EL
PAPA JUAN
PABLO II Al reverendo hermano
monseñor PAUL JOSEF CORDES encargado "ad
personam" del apostolado de las comunidades neocatecumenales Siempre
que el Espíritu hace germinar en la Iglesia impulsos de una mayor fidelidad al evangelio,
florecen nuevos carismas que manifiestan tal realidad y nuevas instituciones que la ponen
en práctica. Así ha sucedido después del concilio de Trento y después del Concilio
Vaticano II. Entre las realidades
suscitadas por el Espíritu en nuestros días figuran las comunidades neocatecumenales,
iniciadas por el señor K. Argüello y por la señora C. Hernández (Madrid, España),
cuya eficacia para la renovación de la vida cristiana era acogida por ni predecesor Pablo
VI como fruto del Concilio: "Cuánta alegría y cuánta esperanza nos dais con
vuestras presencia y con vuestra actividad... Vivir y promover este despertar es lo que
vosotros llamáis una forma de después del bautismo que podrá renovar, en las actuales
comunidades cristianas, aquellos efectos de madurez y de profundización que en la Iglesia
primitiva se realizaban gracias al período de preparación al bautismo." (Pablo VI a
las comunidades neocatecumenales, audiencia general, 8 de mayo de 1974, en Notitiae 96
-1974- 230). También yo, en los
numerosos encuentros que he tenido como obispo de Roma, en las parroquias romanas, con las
comunidades neocatecumenales y con sus pastores, y en mis viajes apostólicos a muchas
naciones, he podido constatar copiosos frutos de conversión personal y un fecundo impulso
misionero. Tales comunidades
hacen visible en las parroquias el signo de la Iglesia misionera y "se esfuerzan por
abrir el camino a la evangelización de aquellos que casi han abandonado la vida
cristiana, ofreciéndoles un itinerario de tipo catecumenal, que recorre todas aquellas
fases que en la Iglesia primitiva recorrían los catecúmenos antes de recibir el
sacramento del Bautismo; les acerca de nuevo a la Iglesia y a Cristo" (cf.
Catecumenato postbattesimale en Notitiae 96 -1974- 229). Es el anuncio del evangelio, el
testimonio en pequeñas comunidades y la celebración eucarística en grupos
(cf.
Notificazione sulle celebrazioni nei gruppo del "Camino neocatecumenale" en
L´Observatore Romano, 24 de diciembre de 1988) lo que permite a sus miembros ponerse al
servicio de la renovación de la Iglesia.
Numerosos hermanos en
el episcopado han reconocido los frutos de este Camino. Quiero limitarme a recordar al
entonces arzobispo de Madrid, monseñor Casimiro Morcillo, en cuya diócesis y bajo cuyo
gobierno han nacido, en el año 1964, las comunidades neocatecumenales que acogió con
tanto amor. Después de más de
veinte años de vida de las comunidades, difundidas en los cinco continentes, - teniendo en cuenta
la nueva vitalidad que anima a las parroquias, el impulso misionero y los frutos de
conversión que brotan del testimonio de los itinerantes, y últimamente, de la obra de
las familias que evangelizan en zonas descristianizadas de Europa y del mundo entero; - considerando las
vocaciones a la vida religiosa y al presbiterado de este Camino y el nacimiento de
colegios diocesanos de formación al presbiterado para la nueva evangelización, cono el
Redemptoris Mater de Roma; - habiendo visto la
documentación por Vd. presentada; acogiendo a la
petición que se me ha dirigido, reconozco el Camino Neocatecumenal como un itinerario de
formación católica, válida para la sociedad y para los tiempos de hoy. Deseo vivamente, por
tanto, que los hermanos en el episcopado valoricen y ayuden -junto con sus presbíteros- a
esta obra para la nueva evangelización, para que se realice según las líneas propuestas
por los iniciadores, en espíritu de servicio al Ordinario del lugar y en comunión con
él, y en el contexto de la unidad de la Iglesia particular con la Iglesia universal. En prenda de este
envío, imparto a Vd. y a cuantos pertenecen a las comunidades neocatecumenales, mi
bendición apostólica. Desde el Vaticano, a
30 de agosto de 1990, XII de pontificado JUAN PABLO II |