Preocupacion
de la Unidad Especial de Investigación
Esta
Unidad comparte su preocupación por lo actuado en relación
con el atentado contra la AMIA el 18 de julio de 1994 en el que
murieron ochenta y cinco personas murieron. Para entonces las sedes
judías debían contar con
custodia, y aunque el país había sufrido la voladura
de la embajada de Israel, se comprobó no se adoptaron entonces
medidas de prevención de otros ataques ni a la creación
de organismos para actuar ante hechos de esa naturaleza.
Ello
llevó al reciente reconocimiento del Estado Argentino ante
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por su responsabilidad
en la violación del derecho a la vida y la integridad física
de las víctimas, ya que existió
incumplimiento de la función de prevención. Nuestro
país reconoció también su responsabilidad porque
medió un grave y deliberado incumplimiento de la función
de investigación, y porque existió encubrimiento de
los hechos.
Desde
su inicio la investigación estuvo plagada de irregularidades
y procedimientos adoptados por fuera de la ley. Unos días
después del atentado ya se sabía que la camioneta
utilizada como "coche bomba" había pasado antes
por las manos de Carlos Telleldín, sin que pudiera establecerse
hasta hoy el destino que le diera; y aunque sigue sin determinarse
cómo los investigadores dieron con su domicilio, se acreditó
que hubo allí una incursión ilegal de agentes oficiales
que realizaron una serie de diligencias no documentadas, destinadas
a localizar al sospechoso que no se encontraba allí, y a
obtener información de modo subrepticio. Todo en el marco
de una anómala negociación con sus allegados.
Tras
esas primeras negociaciones, Telleldín regresó a Buenos
Aires, fue detenido y sometido a interrogatorios irregulares. Durante
ese primer año declaró que vendió la camioneta,
y las autoridades ya consideraban que no
era veraz y que ocultaba a aquellos que lo sucedieron en la tenencia
de la Trafic, aunque la investigación estaba ya tan estancada
como distorsionada por el actuar irregular.
Frente
a ello, al menos a partir de 1995, la actividad de muchos funcionarios
no tuvo como fin el descubrimiento de la verdad y por el contrario,
sólo buscó dar ropaje de verosimilitud y legalidad
a una acusación que recién varios años después
se desvaneció, pero que fue
arquitectónicamente armada en un largo proceso. Se acreditaron
así las "visitas" que los servicios de inteligencia
hicieran a Telleldín ya a comienzos de ese año, y
que fue esa actividad irregular llevada a cabo con anuencia del
juez la que permitió determinar que el sospechoso había
sido
víctima de delitos por parte de diversas brigadas policiales
a las que debió entregar dinero y bienes en varias ocasiones.
Esa
actividad informal continuó durante más de un año
ante la necesidad de incorporar a la causa aquella información
que vinculaba a las brigadas, tras otras "reuniones" que
el detenido mantuvo con la jueza Riva Aramayo, quien
entonces presidía la cámara de apelaciones. A partir
de allí, el curso del proceso se modificó sustancialmente
y comenzó a desarrollarse una actividad procesal y extra
procesal que respondía al apremio por obtener formalmente
los dichos que se necesitaban de Telleldín. Y esto requirió
además la realización de una serie de actos irregulares
previos, concomitantes y posteriores a esa declaración que
se obtuvo como una construcción consensuada con el juez instructor.
Para
ello el juez Galeano participó junto con otros de un proceso
de negociación con Telleldín para obtener esa declaración
que vinculara la camioneta utilizada en el atentado con los policías
que aparecían extorsionándolo en otras ocasiones.
Y como producto de esa transacción se
acordó, entre otros beneficios vinculados a la situación
de Telleldín y su mujer, un pago de 400.000 dólares
para que plasmaran la versión convenida que permitía
"cerrar" la pista policial y dar un corte a la causa.
Sólo
después de muchos años de silencio y complicidad,
y tras la relevación del deber de guardar secreto que un
decreto presidencial de 2003 dispuso en relación con los
agentes de inteligencia involucrados, la maniobra fue
relatada por sus propios intervinientes en el juicio público
que permitió acreditarla en cuanto a que se pagó ese
dinero a Telleldín, y que el pago se realizó bajo
la directa supervisión del juez.
Más
allá de esa trascendente contribución a la determinación
de la verdad, tal dilucidación motivó también
la querella presentada contra el juez Galeano y el entonces secretario
de Inteligencia Hugo Anzorreguy para
avanzar en la investigación de sus irregularidades, así
como las presentaciones de la Unidad AMIA del Ministerio de Justicia
destinadas a impulsar el juicio político del cuestionado
magistrado, que ha entrado en su etapa final.
A
partir de aquel pago, la actividad judicial que debía investigar
el atentado se mantuvo contaminada con una finalidad ilícita
general de mantener oculto y a resguardo todo aquel proceso transcurrido
en violación de la ley. En palabras del tribunal de juicio:
"Demostradas las
numerosísimas irregularidades en que incurrió el señor
juez instructor, se advierte con meridiana claridad que su posición
frente a la causa lejos estuvo de perseguir el descubrimiento de
la verdad real y de resolver justa
y legalmente. Por el contrario, al aceptar las intromisiones más
arriba indicadas, el señor juez demostró que su finalidad
era llegar a un resultado, cualquiera fuese el camino a transitar
para ello", y no enderezado a la verdad sino en procura de
"satisfacer los oscuros intereses
de gobernantes inescrupulosos".
Ahora
bien, en 2000 se había iniciado una nueva etapa institucional
y a la vez que se procuraba ese juicio contra la llamada conexión
local, los órganos políticos mocionaron la investigación
de las irregularidades del juez Galeano y la central de inteligencia.
Debieron pasar varios años para
que luego de una incesante actividad del tribunal de juicio y la
Unidad AMIA del Poder Ejecutivo, tras sucesivos cambios en la administración
nacional, quedara finalmente expresada una voluntad política
de máximo nivel que acept
ó que la realidad sobre lo sucedido debía ser conocida
sin limitaciones.
Frente
a la acusación armada, el tribunal oral corroboró
que no obraba en la causa ninguna constancia que permitiera sostener
válidamente que Telleldín conociera el plan criminal
de quien se llevó la camioneta, así como se
descartó que los policías hubiesen participado de
cualquier modo en la obtención de esa Trafic. Por el contrario,
se probó claramente que la actuación judicial estuvo
plagada de irregularidades cometidas para sostener una hipótesis
acusatoria más allá de lo realmente acontecido.
Ahora
bien, tras el fallo del tribunal se ha expuesto ya con absoluta
claridad que la respuesta de justicia que deben dar los tres poderes
del Estado, principalmente a las víctimas del atentado pero
también a toda la sociedad, es desde ya el decidido avance
de las investigaciones que sobre la
propia voladura se reiniciaran tras el apartamiento del juez Galeano.
Pero también se impone la determinación de las responsabilidades
que corresponden a aquellos que intervinieron en la falsa construcción
de la acusación luego
derribada en el juicio público.
En
relación con la primera de esas cuestiones, la Unidad AMIA
ha presentado a la nueva autoridad judicial, el desarrollo de las
principales líneas de investigación, la descripción
de la hipótesis central de pesquisa y la
moción de un plan de acción destinado a profundizarla,
que fue acogido favorablemente por esta autoridad que ha dispuesto
diversas diligencias tendientes a su implementación.
Al
respecto, el informe del veedor de la Comisión Interamericana
concluyó que "las dificultades para hacer justicia en
este caso, emblemático en la lucha contra la impunidad, son
innumerables. Bastaría decir que a más de
diez años de que ocurrieran los hechos, las dificultades
de reorientar una investigación son extraordinariamente difíciles
por el solo paso del tiempo, que ha permitido a los autores de este
criminal ataque terrorista amplias
oportunidades de esconder sus huellas. La búsqueda de justicia,
sin embargo, no es una alternativa sino un deber. La rica experiencia
de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en el Hemisferio ha demostrado
que su compromiso inquebrantable con los derechos humanos y la búsqueda
de la justicia pueden contribuir a que ese deber se transforme en
realidad
concreta". A tal fin se ha creado además una Unidad
Fiscal destinada al caso, la que ha asumido recientemente la dirección
del proceso.
En
relación con la segunda de las cuestiones, sobre la responsabilidad
por la construcción de la hipótesis incriminatoria
falsa, y en consonancia con
los compromisos asumidos tras el reconocimiento de responsabilidad
del Estado Argentino, el Poder Ejecutivo ha instado también
el demorado avance del otro proceso judicial que en relación
con ello desde hace cinco años
está en trámite y en el que más recientemente
se han acumulado varias de las cuestiones denunciadas en la sentencia
del juicio.
Fue
también en este expediente en el que la Unidad AMIA señaló
la actuación del ex presidente Menem y su ministro Carlos
Corach, en orden a las incidencias que pudieron haber motivado la
necesidad de que el avance de las
pesquisas sobre el atentado no iluminara un núcleo de "relaciones
peligrosas" que se procuró por años mantener
ocultas y que habría permitido a los reales autores eludir
la acción de la justicia. Y en relación con las
incidencias de ese expediente se ha reclamado a su vez el juzgamiento
por mal desempeño del juez Claudio Bonadío, por el
retardo de su accionar y por los obstáculos que opuso a la
labor que deben concretar los otros organismos
públicos sí interesados en el avance de las pesquisas.
En
conclusión, tanto en el ámbito de la justicia local
como en el de la protección internacional se ha verificado
en los últimos años un trascendente cambio en el tratamiento
que merece el caso. Y así, desde aquellas épocas más
oscuras en que con el concierto de funcionarios de los
tres poderes del Estado, tuvo lugar una investigación amañada
y plagada de irregularidades cometidas en forma sistemática
para sostener una hipótesis falsa, y a propósito de
lo cual no funcionó por mucho tiempo ninguno de los
numerosos órganos de control que hubieran debido corregir
el curso de los hechos, se ha hecho un esforzado tránsito
hacia una respuesta institucional más comprometida con la
verdad y la justicia en el caso.
Ya
el inicio del juicio público marcó el punto de inflexión
en virtud del esmerado proceder de los integrantes del tribunal
en procura de la verdad en el caso, y a partir de allí, la
adopción de diversas medidas en el ámbito del Poder
Ejecutivo, confirman la necesidad de avanzar decididamente en el
proceso.
Claro
que todavía quedan sectores comprometidos con la impunidad
y el encubrimiento. Y en ese sentido, a partir de cuanto se ha hecho,
las cuestiones incorporadas por el Estado Argentino en el proceso
de solución ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, indican el camino que será necesario transitar para
terminar de una vez con la vergüenza argentina de este caso,
que es de una entidad que a veces parece aún no ser advertida
en toda su dimensión, y que se suma a los otros dos desgraciados
baldones del refugio nazi y de los campos de exterminio de la dictadura,
que tiñen de sombra la historia contemporánea de nuestro
país.
Como
es de su interés, podrá acceder al reconocimiento
de responsabilidad del Estado, al informe del veedor de la CIDH
así como a la sentencia del juicio y prontamente al contenido
de sus audiencias en la página de la
Unidad: http://www2.jus.gov.ar/amia/
Alejandro
Rúa
Unidad Especial de Investigación
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
|