La
emoción, materia prima de los recuerdos
Rita
Worona, según Romina
Tenía
37 años, trabajaba en el sector de sepelios de la AMIA
"Era la mujer con más empuje y la más dulce que vi
en mi vida. A ella no le gustaba para nada el trabajo que hacía,
pero aguantaba cualquier cosa con tal de que mi hermano Mariano y yo
pudiéramos estar bien. Era muy compañera, una buena amiga
y, por sobre todo, una gran madre.
"Nos
supo enseñar a mi hermano y a mí sin imponernos los límites.
Mi mamá también era débil. Tengo recuerdos de ella
llorando, porque también se caía. Pero siempre se levantaba
y seguía.
"Eramos
muy unidas. Siempre le contaba mis sueños y los analizábamos
juntas. Por eso estudié la carrera de Psicología, seguramente
como un legado. La noche anterior al atentado yo estaba preparada para
salir, pero no sé por qué me quedé hablando con
ella y llegué tarde al cumpleaños que tenía. Habrá
sido la despedida."
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Sandra
Plaksin |
Jaime
Plaksin, según Sandra
Tenía
61 años, trabajaba en el Departamento de Cultura de la AMIA
"Mi viejo era muy buena persona, todo el mundo lo quería.
Era un tipo piola, inteligente, compañero, generoso y tenía
valores muy firmes. El decía que en esta vida estamos de paso,
que el cuerpo es la cáscara del alma. Creo que eso me ayudó
mucho.
"Para
mí era un sabio. No lo digo hoy, que ya no está, sino
que se lo decía a él. Tenía la respuesta justa
para todo. Sin embargo, me la pasé pensando todo este tiempo
cuál sería la respuesta que me daría él
frente a esto, pero todavía no la encontré.
"Mi
papá terminó de escribir su libro, que se llama «...Y
le contarás a tu hijo», una semana antes del atentado y
pensaba llevarlo en esos días a la editorial. Incluso dejó
en un sobre el dinero para ello. Como homenaje, nosotros finalmente
lo publicamos y lo regalamos. No se puso en venta."
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Romina
Burstein |
Mirta
Strier, según Gastón
Tenía
42 años, trabajaba en el Centro Marc Turkow de la AMIA
"Mi vieja era increíble. Era una mujer muy buena, trabajaba
12 horas por día, incluso los fines de semana, y se ocupaba siempre
de nosotros. Llevó adelante la familia sin ayuda de nadie y luchó
por nosotros tres [Gabriel, Gastón y Matías] hasta el
último día.
"En
el trabajo todos la querían. Era muy responsable y colaboradora.
"Mis
tías sentían mucha admiración por mi mamá.
Una de ellas siempre me dice que estaría orgullosa con ser un
cuarto de lo que fue mi mamá. A mí me legó un montón
de cosas que hoy tengo internalizadas. Tenía sus cosas malas,
pero también muchísimas cosas buenas.
"Nosotros
éramos muy pegados a mi mamá. Eramos chicos y la llamábamos
al trabajo entre 16 y 17 veces por día. Para todos era fundamental."
La
Nacion, Martes 18 de julio de 2006
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Gastón
Ritter |
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