Los filósofos griegos se maravillaron con la perfección de las cosas que observaban en la naturaleza. Se maravillaron hasta el extremo de pensar que existían modelos de perfección bien definidos que ponían límites entre lo normal y lo anormal (y entre lo feo y lo bello; mas tarde, algunos poderosos creerían que hay verdaderos límites entre lo bueno y lo malo). |
Durante unos 2300 años la cultura occidental ha aceptado esta forma de ver el mundo y, con base en ella, se justificaron las guerras, los crímenes, en fin, el surgimiento y la caída de los imperios. Pero en los últimos ciento cincuenta años hemos aprendido a ver las cosas de manera diferente. Gracias a Darwin, aprendimos que ese modelo de perfección es sólo una apariencia; y que la evolución tiene más de juego de dados que de flecha dirigida con precisión hacia un objetivo. |
Hemos visto que la meiosis es uno de los momentos cruciales en que el azar interviene en la formación de las características de un individuo, y hemos visto que la mitosis es el proceso mediante el cual las células se dividen formando dos células iguales a la inicial; pero también vimos cómo en este último proceso, aparentemente estereotipado y monótono, también hay cabida para la variación. El modelo del “Sistema Operón”, que les valió el Premio Nobel a dos biólogos franceses a mediados del siglo pasado, nos enseñó que el núcleo de la célula no es ese santuario intocable que determina características inmodificables de las células hijas. Según ese modelo, el medio ambiente en el que se divide una célula también interviene al activar o reprimir los genes que heredarán las células descendientes. |
Después de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide, cuando se forma la primera célula, el desarrollo y el crecimiento posteriores de un individuo se llevan a cabo mediante mitosis. Si el genoma fuera inmodificable, nuestros cuerpos serían simplemente masas informes, conglomerados de células iguales sin posibilidades de especialización. Pero en el proceso de desarrollo (un período de tiempo que en el humano abarca las primeras ocho semanas de la vida intrauterina), ocurren gran cantidad de fenómenos bioquímicos que a la postre dan como resultado el que tengamos diferentes epitelios, tejidos de sostén, vasos sanguíneos, huesos, tejido nervioso, etc.; y todos esos tejidos provienen, en cada uno de nosotros, de una sola célula. |
Así como mediante el “sistema operón” se demostró que el medio ambiente puede influir en el genoma de simples bacterias, el proceso del desarrollo embrionario nos muestra con lujo de detalles el mismo fenómeno al dar como resultado un organismo con diferentes tejidos; y en las dos últimas décadas se han empezado a identificar los factores responsables de esas modificaciones. Pero aquí no termina todo. Con esos descubrimientos se abren las posibilidades de investigación en una rama de la medicina que había estado limitada a la simple observación. Esa rama es la teratología, que hoy se puede articular con la farmacología, con la genética, con la ecología y ¡hasta con la culinaria! |
Hoy podemos seguir maravillándonos con la belleza del mundo natural; y hasta seguimos sintiendo el impulso emocional de agradecerle a alguna deidad por tanta belleza. Pero ya no es necesario pensar en modelos de perfección. Ojalá la observación de las ciencias de la vida nos ayude a entender las profundas diferencias que pueden existir entre los individuos de una misma especie; y ojalá algún día, al entenderlas, nuestra especie se vuelva más justa, mas sabia y más tolerante. |