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Denuncia a Derechos Humanos |
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Carta de apoyo | difusión | Preguntas | |||||||||||||||
Después de las 18:30 somos conducidos ante una persona que no se identifica pero que al parecer es una autoridad. Carmen Hernández está presente y dice que le hemos robado los dos ejemplares del multicitado catálogo, mismos que están sobre el escritorio de esta persona. El servidor público nos pregunta nuestras versiones y ambos respondemos que nos reservamos el derecho de declarar en tanto no esté presente el abogado Emilio Ricardo, a quien no se nos ha permitido llamar por teléfono. Esta persona nos pide entregarle todas nuestras pertenencias (bolsa-portafolios con agenda telefónica, anteojos, bolsa con cosméticos, cachucha, cámara fotográfica, un amplio expediente con documentos, peine, así como reloj y cinturón). Luego somos conducidos de vuelta a los separos. En el pasillo de acceso somos fotografiados de nueva cuenta sin que medie explicación alguna al respecto, y con la plena colaboración de los guardias. Esta vez cada uno de nosotros es recluido en una celda. Son alrededor de las 19:00 horas. Conforme ingresan a los separos individuos que se excedieron en el consumo de alcohol, de sustancias psicoactivas o de ambos, el espacio vital se reduce. Iris Merino es la única mujer detenida. Cuando los demás detenidos nos escuchan conversar de celda a celda le faltan al respeto a Iris Merino con frases como: "pásame a tu novia", "pásame a la güera" u "oye güera, ven a hacerme un favor", sin que los guardias controlen esta situación. Hay un solo baño, desaseado, que en algún momento no nos queda otra opción que utilizar. Intermitentemente cae agua al pasillo desde el tinaco colindante. Nadie nos informa de nuestra situación jurídica, aun cuando preguntamos al respecto. El ambiente y la actitud de los agentes son intimidatorios. La insalubridad empeora por los vómitos de algunos detenidos. Hay peleas entre los reclusos que los guardias no detienen y que incluso parecería que disfrutan, pues tardan en intervenir para detenerlas. Por fin una mujer policía -en sus funciones de trabajadora social- hace la llamada telefónica que solicitamos desde que fuimos detenidos. Llega el licenciado Emilio Ricardo Rivera, nuestro abogado, a las instalaciones de la Policía Municipal pero Carmen Hernández no ha firmado su denuncia ante la Agencia del Ministerio Público que ahí se ubica, pues intenta que padezcamos un "sabadazo". Nuestro defensor nos comenta que no puede actuar en tanto no exista una denuncia y que le ha propuesto a Carmen Hernández llegar a algún acuerdo, lo cual ella ha rechazado. Sufrimos sed. No se nos proporciona agua pues, salvo la del sanitario, no hay. Los detenidos siguen chiflando y continúan piropeando e insultando sexualmente a Iris Merino cada vez que un guardia la conduce fuera de la celda que ocupa cuando es llamada o debe hacer uso del baño. Iris Merino es ubicada al fondo del pasillo de acceso al área de separos para dar cabida a más detenidos en la celda que ocupaba. En algún momento Iris Merino es conducida por un guardia fuera de la zona de separos, a petición de alguien obeso que parece ser un agente policiaco sin uniforme ni identificación y cuya actitud es insolente. Cuando ella traspasa la puerta que conduce hacia el patio descubre a un camarógrafo de televisión, quien le pregunta la causa de que esté ahí, a lo que ella no responde, pero escucha que un detenido que ocupa una celda exterior, detrás de ella, contesta: "porque está bien buena, ¿qué no ves?". A todas luces el agente no uniformado es quien ha facilitado la intervención del camarógrafo, pero cuando Iris Merino le pregunta el por qué de la grabación, él permanece callado. En cuanto Iris Merino regresa a los separos, Carlos-Blas es llamado ante el camarógrafo. A ninguno de nosotros se nos solicita autorización para aparecer en las tomas de video ni se nos informa el uso que se les dará a esas imágenes. En los separos el griterío es infame. Salvo nosotros, los demás detenidos se insultan entre ellos. Sus insultos son principalmente sexuales: se tildan entre ellos de ser homosexuales o solicitan se les "pase" a las mujeres de su familia. Llegan varios de nuestros amigos. Se nos hace otra revisión médica, ahora en la agencia del Ministerio Público, frente a la ventana que da al estacionamiento del cuartel policial y que carece de cortinas. Primero a Iris Merino. Luego a Carlos-Blas Galindo, a quien se le pide que se desvista. Nos conduce ante el Ministerio Público el mismo agente no uniformado. Cuando este individuo lleva a Iris Merino le dice: "¿en dónde te metes, chiquita? Ya te van a llevar a la 'procu'. Qué, ¿le haces a la mariguana, al opio, la heroína?" Su expresión es desagradable y su mirada, insultante. A Carlos-Blas Galindo también le anticipa que seremos llevados a la Procuraduría General de Justicia del Estado. Luego de la revisión médica somos conducidos de nueva cuenta a los separos. Un tipo, al parecer alterado por el consumo de cocaína y resintiendo la disminución de los efectos de esa sustancia, es instalado, solo, en una celda. Profiere gritos sin cesar y el escándalo se intensifica porque los demás detenidos le responden, gritando también. Los guardias toleran la situación y hasta la propician. A consecuencia de que esta persona es dejada sola en una celda, en las restantes el hacinamiento llega a su límite, de manera que a partir de ese momento Carlos-Blas permanece de pie en la que le es asignada y que comparte con otros cinco detenidos, tres de los cuales ocupan el camastro y duermen debido a su severa intoxicación. Por unos momentos nos hacen compañía unos niños de la calle. La niña del grupo, que es ubicada junto a Iris, lleva oculto un bote con pegamento y solvente que sigue consumiendo, pese a las circunstancias, hasta que es descubierta. El frío arrecia, pues el pasillo de acceso a las celdas no está techado. Abelardo Gómez Sánchez logra sortear la hostilidad del agente sin uniforme y altanero, y consigue hacernos llegar comida y cobijas. Iris Merino es de nueva cuenta ubicada en una celda. Al poco rato Iris, otro detenido y yo somos trasladados a la Procuraduría General de Justicia estatal. Ingresamos a la una de la madrugada del día 24. Se nos hace una revisión médica. No hay una doctora a esa hora que constate si Iris presenta huellas de golpes o no, por lo que la revisa un médico varón. Ambos debemos entregar nuestras pertenencias. A Carlos-Blas Galindo se le pide que se despoje de las arracadas que usa. Responde que eso no es posible sin el uso de unas pinzas. Un agente sugiere, en forma sarcástica, que le sean retiradas utilizando una segueta. Se nos toman fotografías, ahora sí oficiales, así como se imprimen las huellas de todos los dedos de nuestras manos. Intentamos descansar sobre el piso de los separos, adonde la iluminación siempre permanece encendida. A Iris Merino se le destina una celda aparte, como corresponde. Carlos-Blas Galindo comparte una mayor, frente a la de ella, con cuatro detenidos más. Carlos-Blas no logra dormir. Por la mañana todos los reclusos debemos asear celdas, pasillos y el baño común. Guillermo Olguín consigue hacernos llegar comida y bebida. Ocurren una nueva revisión médica, esta vez por parte de una doctora, así como un nuevo registro de huellas, esta vez para el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Iris Merino carece del medicamento que utiliza para tratarse una conjuntivitis severa y sus ojos le molestan sobremanera. Carlos-Blas Galindo no porta los líquidos ni el estuche para asear sus lentes de contacto, por lo que también padece irritación ocular. Nada sabemos de lo que ocurrirá. Los tiempos se prolongan. La situación nos provoca reacciones de miedo, angustia e impotencia. Para los guardias lo que acontece es tan rutinario que nadie nos informa de los procedimientos a seguir ni se nos tiene al tanto de los avances de nuestra defensa. Se nos hace saber que no podemos recibir visitas en tanto no hayamos rendido nuestras declaraciones. Después del mediodía por fin somos llamados a declarar. Dado nuestro cansancio, no estamos en condiciones óptimas para hacerlo. Sin embargo nos reconforta en algo el saber que finalmente podemos hacerlo. Iris Merino declara primero. Enseguida Carlos-Blas Galindo. Luego de la declaración de él, a ambos se les fija una fianza de nueve mil 700 pesos. Carlos-Blas Galindo expresa su desacuerdo. El abogado Emilio Ricardo argumenta la inexistencia del delito de allanamiento de morada en una negociación abierta al público como lo es Tera y la fianza, sólo por robo, es fijada en cinco mil pesos. Una vez que declaramos intentamos descansar. Iris Merino dormita cuando unos agentes reparten comida caliente. La despiertan palmeándola con la mano no demasiado fuerte en su cabeza, a través de las rejas de la celda que ocupa, pese a la indicación de Carlos-Blas Galindo de no hacerlo. Esa manera de llamar su atención se repite cuando existe un cambio de turno y cuando se le pide que firme un documento. Nuestros amigos se organizan para depositar nuestras fianzas. A las 20:00 horas sólo permanecemos nosotros dos en los separos de la Procuraduría. El guardia nos dice: "ya son libres" y procede a devolvernos las pertenencias que habíamos entregado al ingresar a los separos. El licenciado Emilio Ricardo está presente cuando salimos. Son después de las 21:00 horas del sábado 24 de marzo. Dado que existe un acuerdo con el Ministerio Público de devolvernos nuestra bolsa-portafolios y su contenido, Iris Merino y el abogado acuden a la mesa correspondiente, en la que ya no encuentran personal laborando. Nos retiramos. No estamos contentos. Una sensación de congoja nos invade. El abogado Emilio Ricardo nos acompaña a nuestro domicilio. |
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Continúa |