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miércoles, 22 de abril de 2009 |
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El libre
mercado se fue de bruces Por: Iván Marulanda La profunda crisis financiera y sistémica por la que
atraviesan los Estados Unidos y los países desarrollados del planeta en las
últimas semanas, y que arrastra a los países pobres del mundo, deja lecciones
inolvidables en muchos sentidos. Por ejemplo, lecciones de humildad que
también debe aprender la tecnocracia colombiana. Allá, en las naciones más poderosas del mundo, con las
instituciones públicas más potentes y por lo mismo, los funcionarios también
más opulentos y arrogantes, cada paso de esos poderíos inmensos, cada
decisión de esas personas todopoderosas, políticos, altos funcionarios de los
gobiernos, se remiten ahora en plena debacle, a lo que esperan sus
poblaciones. A lo que conviene a la gente del común, que es la que paga los
impuestos con los que se sostiene el Estado y en este caso, con los que se
rescatan los sistemas. Los oídos de los gobernantes están puestos en lo que
demandan las familias, el pueblo, que es la razón de ser del Estado. Los
dueños de los países. Al fin de cuentas, renació algo que estaba olvidado en el
ambiente de casino en el que se movían los negocios en el mundo. La
conciencia de que la base y la razón de ser de las economías es la gente. La
gente es la que trabaja, la que compra, la que consume, la que ahorra, la que
invierte, la que tributa. Aquello que se haga fuera de esa perspectiva,
pertenece a la esfera de lo artificioso y termina por desplomarse en
cualquier momento por falta de sustento en la realidad, tal y como está
aconteciendo. Los políticos de los países ricos, que tienen la situación
en sus manos, saben que deben proteger por encima de cualquier otra cosa los
intereses de los ciudadanos corrientes. Incluso, con menosprecio de los
sectores más acaudalados y disponiendo castigos a núcleos opulentos de la economía
que movieron sin escrúpulo los instrumentos del capitalismo. Operadores financieros de los centros de poder mundial
especularon y estafaron al público para llenarse de dinero, y terminaron
creando el desastre financiero que tiene al mundo en vilo. Vivimos una crisis
fruto de decisiones desconsideradas, codiciosas e inmorales. Los ricos que montaron ese casino infernal de la
especulación financiera y jugaron en esa ruleta los ahorros de las familias y
la solvencia de las economías del mundo, pagarán con sangre los platos que
rompieron. Pero los líderes políticos saben que es urgente e indispensable
poner a salvo a la población anónima, para que no resulte también arruinada. Son los Estados de los países capitalistas más ricos del
planeta, en Norte América, Europa y Asia, los que intervienen en estos
momentos para salvar la situación, aunque con todo y su poder económico y
político, se están viendo a gatas para salvar a la gente de una hecatombe
económica que podría dejar desempleos masivos, pérdidas de ingresos de las
familias, de sus ahorros, sus viviendas, disminución de sus consumos, en fin,
miseria de proporciones descomunales. El corolario de esta experiencia histórica para la
humanidad, consiste en que los Estados tienen qué ser fuertes en la
intervención de las economías, no solo para impulsarlas, sino también para
asegurarse de que unos cuantos acaparadores no terminen quedándose con los
esfuerzos económicos de los pueblos. Así mismo, para ver que las economías no
colapsen y si están en peligro de colapsar, para rescatarlas a tiempo. Los socialdemócratas esperamos que con la actual crisis
económica mundial de alcances aún impredecibles, se desprestigie para siempre
el dogmatismo neoliberal. Esa retórica arrogante que pregona como verdad irrefutable
que el libre juego de los mercados asigna por sí solo y con inteligencia
insuperable los recursos en la economía. Esas teorías que vienen dominando al mundo a lo largo de
los últimos 30 años y que fueron impuestas a los países en vías de desarrollo
por las naciones ricas a través de los organismos multilaterales bajo su
influencia, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Claro está que los gobiernos de países como el nuestro no
hicieron nada para oponerse. La verdad, se sentían cómodos implementando
políticas económicas que recibían enlatadas y les ahorraban el esfuerzo de
pensar y de crear. Como habían anunciado voceros de partidos políticos y
analistas económicos en el mundo desde la esquina socialdemócrata, esquina en
la que se encuentra la corriente liberal a la que pertenezco, las políticas
de libre mercado sin filtros ni cortapisas colapsan de manera estruendosa en
los días presentes, con el consecuente derrumbe del sistema financiero
internacional, quiebras masivas de bancos gigantes, medianos y pequeños por
el mundo, la caída en picada de los mercados bursátiles y por tanto la pérdida
profunda de activos de las empresas, el desempleo masivo, la caída de los
precios de las materias primas y la disminución exponencial de los consumos. Se llevan en paro, eso sí, sumas incalculables de ahorros
del público, dineros de los contribuyentes y patrimonios sociales. Entre
ellos, recursos colombianos de reservas de divisas a cargo del Banco de |
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