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CAUSA
JUDICIAL DE LA AMIA
Diferencias
en el Gobierno frente a la crisis diplomática con Irán
La
Cancillería adoptó una postura moderada ante el gesto de Teherán
de convocar a su encargado de negocios. En cambio, el jefe de la SIDE atizó
más el enfrentamiento. Silencio del Presidente.
A pesar de que era un conflicto que se podía anticipar desde
hace meses, el Gobierno se mantiene indeciso sobre su relación con Irán ,
país al que un informe de la Secretaría de Inteligencia responsabilizó del
atentado a la AMIA, lo que en parte fue ratificado por un fallo judicial.
La indefinición del Gobierno hizo que fuera Irán, el acusado, quien diera
el primer paso en pos de una eventual ruptura en las relaciones: decidió retirar
del país, en principio de manera temporaria, a su único representante diplomático.
En el Gobierno argentino a la vista existen posiciones contradictorias. Por
un lado la Cancillería, con un Carlos Ruckauf que intentó aplacar, pero sin
lograrlo, los efectos del fallo donde el juez federal Juan José Galeano pidió,
el viernes pasado, la captura internacional de cuatro ex funcionarios de Irán.
Por otro lado la postura de la Secretaría de Inteligencia, con un Miguel Angel
Toma, su jefe, que replica en público las quejas de Irán.
La SIDE ocupa en esta crisis un protagonismo crucial. A mediados de enero
terminó un informe donde culpó del atentado a la AMIA —en la mañana
del 18 de julio de 1994, con 85 muertos— al gobierno de Irán y al Hezbollah
(o Partido de Dios) del Líbano. Ese informe fue presentado al presidente Eduardo
Duhalde y a la Justicia, motivando el fallo de Galeano que desató la crisis.
La primera reacción fue del vocero de la cancillería iraní, Hamid Reza Assefi,
quien el domingo sostuvo no sólo que la Justicia argentina "cometió un error",
sino que advirtió: "El Gobierno argentino deberá repararlo (al fallo) y en
caso contrario la República Islámica de Irán tomará las medidas apropiadas".
Ayer Miguel Toma le replicó con igual o mayor dureza: "Me preocupan esas declaraciones
porque hay dos actitudes frente a este accionar: colaborar para esclarecer
o amenazar, y esto me parece que no tiene nada que ver con colaborar", lo
que entendió como "una circunstancia muy negativa".
Totalmente diferente fue la reacción en Cancillería. El subsecretario de Política
Exterior, Fernando Petrella, apenas sostuvo que "está en estudio" la posibilidad
de tomar alguna medida similar a la que dispuso Irán retirando a su representante
en Buenos Aires. La misma cautela que había mostrado Ruckauf el fin de semana,
cuando intentó explicar que la decisión de Galeano era "sólo un fallo judicial"
en un país con "independencia de poderes".
Uno de los problemas, claro, es que Irán no cree en esa independencia de poderes
de la que, ciertamente, no abundan ejemplos en el fuero federal. Tampoco parece
creerlo el diario estadounidense The New York Times, que el martes publicó
una editorial donde criticó con dureza a Duhalde —también al ex presidente
Carlos Menem— y trató con ironía el argumento de "la supuesta independencia
judicial argentina". La queja del diario apuntaba a que Galeano no culpó a
Irán y al Hezbollah, como pretendía la SIDE, sino sólo a cuatro altos funcionarios
de Irán.
Algunas fuentes del Gobierno consultadas por Clarín decían anoche que no hay
posiciones encontradas sino una estrategia acordada. "La SIDE presiona a Irán
y la Cancillería contiene para evitar un conflicto mayor", como en el juego
del bueno y el malo. Lo cierto es que para el Gobierno todo se hizo difícil
de entrada. Por un lado porque como Galeano no hizo exactamente lo que quería
Toma, tampoco habría dejado satisfechos a la CIA y el servicio secreto israelí,
el Mossad, que nutrieron de datos el informe argentino. Pero por otro lado,
porque sí alcanzó para enojar a Irán. En definitiva, hubo malestar en todos
lados.
En la Cancillería velan por cierta cordura que tal vez sea ya imposible. "No
llegar a un punto que no tenga retorno", decían ayer colaboradores de Ruckauf,
quien participa de una visita a Trinidad y Tobago. Lo cierto es que el Ministerio
de Relaciones Exteriores, independientemente de los cancilleres que lo condujeron
desde el '94 para acá, apostó siempre a no romper relaciones con un influyente
país de Oriente Medio. ¿Podrá evitarlo esta vez?
Gerardo
Young, Clarin, 13 de marzo de 2003
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