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LA MUSEOLOGIA EN LA ENCRUCIJADA

Navarro, Jorge Fernando – Nazor,Olga . Argentina

Escuela Superior de Museología – Municipalidad de Rosario -  Rosario,  Santa Fe

 

 

 


La museología enfrentada a las tradiciones en filosofía de la ciencia profundamente hostiles a su tarea, procura apropiarse de categorias para definir su objeto de estudio, re-evaluar su campo que le permita una mejor comprensión del mismo.

Tal como lo plantea Bourdieu un “campo simbólico”, de producción cultural se define por las luchas subversivas y de reproducción que en él se procesan. Se adquiere un capital a partir de luchas anteriores que se resitúan con nuevas estrategias en nuevas luchas.

"Campo simbólico" hace referencia entonces a un espacio constituido por un conjunto de instancias objetivas, de instituciones que trascienden a las personas que las transitan y cuyas relaciones pueden ser analizadas independientemente de los sujetos que en un momento determinado ocupan esas posiciones.

Si pensamos en el campo simbólico de la museología, encontramos por un parte que en él que no existe un mercado unificado de producción y circulación de saberes científicos acerca de ella. Hay tal variedad de productores, de situaciones problemáticas y lenguajes que dificultan la posibilidad de comunicación. Al no existir un mercado unificado, no hay un conjunto de logros, de adquisiciones de capital simbólico, es decir un conjunto de saberes  comunes, de metodologías y técnicas, cuyo conocimiento sea necesario para formar parte del mismo y ser reconocido en él,  entrar a trabajar, a producir e interactuar en él.

En el concierto de las ciencias, como mapa general del saber, la museología se encuentra con un nivel de desestructuración y autonomía baja, es decir que tiene una incapacidad de definir su objeto de estudio como también las estrategias, técnicas y criterios de evaluación de lo que se produce. Es probable que esta situación se deba en parte a la definición que habitualmente circula de museología como "ciencia del museo". El genitivo "del" marca una dependencia, una reducción de sus posibilidades, y de esta manera se la confina a los mínimos espacios de  la gestión en la institución.

La museología, se ubicó en una situación de inferioridad respecto al conjunto ciencias que interactúan con ella en el museo, y se subordinó a sus diversos discursos, ya sea que se trate del arte, la historia, la arqueología, las ciencias naturales, las ciencias exactas.  Si continuamos pensando que el objeto de estudio es la institución museo, se corre el riesgo de seguir como hasta ahora, observando, estudiando y metodizandolo desde cualquiera de las aristas de la misma (educativa, expositiva, administrativa), desarticulándolo en partes y perdiendo el concepto de estructura.   A su vez el museólogo formado académicamente, manifiesta idénticas dificultades para definir su campo profesional.

Desde el conflicto mythos-logos,  la  constitución de la Razón Occidental en la Grecia Clásica, enlazó tres figuras , Ser, Verdad y Episteme que en un juego de mutua invocación definieron un espacio en el cual, la operación propia de la Episteme era nombrar  el único y verdadero ser.

El saber científico  tiene por esencia intervenir desde el pensamiento en lo real para legitimar, normalizar y normativizar.

La lógica propia de la operación epistemológica es delinear el ámbito donde la ciencia sea realmente ciencia, donde se pueda separar, el ser de la apariencia, la verdad de la ilusión, lo científico de lo pseudo-cientÍfico. Con esta lógica de la división, la epistemología demarca entre las ciencias particulares, múltiples, contingentes,  por sus objetos, relativas por sus métodos y resultados, incapaces de auto-fundarse, de determinar el suelo donde  devenir “verdaderas” y la Ciencia de las ciencias, una, absoluta,  y autofundada, necesaria para todas las demás. Esto lleva a demarcar el saber  entre mythos/logos, creencia/ciencia, opinión/ciencia.

La modernidad, más que un concepto problemático, es un haz  que remite a otros haces:

CIENCIA-PROGRESO-CRITICA-SUJETO-ESTADO-LIBERTAD-HISTORIA. Pero sin dudas la ciencia moderna inaugura una nueva manera de estar del hombre en el mundo.

Al descubrir leyes que rigen los fenómenos naturales y el creciente proceso de matematización de la naturaleza se sentaron las bases para el advenimiento de la sociedad científica, industrial y tecnocrática. El poder del hombre por medio del desarrollo cientifico y técnico determinó un tipo de racionalidad,  la instrumental basada en el cálculo y el control. En este sentido la “mirada epistemológica”, aunque iniciada en la filosofía griega, se  consolida en la razón moderna.

El museo fue la expresión de este modelo moderno. Y fue en el gran debate de los años '60 donde se puso de manifiesto la crisis de los mismos. Pero si hacemos una lectura retrospectiva, si bien la museología puso la situación en debate, fue el museo el que logró reformularse y dar un salto cualitativo, no así la museología.

La epistemología reconoce la conflictiva relación entre los contextos de descubrimiento, de justificación (legitimación o validación) y de aplicación de una teoría científica,  por eso a lo largo de la historia de la filosofía de la ciencia, sus esfuerzos se concentraron en afirmar su especificidad  en  el contexto de justificación.

Entre la razón y la locura, el programa filosófico comteano afirma el conocimiento controlado por la experiencia, alcanzado metódicamente y convertible en previsiones técnicamente utilizables. Se consuma el ideal de la modernidad de convertir al hombre en “amo y señor” de la naturaleza. Para ello es necesario dotarlo al hombre de un sistema del mundo y del saber unitario. El metodologismo comteano pone en acto tres momentos de las teorías: ver (certeza sensible) - relacionar (establecer conexiones constantes entre los fenómenos) para prever. El totalismo metodológico significa que los problemas están resueltos antes de plantearlos, y a su vez implica que el conocimiento científico se muestra bajo el modelo de leyes.

Bajo la exposición normativa de la ciencia biológica, se taxonomiza jerárquicamente cada ciencia.

Esta normativización organiza el trabajo científico en Astronomía, Física, Química, Biología y Sociología.

La ley de la exclusión ha sabido imponerse quedan como relatos y no como ciencia los fenómenos políticos y  sociales. Para que la sociedad progrese se necesita del orden, y la armonía de todos conflictos.

Michel Foucault en su célebre Cap. X de “Las Palabras y las cosas”, trata de situar la emergencia de un nuevo modo de saber: el propio de las ciencias humanas, y  determinar en qué condiciones de produjo esta emergencia.

El triedro del saber configurado por las ciencias matemáticas y físicas, por las ciencias empíricas (Biología, Economía y Lingüística) y por la Filosofía, las ciencias humanas se ubicaron conflictivamente en los intersticios de ellas, rompiendo el orden  que entre estas ciencias imperaba.

La constitución de las ciencias humanas se produce conjuntamente con el surgimiento de una sociedad panóptica, sociedad estatal que comporta una arquitectura de la vigilancia, de control acerca de lo que “se es o de lo que se puede hacer”.

El concepto de normalización opera en doble sentido: descriptivo-evaluativo. En su aspecto descriptivo se legitima toda práctica que torne normal lo patológico, que vuelva a la regla lo que se escapa de ella. En su aspecto evaluativo se define como tecnología destinada a la corrección, como  exigencia de racionalización política y económica y como práctica  que implicará la fijación del poder sobre los cuerpos.

La ciencia social positiva se presenta en unidad con las ciencias naturales, para organizar la vida humana, para poner un orden que garantice  el progreso indefinido.

Si todo discurso es una práctica discursiva, qué efectos de sentido tuvo para el museo y el desarrollo de su ciencia: la museología.

Por una parte los procesos modernizadores de los países latinomericanos tuvieron como sustento teórico el positivismo. El discurso civilizatorio, aquel que proponía a Inglaterra y Francia como la matriz posibilitadora de la regeneración de la tierra con su sangre y con la producción de objetos culturales, operó con una lógica expansiva. En primer lugar se debía erigir un Estado coercitivo y reconocido en todo el territorio para lo cual se debía crear un ejército nacional, montar un aparato ideológico canalizado a través de la educación obligatoria y la prensa.

El binomio civilización/barbarie implantó una política de límites y exclusiones, que en el plano filosófico implicó  describir las “taras” o “males” constitutivos que nos aquejaban.

La colonización española, la Iglesia católica en el caso de los románticos del ‘37 o la raza indígena para los positivistas y prescribir los valores de la "civilidad" para remediarlos.

Los museos fueron una herramienta del modelo positivista, donde hasta la organización taxonómica de los museos de ciencias naturales respondían a este esquema.

Todos los que intentaron pensar la americanidad, lo hicieron prospectivamente, la historia como dimensión básica a partir de la memoria y la construcción de la identidad social y cultural queda suprimida, hay que pensar en el futuro, en el progreso y el optimismo. Esto se plasma casi de una forma groseramente evidente en los museos de historia, el único discurso histórico que se muestra es el de las gestas fundacionales y una pedagogía de próceres, héroes y estatuas.

La racionalidad latinoamericana  surgente no logró la combinación entre las formas originarias  y la matriz modernizadora y se destinó  a la marginalidad.

 La exigencia de legitimación continuó su derrotero en la historia de la razón occidental con diferentes estrategias pero con un mismo sentido, someter a examen toda proposición  para que los fantasmas de irracionalidad  o los simulacros de ciencia sean eliminados.

De esta manera,  el nacimiento de la “teoría de la ciencia” está acompañado por la convicción de la unidad y homogeneidad del método como garantía de cientificidad.

En la década del ‘30, los filósofos de la ciencia, seducidos por la promesa de rigor del positivismo lógico consideraron que el método de análisis conceptual era suficiente para una adecuada comprensión de la empresa científica. El análisis lógico desplaza la investigación histórica y se buscan los fundamentos metodológicos de la actividad científica. Todo conocimiento para ser científico debe representar a través de su forma lógica una situación de hecho.

Karl Popper frente al verificacionismo como criterio entre ciencia y metafísica postula: la refutabilidad del sistema teórico de la ciencia. Aún para las ciencias sociales, propone un racionalismo crítico, es decir una lógica deductiva  no inductiva, “la ciencia comienza con problemas no con hechos”.

Situado en el contexto de justificación meta-teórica de las teorías y en desarrollo de una metodología que defina la lógica de la investigación científica, lógica que da cuenta de dicha investigación científica desde un punto de vista internalista, excluyendo toda referencia a la conciencia subjetiva, pues el mundo objetivo de los problemas, las teorías y los métodos, debe proceder a suspender toda contaminación del mundo histórico y/o subjetivo si quiere continuar garantizando la verdad.

La racionalidad instrumental unifica metodológicamente a las ciencias sociales con las ciencias físicas (monismo epistemológico), comprende la historia como progresiva eliminación del error, por lo tanto bajo el signo de la evolución.

La discusión sobre la explicación y la comprensión atraviesa toda la historia de las ciencias humanas. Para la ciencia social positivista lo propio de éstas es descubrir las regularidades o constantes que garanticen la elaboración de una ley. Para otros el objeto de las ciencias humanas está dado por el ámbito de las significaciones, que se obtiene sólo por comprensión.

La polémica Popper-Adorno nos presenta el estado de la cuestión, a propósito de la lógica de las ciencias sociales tema del Congreso convocado por la Sociedad Alemana de Sociología en 1961, tal como se entendía en la segunda mitad de nuestro siglo.

Para Popper la objetividad de las ciencias sociales es difícil de alcanzar en tanto objetividad implica neutralidad valorativa, sólo la explicación causal permite aproximarnos a la verdad.

Por su parte Adorno entiende que la explicación a la manera matemática o de las ciencias naturales fracasa en tanto el objeto de la sociedad es reacio a entregarse a una formalización categorial, con unanimidad y sencillez.

De una manera provocativa y en franca ruptura con la tradición positivista,  Gastón Bachelard  inicia en Francia una epistemología polémica, Surge al calor de las revoluciones que se dieron en las ciencias, el desarrollo de las geometrías no euclideanas, la teoría de la relatividad, el comienzo de la microfísica. Sus primeras obras son reflexiones sobre esta novedad radical, testigos de una ruptura en la historia efectiva de las ciencias.Es imposible que desde la filosofía y su razón inmutable y cosificadora se diseñe un perfil epistemológico, que  clausure espacios,  y que se erija en tribunal de justificación de las ciencias. La tarea de la epistemología es una NO-epistemología, asir la pluralidad dialéctica de la razón en la historia. Urge una epistemología que piense los procesos de adquisición de nuevas ideas, los acontecimientos de la razón, la emergencia y la inseguridad de nuevas verdades, “la verdad científica es verdad con devenir”.

Obstáculo y ruptura epistemológica son categorías que describen el movimiento histórico del conocimiento científico. La historia no es progreso a la luz de la razón sino recurrencia, lucha contra los errores tenaces que se demuelen, persisten, reaparecen. La historia de las ciencias es historia juzgada, el juicio se entabla desde la actualidad de las ciencias.

La razón deja de ser pura para entramarse  en las condiciones de su producción y la ciencia ya no representa es acto. Con esta práctica se demuele la visión del sentido común y de los mismos científicos de pensar la ciencia como fotografía de la realidad. La epistemología no se ubica de manera excluyente en el contexto de justificación, sino que pergeña con lod contextos de descubrimiento, de justificación y de aplicación un equilibrio inestable. En ese sentido es revolución de la razón, es “herida de la inteligencia”

Desde esta herida, los museologos  podemos  darnos la tarea silenciosa y desolada, a la par que ineludible e impostergable de re-estructuración del campo simbólico. Sin dejarnos intimidar por la mirada epistemológica, que a lo largo de la historia ha cosificado todos los saberes y los ha jerarquizado, subordinándolos a una instancia de poder.

En esta encrucijada, con una razón imaginante y creadora, en permanente tensión entre teoría/praxis, acaso encontremos para la museología , su propio decir, su espacio singular, diferente y abierto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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