Jesús
Martínez Villodre
Desde la esquina "del motor", calle del Marqués de Múdela, llamado así porque hubo un generador para producción de electricidad, hasta tropezar, con las vías, en "Villacisneros", es una calle derecha como una vela, dirección norte sur, fue en torno a los años cincuenta, la calle más activa de Alcázar, después de la Castelar y la Plaza.
Junto
a la gran industria que fue la fábrica de vagones "Devis", todas sus
casas al lado derecho, entrando por la calle del Marqués, estaban pegadas a la
pared de esta. Y por el lado izquierdo a la hermosa calle de Salamanca, nombre
de otro Marqués, que por aquel entonces se iban haciendo casas y configurando
la hermosura de ahora.
Los
vecinos en su gran mayoría obreros, empleados en los talleres de la fábrica, y
ferroviarios, vivían adaptados a los toques de sirenas, que tres veces sonaba
en cada turno para entrar y una para salir del trabajo, desde las 6
de la mañana a las 10 de
la noche, que era el último toque como el del silencio.
Siempre
activa, obreros que entraban y salían conforme al toque de sirena, ferroviarios
de "Villacisneros", de la "playa de clasificación" hasta el
"quinto piloto" como así le llamaban. Vagones que solos discurrían
pendiente abajo por distintas vías, para la composición de grandes trenes, con
enorme ruido de las cuñas, que les ponían para frenarlos, y luego el topetazo,
que se escuchaba en toda la calle.
Acompañaba
todo el bullicio de ruidos, el carro transbordador de la fábrica, por encima de
los corrales de las casas pegadas a la fábrica.
Había
en la calle un hermoso colegio, un colegio nacional, como se le decía antes,
con enormes aulas, una para chicos y otra para chicas, y un solo patio, con
horas diferentes de recreo, las niñas salían del colegio media hora antes que
los niños. No hubo en su tiempo calle de tanto ajetreo, como esta, entre los
chicos y chicas del colegio, los obreros de los talleres, los de la RENFE y la
gente de una casa de comidas, por entonces la primera de Alcázar fuera del
Paseo de la Estación, por casa Pesetilla se la conocía, gran cocinero, y a la
que también acudían los pudientes de entonces.
Se
vivía sin mirar al reloj, por las sirenas y por las entradas de los grandes
expresos a la estación procedentes de Madrid a la estación de Alcázar.
Expresos
como el Algeciras con su monumental máquina resoplando vapor, el expreso de
Andalucía, el Cartagena, el Valencia, el Granada, se vivía también adaptado
al ruido de los trenes. ¿Qué hora es? No se, pero acaba de entrar el
Algeciras... A todas las horas pasaban grandes trenes de viajeros, y un sin fin
de mercancías, de eso sabe mucho la calle Isaac Peral (ahora pasan los pocos
trenes que circulan, casi de puntillas, sin hacer ruido como el Alaris).
Otros
obreros, salían de madrugada, sin toque de sirena, como serenos a la espera de
un tren mítico "el pescadero", sobre las cuatro de la mañana, había
que descargar el pescado para Alcázar y su comarca, pero deprisa, porque
procedente de Huelva, debía de llegar a Madrid al alba, con el pescado fresco
sin que se derritiera el hielo, que lo cubría, su parada debía de ser mínima.
Era
una calle obrera, la que más, allí no había casas señoriales ni de alta
alcurnia, no había portadas, donde salieran carros y mulas, ni gavilleras, eran
entonces casas pequeñas hechas de adobes, con mucho espacio detrás, corrales
llenos de animales domésticos, casas de obreros de los Devis y de la RENFE, y
niños, muchos niños y por si faltaba algo la indicada escuela de D. Victoriano
y Dña. Gerarda.
En
el verano después de pasar el pastor Palomares, con las cabras, despachando la
leche a base de chorreones directamente de las ubres al cazo, (en las pocas
casas que le compraban la leche, sólo en las que hubiese niño pequeño o
enfermo que cuidar), como digo se regaba la puerta, con agua del pozo, porque la
del grifo en verano no llegaba tan alto del pueblo, y todo el vecindario salía
al fresco, sobre todo a la puerta de la "Antoñeja" que tenía el único
aparato de radio de toda la calle, a escuchar radio Andorra. Eso sí, era mala
calle para las parejas de novios, no tenían intimidad alguna, siempre había
alguien sentado en la puerta o de paso.
Y
por si faltase algo, había muy cerca de esta calle, pero con paso obligado por
ella, un burdel, en la esquina de la calle Hermosilla y Alfonso XIII (la calle
Hermosilla empieza en la calle Isaac Peral) el burdel se llamaba "El
Farolillo", gran ambiente tenía, pues Alcázar, era tránsito de viajeros
que debían esperar largas horas en la estación, incluso días, sobre todo los
marineros y soldados de tierra y de aire, que de todos había, llegaban en
trenes enteros a nuestra ciudad. Para todos estos era sitio de peregrinación y
los chicos en cuanto los veíamos nos ofrecíamos a llevarles al
"Farolillo" por una perras gordas.
En
los talleres de los Devis, había un trapicheo, casi todos los días, debido a
qué turno, le correspondía llevarse unos haces de leña en listones sobrantes
de las tablas de los vagones, y grandes sacas de virutas, que junto con la
carbonilla que rebuscaban en las vías, era de lo que se disponía para calentar
las casas de la calle Isaac Peral y de otras casas del pueblo, pues en cuanto
salían por la gran portada de los talleres, había gente siempre dispuesta a
comprar los listones y las virutas. Era un poquito sobresueldo de los obreros.
Recordaré
siempre a la calle donde nací, por su gran actividad, por su progreso entonces,
años cincuenta, en ella estaba el edificio más alto de todas las calles de Alcázar,
la llamábamos la casa "alta", eran las viviendas de los ingenieros de
los Devis, no faltaba nada como se puede comprobar en este escrito. Aprendí en
el colegio de mi calle, las primeras letras, a cantar "Con flores a María",
los mayos del colegio o la de todos los días al salir "Montañas
Nevadas", a dibujar la estampa del día de la Madre, o sentir mis primeros
sentimientos de hombre, al subirme por las paredes de piedras del corral del
prostíbulo, a observar a las mujeres que allí ejercían su profesión.
Calle Isaac Peral que ha dejado de ser todo eso. Ya no hay fábrica, ni talleres, ni colegio, ni burdel, ni casa de comidas de prestigio, ni trenes que hagan ruido, los obreros se jubilaron o se los llevaron fuera o desaparecieron; ahora esta calle es como todas las calles del pueblo, ni más ni menos, simplemente una calle.