 | | He
aquí, Santo Padre, vea esta plaza, llena de Tantos hermanos vea cuántas realidades
eclesiales. Sus palabras de hace trece años han sido proféticas. ¡He aquí el soplo del
Espíritu Santo, que quiere ayudar a renovar a su Iglesia! (aplausos). Para evangelizar al hombre
contemporáneo hacen falta signos que llamen a la fe. Dice Cristo: amaos como yo os he
amado y el mundo conocerá que sois mis discípulos (cf. Jn. 13, 34-35), sed perfectamente
uno y el mundo creerá (cf. Jn. 17, 21) . Pero nosotros preguntamos: ¿dónde, en las
parroquias, se halla esta estructura de fe, que se pueda hacer sacramento, signo, para el
hombre secularizado? ¿Dónde está este amor al enemigo hecho visible, como Cristo nos ha
amado, cuando nosotros éramos sus enemigos? (cf. Rom. 5, 8-10)). El Camino Neocatecumenal
quiere ser también, como tantas otras realidades eclesiales, un itinerario en las
parroquias para hacer crecer la fe bautismal, y llegar a formar comunidades cristianas que
visibilicen el amor de Cristo a todos los hombres. un amor nuevo, una verdadera novedad
para el mundo: el amor al enemigo, ¡amor en la dimensión de la Cruz! Pero para llegar a esta
estatura de la fe, nosotros decimos que es necesario hacer pequeñas comunidades con la
Sagrada Familia de Nazaret, donde el Bautismo que hemos recibido pueda crecer, como le ha
sucedido al Hijo de Dios, que ha tenido la necesidad de una comunidad para crecer como
hombre y hacerse adulto. Para que nuestra fe se haga adulta, y pueda dar signos al hombre
moderno. Santidad, los frutos enormes
que hemos visto surgir de este itinerario de fe, familias reconstruidas, familias abiertas
a la vida, con más de seis, siete hijos, nueve; tantos jóvenes salvados de la droga,
millares de vocaciones para los seminarios y para la vida consagrada y contemplativa,
familias que se ofrecen para evangelizar en las zonas más difíciles; todo esto no
habría sido posible sin la ayuda de los obispos, pero sobre todo, sin la ayuda de Pedro
(aplausos). ¡Pedro! Pablo VI la primera vez que nos ha visto nos ha defendido de tantas
acusaciones diciendo: vosotros hacéis después del Bautismo lo que la iglesia primitiva
hacía antes del Bautismo. Y continua: "..el antes o después, diría es
secundario". Lo importante "es que vosotros miráis a la autenticidad, a la
plenitud... de la vida cristiana, y eso es mérito grandísimo..., que nos consuela
enormemente" (Pablo VI, alocución a las Comunidades neocatecumenales en la audiencia
del 8 de mayo de 1974). Pero, sobre todo, Usted, Santidad, visitando las parroquias de
Roma, más de doscientas veces que nos ha hablado con tanta valentía; enviando familias,
animándonos a abrir seminarios Redemptoris Mater; usted, confirmándonos, ayudándonos,
caminando con nosotros, aceptando dejarse fotografiar con cada familia enviada en misión,
para que todos supieran que eran familias enviadas por el Papa. Ayudándonos con la
liturgia, viniendo Usted mismo a celebrar la Eucaristía con nosotros, para animar a todos
los obispos; y sobre todo, reconociendo el Camino, en su carta a Mons.
Cordes, diciendo:
"reconozco el Camino neocatecumenal como un itinerario de formación católica,
valida para los tiempos actuales y para el hombre de hoy (Juan Pablo II, Carta
"Ogniqualvolta" a Mons. Paul Josef Cordes, 30 de agosto de 1990) (aplausos). Termino diciendo: Santidad,
continúe ayudándonos, porque esta obra nos supera, y nosotros nos sentimos pobrísimos,
siervos inútiles, peor aún, ¡total impedimento! Sin Pedro no podríamos seguir adelante
¡Gracias Santidad! (aplausos). 
|
Roma, Solemnidad de
Pentecostés, 30 de mayo de 1998 Intervención de
Kiko Argüello Estamos
contentísimos, Santo Padre, porque Usted nos ha convocado para dar gracias al Señor, por
los dones maravillosos de apostolado, de evangelización, de amor, de santidad, que El
Espíritu Santo está suscitando en la Iglesia, como fruto del Concilio, para prepararla a
la evangelización del mundo secularizado, para hacerla capaz de actuar en la Nueva
Evangelización. Gracias por la ocasión que se me ofrece de dar gracias a Dios ante
Pedro. Y conmigo tantos de estos hermanos, que en su mayor parte eran alejados de la
iglesia; que, por el miedo a la muerte vivían, como yo, esclavos del demonio, como dice
la Carta a los Hebreos (cf. 2, 15) Pero Dios ha enviado a su
Hijo para liberarnos. Cristo con su muerte y resurrección, ha quitado el poder al
demonio. Resucitado y ascendido al cielo, presenta al Padre sus llagas por todos los
hombres, y nos envía el Espíritu Santo. Este Espíritu da testimonio a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios (cf. Rom. 8, 16), hombres salvados del poder del pecado y de la
muerte, salvados de la seducción de la carne, de los engaños del mundo, pero sobre todo
de la condena de buscarnos en todo a nosotros mismos. Él, Cristo, nos ha hecho
partícipes de su naturaleza. Podemos amar como Él nos ha amado. Amar más allá de la
muerte, porque nos ha dado de su vida, nos ha dado vida eterna. Pero, ¿cómo llevar esta
riqueza inmensa a todos los hombres? He aquí el Camino Neocatecumenal. Dios me ha mandado
a mí y a Carmen Hernández a vivir entre los pobres. También querría que Carmen me
acompañase un momento (llama a Carmen: Carmen, ven aquí, ven aquí, ven aquí...
aplausos... Que te vean los hermanos, han venido de Cerdeña, de Sicilia... aplausos). El
Señor nos ha enviado a vivir entre los podrás, donde, junto a los más miserables, nos
ha hecho hallar una síntesis de predicación, un kerigma, en el redescubrimiento del
misterio pascual en una liturgia viva, que transforma la vida de las personas, y sobre
todo hace aparecer la pequeña comunidad cristiana. Todo partiendo del Concilio Vaticano
II. He aquí que somos un instrumento para ayudar a llevar la renovación del Concilio a
las parroquias. Porque ha sido el Concilio,
pensamos nosotros, la respuesta del Espíritu Santo a los desafíos del Tercer Milenio,
sobre todo al desafío de la secularización. usted, Santo Padre, en el Simposio de los
Obispos europeos, después de haber hablado de la secularización de Europa, que destruye
la familia, de la droga, del aborto, etc. ha dicho a los Obispos: "El Espíritu Santo
ha dado ya respuesta a todos estos problemas. Porque es Cristo el que salva a su
iglesia." Invitaba a los obispos a buscar los signos donde el Espíritu Santo estaba
ya soplando, Decía que era urgente una nueva evangelización, que tomase ejemplo del
"primisimo modelo apostólico". |
|
|