CONVERSACIONES CON EMENAR

     En la sala se respiraba la tensión. La leyenda sobre Emenar era demasiado fuerte como para que alguno de los presentes pudiese sentir indiferencia. Nadie había escuchado las voces de Emenar antes. Todo había sido destruido. O eso se creía; hasta entonces. La antigua grabación, a pesar de estar dañada, comenzó a proyectarse en el centro de la sala. Y a través de una luz azulada con forma de espiral turbulenta emergió una voz.

    “Si miramos el borde entre la Tierra y el mar observaremos que las leyes profundas que dirigen lo que vemos son las mismas que se dan en el límite de un río frente a una cascada. Igual que el viento chocando contra una montaña o que el humo desvaneciéndose en el espacio. Todo son fronteras. Lugares de encuentro y reorganización en los que las leyes predominantes sobre el sistema cambian. Estados de caos en los que la materia aprende a someterse a un nuevo orden. En el extremo, la naturaleza ha aprendido a utilizar estos estados de información excesiva como cimientos de una nueva forma de comportamiento. Materia guiada por leyes construidas a base de estados de transición: La mente de los humanos, y las relaciones que los humanos establecen llevados por sus percepciones.”

     La imagen se apagó repentinamente y un fuerte zumbido ocultó las palabras de Emenar durante unos instantes. Pero antes de que nadie tuviese tiempo de moverse la grabación volvió a funcionar. Cómo si hubiese saltado a otra parte totalmente distinta de la película la imagen ahora era la de un viejo muy delgado acurrucado en un banco, hablando con gestos frágiles y pausados como si tuviese frente a alguien.

    “Puedes organizar tu vida en torno a lo que deseas o en función de los deseos de quienes se crucen en tu realidad. -Decía el anciano con una voz apagada-  Lo primero te dejará solo y quizás no lo soportes durante mucho tiempo. Lo segundo, te enseñará a engañarte sobre tus propios deseos y empezarás a juzgar con hipocresía. Quien te diga que existen formas intermedias te engaña. O por ignorancia o para que te sometas a sus deseos.”

    Los presentes en la sala ni siquiera se atrevían a respirar. Escuchaban absortos, conscientes de que aquellas palabras debieron haber sido dichas por el ser que ideo la sociedad Unisar. Su mundo.

    A los herederos de la inmortalidad.

(c) Carlos R Rodríguez

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