Todo lo anterior
le brinda al planificador una visión integral de lo que está
ocurriendo y del
rumbo que viene siguiendo la Institución. En posesión de esa
información, se
está entonces en condiciones de comenzar a aplicar un
determinado
modelo de planificación estratégica que conduzca a reflexiones
sobre la misión
institucional presente y, de ser el caso, su sustitución por una
nueva que
oriente los esfuerzos en el futuro. Ello se realiza a través de un
conjunto de
interrogantes fundamentales entre las cuales se destacan: ¿Qué
tenemos? ¿Qué
queremos hacer? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos
hacer? ¿Qué
estamos haciendo? ¿Cuán bien lo estamos haciendo?
Una vez definida
la misión futura, de ella se desprenderán los distintos
programas
institucionales que se llevarán a la práctica. En cada programa se
desarrollan
varias líneas estratégicas según sea la importancia y amplitud del
mismo. Tal y
como se muestra en el cuadro I, de un programa se deriva una (o
varias) área
estratégica, que vendría a ser un ámbito
administrativo del
programa sobre
el cual deben tomarse decisiones fundamentales. Del área
estratégica emerge el planteamiento estratégico o
conjunto de interrogantes
fundamentales de
dicha área que deben ser respondidas mediante la fijación de
objetivos, los
que a su vez se alcanzarían mediante la aplicación de estrategias
y tácticas
especialmente concebidas para tal propósito; la estrategia vendría a
ser las
modalidades bajo las cuales se ejecutarían las decisiones de la
organización, y
las tácticas constituirían el detalle o especificación de esas
modalidades.
Ambas, la
estrategia y la táctica, conducirían a la obtención de metas o a un
resultado
esperado o posible, según sea el caso. La determinación de las
fortalezas,
debilidades, oportunidades y peligros no solamente debe hacerse
para la
organización como un todo, sino también, en una etapa avanzada de la
implantación de
la planificación estratégica, para el caso de las estrategias y
tácticas de cada
programa, tal y como se muestran en el cuadro II. Así mismo,
se trazarán
lineamientos para el tratamiento de actores y, en el caso de que las
metas o
resultados esperados conlleven al empleo de recursos económicos,
éstos deberán
integrase al presupuesto institucional.
PARTE II
FUNDAMENTOS
DE
UNA
CULTURA
INSTITUCIONAL,
PRESUPUESTARIA Y
DE PLANIFICACION
Los modelos
técnicos que usualmente utilizan las organizaciones en la
sistematización
de sus operaciones, se basan en criterios de racionalidad
formal.
Como se sabe, la racionalidad formal optimiza o trata de optimizar la
relación entre
medios y fines, dentro de un proceso lógico de utilización de
recursos. La
intuición, por el contrario no se rige por criterios de racionalidad
pues se mueve
más en el plano de las sensaciones, sentimientos, creencias no
necesariamente
comprobadas formalmente, etc. Es un error pensar, que la
racionalidad es
“buena” y la intuición es “mala”. Ambas forman parte de la
complejidad de
la toma de decisiones y usualmente se complementan entre si.