Ir a Afganistan es, ante todo, dar un gran salto en el tiempo. Uno siente que viaja a un mundo anterior. Y asi es.
Yo llegue en diciembre de 2001. Sin embargo, entre al pais en el año 1382. Porque el calendario lunar musulman comienza en Ja Hejira, la huida del profeta Mahoma, con la puesta del sol del jueves 15 de julio del año 622. Y de hecho, de no ser por las armas, parecia haber retrocedido hasta esos años.

El nombre del pais puede evocar solo esa guerra interminable que una vez mas resuena en sus montañas. Y hay quienes creen que es el lugar mas dificil del mundo. Yo puedo decir, simplemente, que el viaje se pudo soportar y fue agradable gracias a su gente. Si algo caracteriza a los afganos es su hospitalidad, su calor. Y la costumbre de estar juntos esta claramente justificada: en los desiertos afganos solo se sobrevive dentro de un grupo, de un clan.
Si un afgano razonara con el individualismo occidental, moriria enseguida. Es preciso, en cambio, unirse para orar juntos: unirse para beber chai (te), unirse para viajar. para ellos el mundo privado no existe.
Desde hace decadas, la guerra no tiene fin. El resultado es un pais reducido a un monton de escombros. Aun asi, Afganistan enamora a los viajeros porque nos retrotrae a los origenes del hombre, a la falta de fronteras, de tiempos, a la libertad, a no instalarnos comodamente en lo fijo, a no quedar atrapados en un sitio.
Quizas fueron eso y mi propio nomadismo lo que me impulso a volver al pais. Y tambien me ayudaron a adaptarme con rapidez al ritmo aplastante de la guerra. Por eso, cuando despues de muchas semanas consegui entrar al pais, quise retratarme con todos los que me acompañaban en el omnibus.
Sin dudas, Afganistan resulta un viaje iniciatico: la cultura y la conciencia de su pueblo son totalmente distintas a cualquier otra, nada de lo conocido se les parece.