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Estudio
sobre Habitos de Lectura En un esfuerzo conjunto, la Cámara Argentina del Libro, la Cámara Argentina de Papelerías, Librerías y Afines, y la Dirección de Bibliotecas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, decidieron llevar adelante este estudio sobre hábitos de lectura y el mercado del libro. Se llegó a la conclusión de la necesidad de contar con un estudio acerca de estos temas que sirviera a las organizaciones involucradas para encarar distintas acciones en los campos de interés de cada una de ellas. Cabe destacar que no se contaba en el medio con un estudio de estas características, que va a permitir, entre otras cosas, tener una mejor comprensión de las distintas problemáticas que rodean al mundo de la edición de libros, desde la compra de los mismos hasta la utilización de las bibliotecas, pasando por la complejidad de las motivaciones de la lectura. En un ámbito en el cual el libro debe competir, la mayoría de las veces con muchas desventajas, contra todo tipo de propuestas, comprender cuáles son los ejes por donde pasan las motivaciones y las decisiones de los lectores y de los no lectores se hace imprescindible. Tal es la razón de haber encarado un estudio de estas características.
Estudio sociológico, cualitativo y cuantitativo, acerca de hábitos de lectura y mercado del libro. La fase cualitativa se basó en la realización de 6 focus groups integrados por personas lectoras y no lectoras entre 18 y 55 años, de nivel socioeconómico medio ampliado (C1, C2 y C3), residentes en el área metropolitana. Las sesiones grupales se realizaron los días 18, 19 y 20 de agosto de 1998. El estudio cuantitativo se basó en una encuesta de opinión realizada en la Capital Federal y los partidos del gran Buenos Aires sobre una muestra de 600 casos. La población investigada se compuso de personas entre 16 y 80 años, de niveles socioeconómicos alto y medio alto (ABC1), medio (C2C3) y bajo estructurado (D1). Empresa
ejecutora: Catterberg y Asociados Introducción Supuestos básicos: Partimos de la consideración de la lectura como una práctica múltiple, expresada a través de formas diversas y como resultado de distintas motivaciones. La lectura no es solo pasatiempo ni está desvinculada al mundo del trabajo o del estudio. También se trató de describir los hábitos de los lectores en vez de sus opiniones sobre el libro, la lectura o el consumo. Se quiso no limitar el concepto de intensidad de lectura únicamente a la cantidad de libros leídos enteros en un periodo determinado. Por el contrario, se procuró ampliar el concepto de lectura de libros, incorporando la lectura incompleta o transversal, la consulta múltiple y la relectura, como formas alternativas de aproximarse al libro en el contexto de una cultura caracterizada por la fragmentación y la velocidad. I. ANALISIS CUALITATIVO Leer o no leer: esa es la cuestión En la manifestación espontánea de los lectores, el origen del hábito de leer es desconocido y la lectura aparece ligada únicamente a aspectos positivos. Con expresiones metafóricas asociadas a la nutrición, la vitalidad o el desarrollo personal, los lectores manifiestan el gusto por la lectura, que resulta una actividad "tan vital como mirar un árbol", "un crecimiento", "un alimento" o "una compañía". Para ellos, la lectura enseña a pensar, abre la mente, deja volar la imaginación, desconecta de los problemas cotidianos. La lectura por placer, no es un hallazgo, compite en desventaja con el trabajo. En cierta forma, los lectores relatan las alternativas de esa lucha desigual. De lo que se trata es de ganar tiempo y espacio para leer. Por lo general, se lee un rato antes de dormir, en los viajes, en cualquier momento libre los fines de semana. El ritmo de las actividades condiciona también el tipo de lectura: en las vacaciones, como dice una mujer joven, "compro novelas... románticas o metafísicas; durante el año no, busco cosas que me resuelvan problemas". La práctica de la lectura por obligación está vinculada al estudio y al trabajo. En el recuerdo de los entrevistados, el colegio secundario es el lugar por excelencia de la lectura impuesta, sin espacio para la creatividad ni la libertad de elección. Para los jóvenes, la imposición alcanza también a muchas materias de la carrera universitaria. En otro sentido, la lectura por obligación aparece asociada a la consulta de varios libros simultáneamente, algo que no ocurre cuando se lee por placer. El ritmo de la lectura placentera es, normalmente, de un libro por vez; el de la lectura obligada admite la diversidad, el fragmento, y la diversificación de las fuentes. Librerías y otros puntos de venta Más allá de sus atributos o variaciones, la librería, entendida como local a la calle que expende libros, se destaca netamente en la imaginación popular sobre los demás puntos de venta de libros. La impresión es que el libro requiere su entorno, su contexto, y la librería lo provee de un modo insustituible. Como lo confirmaría el estudio cuantitativo, muy poca gente manifestó experiencia de comprar libros en lugares alternativos a las librerías. Por encima de estas diferencias, los habitúes de las librerías están de acuerdo en algunas preferencias. Ante todo, expresan, implícitamente, que la visita a la librería, concluya o no en una compra, tiene un tempo y un clima que deben ser rigurosamente preservados. Tranquilidad y sosiego es lo que busca el que visita una librería: "uno tiene que estar tranquilo para leer y elegir"; también manifiestan un sentimiento característico respecto del vendedor, de quien se espera circunspección y silencio. Sin estas cualidades, todo puede echarse a perder: "si el vendedor me apura -dice un entrevistado- me voy y no compro". Por último, existe también acuerdo acerca de la conveniencia de colocar terminales en las librerías para que las personas puedan hacer autoconsultas. La biblioteca pública Dos cosas impresionan de entrada cuando se plantea el tema de las bibliotecas públicas: la primera es que muy pocos lectores concurren a ellas; la segunda, es la imagen distorsionada que la mayoría de los participantes tiene de la biblioteca como servicio. El estereotipo asimila la biblioteca pública a un anexo de la escuela secundaria o la universidad: se concurre allí para preparar deberes o trabajos prácticos. El placer está erradicado del espacio público bibliotecario: en la biblioteca no hay novelas, ni cuentos, ni la historia viva de un país. Según la visión predominante, la biblioteca es un lugar para la lectura por obligación, vinculada casi exclusivamente al estudio. Los que no leen Como se dijo, el mundo de los que no leen revela, a una mirada sensible, un trasfondo de opacidad y frustración. En el aspecto externo, en el tipo de ocupación, en la edad y en el medio social que frecuentan, no se observan, sin embargo, diferencias entre lectores y no lectores. Personas en las mismas condiciones y en apariencia similares ofrecen, no obstante, respuestas contradictorias a los mismos tópicos: el tiempo para leer que "se hacen" los lectores, es el tiempo que nunca encuentran los no lectores; la concentración de los lectores, es imposible para los no lectores; el equilibrio entre lectura y otras actividades que consiguen los lectores, los no lectores nunca lo alcanzan. Un conjunto de motivos interrelacionados, que suenan a justificaciones más que a razones, sirven a los que no leen para explicar su actitud. Básicamente, se trata de un inventario de carencias: falta de tiempo, pocos momentos de tranquilidad, falta de concentración, ausencia de interés suficiente, ansiedad. Algunos, también acuden a una oposición entre realismo y evasión para justificar porque no leen. Según este argumento, que asocia la lectura únicamente con la literatura y la ficción, no leer es el precio a pagar por el realismo, un rasgo que se adquiere con el paso de la vida: "Yo hoy no me engancho con una historia de ficción, hoy soy más terráqueo", dice un hombre de edad, al que no cuesta imaginarlo cabalgando junto al caballero de la triste figura. Así, imaginación, concentración y lectura se disocian e impiden a los que no leen el acceso al libro. Y a la posibilidad de disfrutar, ejercitando la concentración. Condenados a la dispersión, y a la ansiedad, los no lectores sucumben a la televisión con más facilidad que los lectores: "Con la televisión uno puede estar disperso... con un libro necesita concentrarse al máximo" concede, finalmente, un varón de mediana edad exagerando tal vez las exigencias de la lectura. Estos testimonios dan pie a una hipótesis: las personas que no leen, en el fondo, parecen dejar poco espacio a la imaginación en sus vidas. Conciben el texto, estereotipadamente, como un puente al mundo de la ficción, de la irrealidad. Pero aunque esto no sea así, o no sea esa la única posibilidad que ofrecen los libros, al clausurar la imaginación los no lectores se privan de una herramienta básica de la lectura. Y de la creatividad. La impotencia de la imaginación, que en realidad encubre la imposibilidad de tomar distancia de lo concreto, de retirarse del mundo, de ensimismarse, no sólo impide leer ficción -como los no lectores creen-, impide la lectura en general, obtura sus circunstancias, sus ceremonias, y las amplias posibilidades temáticas que ofrece. ll. ANALISIS CUANTITATIVO Lectura de libros: segmentos y variables significativos Para realizar la estimación cuantitativa de los segmentos significativos de lectores y no lectores se utilizaron dos preguntas: la primera combinó el interés y el hábito de leer; la segunda, buscó conocer la cantidad del libros leídos en forma completa o parcial durante el último año. La combinación de interés y hábito de lectura permitió construir una primera tipología. De acuerdo a ésta, se puede desagregar a la población estudiada en tres grupos: los "lectores interesados" -conformado por el 23% de la población, que tiene mucho o bastante interés por la lectura, le gusta leer y lee habitualmente-; los "lectores esporádicos interesados" -constituido por el 29% de la población, interesada por la lectura, pero que, por diversas razones, no lee o lee muy poco-; y los "no lectores desinteresados", que reúne a casi la mitad de la población y está conformado por personas que prefieren realizar otras actividades, antes que leer un libro (Gráfico 1). La medición de intensidad de lectura -aún con todas su limitaciones- confirma la estimación anterior. En efecto, un sector de casi el 20% de la población, al que se denominó "lectores intensivos", manifiestan haber leído cinco o más libros durante el último año, mientras que otro segmento de 29%, identificado como "lectores no intensivos", afirman haber leído entre uno y cuatro libros en el mismo lapso. El resto de la población, conformado por más del 50% de los consultados, no leyó ningún libro en el periodo mencionado (Gráfico 2). Esta información permite concluir, en primer lugar, que aproximadamente la mitad de la población mayor de 16 años, residente en el área metropolitana, no lee libros. En segundo lugar, se constata que entre una quinta y una cuarta parte está conformada por lectores sistemáticos que desarrollan el hábito con relativa intensidad; por último, un tercio de la población tiene interés por los libros, pero lee esporádicamente. Para analizar el universo de lectores se procuró distinguir actitudes básicas frente a la lectura y al libro. Ello permitió elaborar una tipología de lectores. Así, la preferencia por lecturas densas y profundas, que requieren alto nivel de concentración, determinó un primer tipo de lector, al que se identificó como "intelectual". El interés generalizado por la lectura, expresado en la frase "leo todo lo que cae en mis manos", definió un segundo tipo, llamado "ávido"; la inclinación por textos livianos y llevaderos un tercer tipo, que se identificó como "light", y la necesidad de leer por razones funcionales (profesionales o de estudio) un cuarto tipo, bautizado "profesional". El universo de lectores se reparte bastante equitativamente entre estos tipos. En efecto, casi un tercio de los lectores se definen como "intelectuales", y una proporción apenas menor corresponden, por su definición, a lectores "ávidos". Los lectores "light" representan apenas la mitad de los anteriores, mientras que uno de cada cinco lectores afirma que lee por obligaciones funcionales de la profesión o el estudio (Gráfico 3).
Los datos disponibles permiten reconstruir el perfil socio demográfico de los lectores y de los no lectores. Así, entre los lectores intensivos predominan los habitantes de la Capital Federal, las mujeres, los menores de 40 años y las personas de nivel económico social alto. En el otro extremo -el de los que no leen-, ocho de cada diez personas se domicilian en el conurbano; predominan los varones, los mayores de cuarenta años y los individuos de nivel económico social bajo (Cuadro 1). Cuadro Nº1 Intensidad
de la lectura y tipo de lector
Entre los lectores, los tipos "ávido", "light" y "profesional" reclutan más mujeres que varones; sólo entre los lectores denominados "intelectuales" existe una distribución equilibrada según género. Por su parte, los lectores "profesionales" tienen un perfil muy nítido: la mayoría se domicilia en la Capital Federal, son mujeres, tienen menos de 40 años, y pertenecen al nivel económico social alto (Cuadro 1). Lectura, trabajo y tiempo libre De acuerdo al enfoque de esta investigación, es reduccionista considerar la lectura de libros sólo como una actividad del tiempo libre. Una visión amplia de la lectura permite, en cambio, comprobar que uno de cada cinco lectores desarrolla esta actividad por obligación, en virtud de requerimientos profesionales o de estudio. La consideración de la lectura en el contexto de la distribución del tiempo en un día típico (de la semana o del fin de semana) sirve, sin embargo, para conocer el lugar que se asigna a esta actividad en relación a otras posibilidades de trabajo o esparcimiento. El trabajo remunerado insume en promedio casi nueve horas del día de semana, y otro tipo de trabajos seis horas y media, durante el sábado o el domingo (Cuadro 2). Cuadro Nº2 Utilizacion del tiempo durante la semana
Actividades realizadas y preferidas durante el tiempo libre
Como lo anticipó el estudio cualitativo, el hábito de leer es una brecha abierta, no sin dificultad, entre el trabajo y otras actividades de esparcimiento. En promedio, la población del área metropolitana, dedica, como se dijo, casi 9 horas diarias al trabajo durante los días de semana, y dispone de algo más de 4 horas para actividades de tiempo libre. De acuerdo a los resultados, algo más de la mitad de ese tiempo es utilizado por la población general para mirar televisión. Entre los lectores, se plantea, adicionalmente, una disyuntiva entre la televisión y los libros: leen cerca de dos horas por día pero también, aunque menos que los no lectores, miran un rato la televisión. Existe, es obvio, una relación entre televisión y lectura, cuyo sentido puede describirse, con el auxilio de la estadística, de este modo: a medida que desciende el interés por la lectura aumenta la cantidad de personas que pasan varias horas diarias mirando televisión. Así, una cuarta parte de los no lectores dedica más de tres horas por día a mirar televisión, mientras que en esa situación se encuentran solo el 8% de los lectores. Sin embargo, más significativo que este dato es el hecho, por demás evidente, que la televisión penetra la vida de lectores y no lectores de manera similar, restándole a los primeros páginas diarias de lectura, y a los demás la posibilidad de desarrollar actividades alternativas (Cuadro 3). Cuadro Nº3 Cantidad
de horas diarias dedicadas a mirar television
Como podía esperarse, la lectura habitual de diarios guarda una relación todavía más estrecha con la lectura de libros. Sólo una cuarta parte de la población del área metropolitana lee diarios todos los días, pero entre los lectores intensivos de libros esa proporción se eleva casi al 40%. A medida que decae la intensidad y el interés por la lectura desciende también la frecuencia de lectura de diarios: la mayoría de los no lectores de libros, frecuentan el diario una vez por semana o menos, mientras que más del 60% de los lectores lo hace todos los días o varias veces por semana (Cuadro 4). Cuadro Nº4 Frecuencia
de lectura de diarios
Hábitos, actitudes y opiniones del lector La investigación permite reconstruir una serie de hábitos básicos del lector. Se trata de conductas típicas, compartidas por la gran mayoría. En primer lugar, la lectura es una actividad del hogar: se lee en casa, por gusto, en momentos de tiempo libre, los días de semana o los fines de semana; el libro interesa sólo por el contenido de su texto, no como objeto, y después de leído se guarda en la biblioteca familiar, que no alberga más de cien volúmenes. La gran mayoría de los lectores sabe lo que busca y es ordenado: elige los libros por propia iniciativa y los compra personalmente; prefiere, además, leerlos de a uno, desde el principio al fin, sin saltearse capítulos (Cuadro 5). Cuadro Nº5 Los diez habitos mas difundidos entre los lectores
Los libros técnicos y de texto, asociados a la lectura por obligación; y la literatura, las biografías y el material de divulgación, característicos de la lectura por placer, son los géneros más frecuentados por los lectores. Por su parte, los temas leídos con más frecuencia son historia, ciencias sociales, literatura, psicología y relaciones humanas, religión, autoayuda y política (Cuadros 6 y 7). Cuadro Nº6 Frecuencia
de lectura segun generos
Frecuencia de lectura según temas
La visión del libro como objeto, por último, coincide con la obtenida en el estudio cualitativo. Los lectores comunes son pragmáticos, consideran al libro un soporte del texto, que es lo que realmente les interesa. Por ello, los atributos que se destacan son antes que nada los que facilitan la lectura y la manipulación durante el uso: tamaño normal, no pocket; hojas cosidas y letras grandes. Si el libro tiene cubierta y tapa dura o no es algo indiferente para los lectores (Cuadro 8). Cuadro Nº8 Atributos formales que prefiere en relacion a los libros
El juicio de los lectores es lapidario respecto a la información disponible acerca de libros y autores. En efecto, más del 70% considera que existe poca información acerca esos tópicos, y casi el 60% estima que la información disponible resulta insuficiente. Este dato debe relacionarse con otro que no se comentó hasta aquí: la poca frecuentación de los suplementos culturales de los diarios, donde se publica la información especializada (Cuadro 9). Otro elemento que corrobora el desencuentro del lector medio con la información, se explicita cuando los lectores que se guían por las sugerencias de otros para elegir los libros, revelan sus referencias: el 61% se orienta por la opinión de familiares o amigos, sólo 12% a través de las criticas publicadas en los diarios, y apenas 9% por la publicidad (Cuadro 10). Cuadro Nº 9 Lectura de suplementos culturales
Frecuencia de lectura de suplementos culturales
Cuadro Nº10 Opiniones que influyen en la eleccion de libros
Base: Entevistados que se forman por la opinion de otros (n=81) Esta síntesis permite abordar, en un principio, la elaboración de políticas públicas de promoción de la lectura y el libro. Muestra un foco de atención: la incorporación del hábito se relaciona con experiencias tempranas, familiares pero también escolares, y pareciera que es allí donde debe fomentarse la adquisición del hábito. Más allá de las peculiaridades personales, el uso del tiempo libre es una marca de una determinada educación recibida. |
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