Felicitas, Martin y el pequeño Felix, juntos, por fin, por toda
la eternidad.
Sus
estatuas de marmol nos estremecen y nos evocan las palabras de Aurelia
Velez recordando a «su» Sarmiento escritas en Paris en noviembre de 1900
en ocasion de la inauguracion de la estatua erigida a su
memoria:
«Me parece justo que
por fin reconozcan la dimension de sus aportes al pais. Me alegra que lo
recuerden, pero a mi no me va a gustar ver su figura tiesa convertida en
bronce.
Porque ese hombre fue
mi hombre. Yo lo abrace y lo bese. Apoye mi cabeza sobre su pecho y el la
sostuvo con esas manos enormes y fuertes. Comparti sus incertidumbres y
sus angustias. Lo vi dudar y alegrarse. Tuvimos miedo y muchas veces
lloramos juntos. Y ahora quedara hecho estatua en medio de esos arboles de
los que tantas veces hablo y que yo misma lo vi
plantar
Dentro de algunos
años, cuando yo ya no este, el permanecera ahi, quieto, helado. De vez en
cuando le llevaran flores y leeran discursos junto a su pedestal. Pero
nadie podra recordar el calor de sus brazos, la intensidad de su mirada,
la ternura de sus palabras
No, no quiero verlo
convertido en bronce...»
Tomado de "Aurelia Velez, la amante de Sarmiento", de
Araceli Bellotta |