecumenales, que surgieron en le suburbio madrileño de
Palomeras Altas, entre los más pobres, gitanos y "quincalleros". 
Kiko Argüello, era un joven pintor, en algún momento, arrollado también por el
ateísmo y el existencialismo, después profesor de la Escuela de Cursillos de
Cristiandad, también buscó su futuro en el monasterio jerónimo del Parral, en Segovia,
alumno luego del Instituto de pastoral, donde hacía su experiencia en el seguimiento de
Jesús. En una
barraca de latas y cartones como aquellos "quinquis", con la Biblia y la
guitarra, empezaba su "aventura".Enseguida le llamaban "el discípulo de
Jesús", acudían a conversar, discutir, consultar sus tremendos problemas humanos y,
con sorpresa del mismo Kiko, a dejarse interpelar por la Palabra de Dios, lo único que
podía ofrecerles, juntamente con su experiencia del encuentro vivencial con Dios. Así
fue el comienzo, de los más extraño y sencillo a la vez. Carmen
Hernández se preparaba para marchar a países del Tercer Mundo, con su
congregación religiosa, pero al conocer la actividad de Kiko en las barracas descubrió
su camino. Dejó su profesión de química, su familia más que acomodada, su vida
religiosa en las seguridad y escogió la vida de los más pobres. Así pues, Kiko y
Carmen, fueron llamados por el Señor a vivir su cristianismo en medio de los pobres,
compartiendo existencialmente la vida de aquellos que, en su miseria, soportan las
consecuencias del pecado de nuestra sociedad. y de este modo se encontraron requeridos por
las mismas personas con las que convivían, para que les anunciasen el Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo.
Algunos
de aquellos comenzaban también a cambiar su forma de ser y podía reunirse el primer
grupo en la barraca del pintor y luego también en la Iglesia, para celebrar la
Eucaristía sin la presencia de los feligreses habituales, los cuales ni aceptaban a los
"quinquis" ni entendían nada de lo que estaba pasando. Entre aquellas gentes se
producía la comunión: comenzaba a entenderse, a quererse, a vivir el cristianismo. La
palabra, que nacía en precariedad, comenzó a concretarse en una "catequesis",
es decir un "kerigma" que en la medida en que descendía sobre aquellas gentes,
realizaba el nacimiento de una nueva realidad: la "koinonía". No sin
oposición al principio y consciente luego de la realidad, monseñor Morcillo, arzobispo
de Madrid, visitaba aquella comunidad infundiendo aliento. Desde las chabolas al elegante
barrio de Argüelles, de allí a Zamora, en la parroquia de San Frontis, después
Barcelona, Roma, toda Italia, París, Hispanoamérica, Norteamérica, Europa, también en
el Este, China, Japón, y bastantes países de Africa. En todos los sitios la misma
constante, hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, que se abren a la acción salvadora de
Jesucristo resucitado, creándose entre ellos la comunión, permaneciendo unidos.
Y todo
lo que hemos comentado, ¿cómo puede darse?, muy simple, el Espíritu del Señor se ha
derramado abundantemente sobre su Iglesia. Las
tres etapas fundamentales de la vida cristiana se corresponden con las tres fases que
comprende el Camino neocatecumenal: humildad (precatecumenado), simplicidad (catecumenado
postbautismal) y alabanza (elección y renovación de las promesas bautismales). La
primera finalidad del neocatecumenado es la formación de la comunidad, y ésta nace en el
seno de la parroquia, después de un tiempo de catequesis, en las que se anuncia el
"Kerigma". una vez formada la comunidad, esta comienza a caminar en la segunda
fase: el precatecumenado. Este es un periodo de "Kenosis" en el cual los
hermanos verifican su fe caminando junto a otras personas. Durante este tiempo la
comunidad experimenta la potencia de Cristo, que les lleva a ponerlo como centro de su
vida. Pasado
un tiempo, los catequistas preparan el escrutinio que dará paso definitivo al
Catecumenado. Después los catecúmenos son iniciados por los catequistas en la oración
individual y cotidiana con los salmos.
Luego,
mediante la "traditio" y la "redditio symboly" descubren que el
bautismo que un día se les dio en la iglesia, los convierte en enviados, dando
testimonio de su fe en su ambiente cotidiano, anunciando el Evangelio por las casas,
trabajando en la pastoral de la parroquia, etc. En este momento del Camino las familias se
hacen responsables de transmitir la fe a sus hijos, mediante celebraciones domésticas. La
tercera fase es la elección y la renovación de las promesas bautismales. La
familia de Nazaret es la imagen de las Comunidades Neocatecumenales. La comunidad en la
cual Cristo se hace presente, vive en humildad, sencillez y alabanza, como la Sagrada
Familia de Nazaret. Experiencia de
Kiko Argüello Ante esta situación
viví una gran sorpresa. ¿Sabéis lo vi allí, en aquella gente? No vi lo que dice
Nietzsche, que Dios puede o no puede, yo vi en ellos a Cristo Crucificado. Vi a Cristo en
Berta, en aquella otra mujer que tenía el Parkinson, en aquel otro. Vi un misterio: el
misterio de la Cruz de Cristo.  Juan Pablo II y
Kiko Argüello
Charles de Foucauld
me dio la formula: vivir en silencia al igual que Jesús en Nazaret; en contemplación, a
los pies de Jesucristo crucificado entre aquella gente. Conocí a un asistente social y me
enseñó una zona de Palomeras Altas donde había quedado libre una barraca de tablas, que
servía de refugio de perros, y me dijo: "métete allí y no te preocupes". Y
allí ha nacido pues, un poco todo.(Extracto de la experiencia de Kiko en la Convivencia de Nueva
York). Poco a poco se acercaban
y preguntaban: ¿quién es ese que está ahí con la barba y la guitarra? Para unos era
uno que había hecho una promesa, para otros era una especie de protestante, porque iba
siempre con la Biblia. Los gitanos venían por la guitarra... No sabían quien era y esto
les interrogaba a todos. En las barracas de
Palomeras conocía entonces a Carmen Hernández, doctora en Químicas y licenciada en
Teología que, gracias al liturgista Pedro Farnés Scherer, estaba en contacto con el
corazón de la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II y la centralidad del
misterio pascual.... ...Forzados por el
ambiente de los pobres, el Señor nos hizo encontrar una forma de predicación, una
síntesis kerigmática que fue acogida por aquellos hermanos y que creó una
"koinonía", una comunidad cristiana. Así nació la primera comunidad entre los
pobres (gitanos, analfabetos, mendigos, quinquis, hombres que habían estado en la
cárcel, prostitutas, etc.). Esta comunidad, donde se visibilizaba el amor de Cristo
crucificado, llegó a ser un signo y gracias al entonces Arzobispo de Madrid, Mons.
Casimiro Morcillo, se pudo llevar a las parroquias de Madrid, a Roma y a otras naciones.
En las barracas descubrimos el trípode sobre el que más tarde se basaría el Camino
Neocatecumenal: Palabra, Liturgia y Comunidad. (Extracto de la experiencia de Kiko en la
Convivencia de Nueva York) 
Experiencia de Carmen Hernández ...Lo que quería decir
es que Kiko, el Siervo de Yahveh lo tenía muy enraizado, pero allí lo que ya loe llevé
en bandeja, y no por mí -no es mío-, fue el Concilio Vaticano II, la Pascua y la
Resurrección de los muertos. El primer canto que hizo en las barracas fue el "Siervo
de Yahveh"; hasta que llegó al "Resucitó" fueron dos años de lucha y
pelea que tuvimos, hasta que entró en el dinamismo de la Pascua. Y la Pascua ni me la he
inventado yo, ni tampoco Farnés, sino que ha sido la labor inmensa de todo el Movimiento
Litúrgico y todo el Movimiento Bíblico, que ha fermentado en el Concilio y que se ha
puesto en marcha en el Concilio. Yo siempre estaba con Kiko, pero no me fiaba de él un
pelo. Sólo me convenció el día en que llegó allí el arzobispo de Madrid, Mons.
Morcillo, que fue otro milagro que sería interesante contarlo. Entonces comencé a
colaborar con Kiko fiándome más de él cuando vi a la Iglesia. Mons. Morcillo fue un
verdadero don de Dios. E´l nos mandó ir a las parroquias... (Experiencia de Carmen en la
Convivencia de Nueva York) |